Una victoria, tres empates y dos derrotas. Esos son los números del Granada desde la llegada de Pedro Morilla. El técnico sevillano ascendió desde el filial tras la destitución de Oltra con el objetivo de mejorar en el aspecto defensivo y pelear hasta el final por alcanzar una de las dos plazas que da acceso directo a Primera División. Seis partidos después, el equipo se sitúa octavo en la clasificación, a trece puntos del segundo clasificado y a cuatro de entrar en la promoción de ascenso. 

El conjunto rojiblanco no solo ha visto como se le escapaba la meta del ascenso directo hasta el punto de encontrarse fuera de la promoción de ascenso, sino que, actualmente, este equipo ha perdido el rumbo por completo y no hay ningún atisbo de reacción ante la nefasta situación en la que se encuentra inmerso. 

Tras la derrota ante el Huesca, el Granada ha sumado tan solo 6 de los últimos 27 puntos, números con los que es imposible aspirar a algo más que no sea terminar la temporada en tierra de nadie. Además, desde la llegada de Morilla el equipo se muestra aún más endeble defensivamente que con Oltra, Los Cármenes ha dejado de ser un fortín del que era misión casi imposible sacar algo positivo y los desplazamientos fuera de casa siguen siendo sinónimo de derrota. 

El técnico sevillano no ha sido capaz de dar con la tecla para motivar a los jugadores que, a pesar de haber demostrado a lo largo de la temporada tener calidad de sobra para alcanzar el objetivo, se encuentran en un estado de desidia y ansiedad que les impide desplegar todo su potencial. 

Después de los malos resultados, que van desde dejar escapar una renta de dos goles en el último minuto hasta perder en casa del colista, la continuidad de Morilla queda en el aire. Faltan cinco jornadas para finalizar el campeonato y aún hay tiempo para revertir la situación. Ahora el balón está en el tejado de la directiva, que tendrá que sopesar si un nuevo cambio de entrenador es el estímulo que necesita el equipo para remontar el vuelo.