Con nervios se afrontaba el primer derbi asturiano de la temporada en el Carlos Tartiere. El segundo en lo que iba de 2018. Ni llovía, ni hacía aquel frío asolador que hizo en el primer derbi en Oviedo desde 2003. El de febrero. Al contrario, una tarde más que agradable del mes de noviembre animaba a vivir una de las previas más bonitas que un aficionado, sea del equipo que sea, podía vivir.

El recibimiento al equipo, espectacular, quedó en las retinas de los aficionados carbayones e hizo que el equipo de Juan Antonio Anquela empezase el partido con ventaja sobre su eterno rival.

Los azules, que en los quince primeros minutos de juego ya ganaban por 2-0, doblaron, como bien indicaba el marcador, en intensidad al por entonces equipo de Rubén 'El Pipo' Baraja. El vallisoletano estaba firmando, con esa actuación, su sentencia de muerte como entrenador del Real Sporting de Gijón.

Con el público tranquilo, se llegó al descanso y tras la reanudación el fútbol no cambió. Típico de derbi. Poco fútbol e intensidad, pero sólo de un lado. Del lado del enérgico entrenador de Jaén. Y aunque es cierto que con el paso de los minutos los de Anquela se fueron diluyendo dando paso dando paso al penalti transformado por Carlos Carmona, el Real Oviedo no sufrió, en absoluto, ni siquiera un acoso final con más corazón que cabeza por parte del Sporting.

Ni con esas, los carbayones acabaron haciendo su habitual 'haka' islandesa, de la mano de Diegui Johannesson, gracias, en parte, a la inoperancia del entrenador que esa misma noche fue despedido por la Junta Directiva del Real Sporting de Gijón.

Con ese partido, el Real Oviedo se declaró Rey de Asturias, por lo menos, hasta ver lo que ocurrirá en el partido que enfrentará a oviedistas y sportinguistas el domingo, para el que, como es habitual, se ha desplegado un amplio dispositivo de seguridad por la declaración del mismo como "de alto riesgo".