El equipo vallecano acumulaba ya cuatro encuentros consecutivos sin lograr el triunfo y, en suma, las sensaciones transmitidas no terminaban de ser del todo convincentes. Esta escasez de victorias les hacía alejarse cada vez más de los puestos más altos de la tabla clasificatoria, situándose cada vez a mayor distancia del objetivo marcado al comienzo de la temporada. Tal era la situación que hasta el propio técnico rayista Paco Jémez había catalogado tanto a él mismo como a sus jugadores como unos incompetentes por no estar cumpliendo con las expectativas.

Una circunstancia muy significativa y que afectaba en gran medida al equipo era el gran número de bajas existentes. Además de las desgraciadas bajas de larga duración de Velázquez y Bebé se le había añadido en la última semana el portero Alberto García. Por otra parte, algunos jugadores con gran presencia en el juego tales como Óscar Valentín y, sobre todo, Santi Comesaña, tampoco iban a disputar la siguiente jornada al arrastrar ambos molestias físicas. Por si no eran pocas las ausencias, el técnico franjirrojo tampoco iba a poder disponer del central Catena, indiscutible en las alineaciones a lo largo de la temporada, debido a la acumulación de tarjetas amarillas. Sin duda algunas, todo esto dificultaba aún más la situación.

Para tratar de encontrar mayores energías para reconducir la situación, el conjunto de la plantilla y el cuerpo técnico había pedido públicamente a la afición del Rayo que pusieran fin a la huelga de animación que llevaban poniendo en práctica desde el comienzo de la temporada. Consideraban que este hecho podía suponer un gran impulso para el equipo. La hinchada franjirroja, infalible en todo momento, no dudaba un instante y accedía ante las solicitudes de los integrantes del conjunto madrileño, conscientes de que el cambio podía alentar al equipo y ayudarle en la lucha por la victoria.

Todo ello hacía del partido contra el Zaragoza una inmejorable ocasión para poner fin a la mala racha de resultados y de sensaciones y, de paso, agradecerle a la afición el gesto realizado llevando a cabo un buen partido.

Enfrente, sobre el terreno de juego, los jugadores franjirrojos se iban a encontrar a un adversario que tampoco terminaba de enlazar buenos resultados y que, por tanto, se encontraba a cierta distancia de los puestos de playoff de ascenso a la máxima categoría del fútbol español.

Desde el primer minuto de juego se iba a hacer notar la importante novedad que iba a rodear el desarrollo del encuentro. De este modo, la incansable hinchada de Vallecas volvía a hacerse notar después de un largo periodo de silencio. Este aliento era contagiado a los jugadores del Rayo Vallecano que desde el primer instante se mostraban decididos en busca de la portería visitante.

El juego resultaba intenso y fulgurante y eran los franjirrojos los que tenían una mayor presencia en el mismo. Tal era el dominio local que los ataques de los rayistas se encadenaban mientras los jugadores zaragozistas se empleaban con intensidad en la defensa de su portería.

Los madrileños generaban peligrosos acercamientos al área visitante, sin embargo, la falta de puntería de los atacantes vallecanos impedía que el Rayo anotara gol. En ciertas oportunidades, las intervenciones del portero del Zaragoza resultaban providenciales y milagrosas mientras que en otras los delanteros locales se mostraban muy desacertados, como sucedía, por ejemplo, con el caso del hombre más adelantado de los rayistas, el argentino Ulloa, que hasta en dos ocasiones no lograba materializar el gol. Primero y después de un buen centro de Luna, el teórico goleador mandaba su disparo fuera de los tres palos cuando el portero aragonés ya había sido sobrepasado y la portería se encontraba vacía. Posteriormente, en los últimos minutos del primer tiempo, el ariete no acertaba a dirigir un cabezazo en cierto modo cómodo después de un lanzamiento de córner y el balón llegaba a manos del guardameta visitante.

Sin ninguna duda, un gran desacierto durante los primeros 45 minutos por parte de los jugadores del Rayo que no acertaba a dirigir a buen puerto sus disparos, produciéndose estos en gran número y resultando algunos de ellos hasta cierto punto no muy complicados.

En el segundo periodo los jugadores locales se mostraban con la misma predisposición de lograr el triunfo. Por su parte, el Zaragoza lograba crear más peligro sobre la portería del guardameta franjirrojo Dimitrievski.

Superado el minuto 55 iba a tener lugar el hecho que iba a decantar el encuentro. Después de mucho suspense e incertidumbre y hasta cierto punto de polémica, los visitantes lograban adelantarse en el marcador al transformar un penalti en segunda instancia, el cual había debido repetirse tras la intervención del VAR por irregularidades en la situación del primer lanzamiento por parte del portero local que había logrado desviar el lanzamiento en un primer instante.

Después de todo esto, la ansiedad y el desanimo en los vallecanos aumentaba ante el mal resultado y las no muy buenas sensaciones. A pesar de esto, el Rayo lograba seguir generando peligro sobre la portería visitante, pero la precipitación se adueñaba de los delanteros locales.

El paso de los minutos y la permanencia del mismo resultado aumentaba las malas sensaciones en los vallecanos, superados por la necesidad. Esto provocaba que las ocasiones resultaran cada vez más esporádicas y con poco peligro.

Finalmente, el partido llegaba su fin de nuevo con un mal resultado para el Rayo Vallecano, en este caso una derrota por 0 - 1.

La mala racha y las no muy buenas sensaciones continuaban presentes, en gran medida por la falta de acierto y puntería de los jugadores del Rayo Vallecano en el momento de llegar a las proximidades de la portería del equipo visitante.