En vísperas del inicio de una nueva temporada en Can Barça, toca analizar y pensar en una posición que fue la joya de la corona no hace tantos años, con Xavi Hernández y Andrés Iniesta comandándola con maestría y autoridad. A día de hoy, el interior blaugrana, ha perdido brillo, notoriedad e incluso sus funciones básicas se han visto alteradas por una serie de factores que analizaremos a continuación.

LA MSN Y SU PODER DE INTIMIDACIÓN

Quizás el mayor problema al que ha sido sometido el interior blaugrana es el de la MSN que, a la vez, era la mayor de las alegrías. El primer año en el que coincidieron los tres suramericanos en el Barça fue el del triplete, pero también el del adiós de Xavi y la consolidación de Rakitic. La salida del de Terrassa vino condicionada por su edad y un papel cada vez menos importante dentro de un esquema cada vez más desconocido para él. El tridente hizo avanzar la zona en donde se quería el balón. Lo querían ya, ahora. El tiempo y el poso necesario para domar la pelota, cedieron ante el espíritu aventurero y osado de la tripleta atacante. Allí sí triunfó Ivan Rakitic, que hizo el trabajo que Xavi, por edad y características, no podía realizar. El croata fue el colchón y el comodín de un equipo que se estiraba hacia arriba, amenazando con romperse. Rakitic permitió a Messi ser Messi.

La temporada 2015/2016, el FC Barcelona miraba a sus rivales por encima del hombro. Luis Enrique parecía haber dado con la tecla. Tras medio curso de dominio absoluto, con un 0-4 en el Santiago Bernabéu incluido, la MSN falló. La tripleta atacante se desconectó de repente, creando un vacío insostenible. Ya sin Xavi Hernández, todo el mundo miró a Andrés Iniesta con la esperanza grabada en  sus ojos. Se fijó en el manchego a la solución para volver a encontrar un sistema que condujera a la victoria. Pero, a pesar de la inspiración individual de Andrés Iniesta, el equipo no funcionaba. Rakitic, centrado en sus tareas defensivas y su rol de llegador, no respondía a las necesidades del equipo. Iván no era Xavi, e Iniesta lo sabía. Se ahogó ante la imposibilidad de crear un ecosistema que, en pro de la pelota, sostuviera a un equipo en que sus tres piezas fundamentales estaban en un mal momento. El único ecosistema autosuficiente era la MSN. No había marcha atrás.

LA REGENERACIÓN

Tras comprobarse que se necesitaba volver a dotar la posición de interior de talento, el Barça se hizo con André Gomes y Denis Suárez. Dos perfiles diferentes, opuestos incluso, pero que a priori simbolizaban una reconversión en el estilo salvaje del Barça de Luis Enrique o, almenos, una alternativa factible en partidos en los que por entidad del rival o por mera dificultad, se necesitasen más armas.

El mago de Fuentealbilla, en acción | Foto: Photosilver - VAVEL
El mago de Fuentealbilla, en acción | Foto: Photosilver - VAVEL

El portugués llegaba como jugador polivalente, como hombre de conducciones potentes, buen disparo y calidad en la asociación. Un perfil que no existía, pero que era necesario. Denis, repescado tras su brillante paso en el Villareal, venía como jugador fino, más apto para moverse en espacios reducidos. Un perfil más parecido al de Andrés. Pero, como dije antes, ya no había marcha atrás. Luis Enrique ya había trazado su plan, y a pesar de las llegadas de jugadores talentosos y jóvenes, siguió fiel a su estilo. Iniesta, acusado por la edad, empezó a disolverse, sin hacer ruido, en un esquema atípico en el Barça. Las pruebas, en el medio del campo azulgrana, fueron muchas. Y todas terminaron fracasando. Ni Denis, ni André, ni Roberto. Nadie llenó un vacío acrecentado por el adiós de Dani Alves. Fue tal el problema que Luis Enrique tuvo que variar de sistema. El 4-3-3, prácticamente un mantra en el Camp Nou, mutó hacia un 3-4-3, sacrificando a Jordi Alba a favor de ganar un hombre más en el mediocampo. Las dificultades para sacar el balón jugado obligaron a Messi a abandonar la posición en dónde resulta diferencial, para lanzarlo en un entramado roto y perdido. El cambio de sistema alivió algunos problemas pero acrecentó otros. El interior, como tal, había perdido todo su peso con la caída progresiva de Andrés Iniesta.

EL RETO DE ERNESTO

Valverde llegaba al club con el cartel de “pelotero”. Entrenador mucho más apto al juego posicional que su antecesor, el txingurri aterrizaba en la ciudad condal con un reto mayúsculo: Recuperar la esencia que había hecho del Barça un equipo diferencial, y realzar una posición que está pasando horas muy bajas.

Para ello, Valverde se ha topado con la marcha de Neymar. Su salida abre la posibilidad de volver a creer en el interior blaugrana. Tras muchos fracasos, el aficionado culé mira con nostalgia el pasado y con terror el presente. Las 33 primaveras que contemplan a Iniesta son un aval lo suficientemente aterrador como para empezar a preocuparse por una posición que ha caído en el olvido. Para ello se necesita un interior que no tenga miedo al 1 contra 1, que tenga movilidad y capacidad de asociación. El nombre es Coutinho. Pero hay otros jugadores que están en la plantilla que necesitan dar un paso hacia adelante. Los casos de André Gomes y Denis Suárez, además del nuevo papel de Sergi Roberto, un perfil totalmente diferente, pero necesario en un futbol cada vez más físico.

“Toda derrota es una mutación previa a una victoria”, como señalaba la escritora Anna Gual. Toca volver a creer en una idea que se había enterrado bajo la tiranía de la MSN. Ahora o nunca.