Tras haber eliminado al Atlético de Madrid y al Leganés en Copa del Rey, el Sevilla se encontraba de nuevo con la historia. Después de haber quedado segundos en la Fase de Grupos, por detrás del Liverpool, los hispalenses debían enfrentarse al Manchester United para conseguir por primera vez desde que se cambiara el formato alcanzar los cuartos de final de la Champions League. La ida acabó con empate a cero en Nervión, pero con una clara superioridad de los locales, que pudieron haberse ido con ventaja al partido de vuelta en Inglaterra. Como se suele decir, el Sevilla había dejado lo mejor para el final: Old Trafford para hacer historia.

La noche de la gloria

2000 sevillistas se desplazaron a Manchester para ver cómo su equipo lograba lo impensable. La marea rojiblanca llegó a Inglaterra y el Sevilla sabía que no podía fallar a los suyos. Montella sacó el once de gala y Mourinho no se quedó atrás. La delantera de los red devils, formada por Alexis, Lukaku y Rashford, no fue capaz de amedrentar a la defensa hispalense, que sabía que era una de la noches más importantes de la temporada.

El partido comenzó igualado, con pocas oportunidades para los dos equipos. Rico tuvo más trabajo que De Gea en los primeros minutos, ya que Lukaku aprovechaba su físico para sobreponerse a la zaga sevillista. El Sevilla poco a poco empezó a sobreponerse a su rival, gracias a la posesión del balón. Pero la más clara de la primera parte la tuvo el United en las botas de Fellaini. Rico despejó el balón del belga para que el partido llegara al descanso sin goles.

Wissam sin miedo

El portero hispalense volvió a ser el héroe del partido sin quererlo. Todas las paradas que De Gea había realizado en la ida se vieron compensadas con las que hizo Rico en Old Trafford. El Sevilla sufría y su afición temía que no fuera capaz de aguantar las embestidas físicas del United. El equipo de Mourinho tenía a su rival contra las cuerdas y las ocasiones se sucedían, era cuestión de tiempo que los ingleses marcaran el primer gol. Hasta que apareció el hombre del partido.

Ben Yedder pisaba el césped de Old Trafford sin miedo, con decisión y la mirada fija en la portería de De Gea. Sus ansias por conseguir que el Sevilla avanzara de ronda se notaron desde el primer balón que tocó. Y es que fue cuestión de dos minutos que el galo anotara el primero de los goles. La grada sevillista recordó a otro delantero francés, que para muchos es el mejor jugador de la historia del club, cuando cantó aquello de "Todos queremos que marque Ben Yedder, oh Ben Yedder, oh Ben Yedder". Kanouté y Ben Yedder, dos estilos opuestos pero que conquistaron los corazones rojiblancos.

El gol fue una bocanada de aire para el equipo hispalense y una bofetada para su rival. El United se lanzó al ataque pero sin resultado. Y tan sólo cuatro minutos después, volvió a aparecer Ben Yedder, esta vez rematando un córner, para poner el 0-2 y desatar la euforia y las lágrimas en la grada rojiblanca. El gol de Lukaku en el minuto 84 fue sólo un susto, un espejismo que empañó una de las noches más grandes de la historia del Sevilla FC.

Del cielo al suelo

El partido acabó y el Sevilla lo había vuelto a hacer, venciendo a la lógica y a la historia. La alegría flotaba en el aire y el sevillismo veía a su equipo capaz de todo. Pero, al igual que el gol de Lukaku, sólo fue un espejismo. Ese partido fue el comienzo de uno de los peores momentos de la temporada del Sevilla. Tras Manchester, diez partidos seguidos sin ganar que imposibilitaron las opciones de Champions, complicaron las de Europa League y acabaron con la corta carrera de Montella en el club hispalense.

Una noche para la historia que fue el comienzo de la decadencia, el principio del fin. Pero siempre nos quedará Manchester.