Como comentaba esta semana el delantero de Moaña Iago Aspas, “quedan once finales”. Y es que entre tanto caos e incertidumbre, rumores sobre fichajes y posibles contrataciones de los cedidos, da la sensación de que está todo hecho. Nada más lejos de la realidad. Quedan once partidos en los que el Celta se juega su futuro y la viabilidad de un proyecto ambicioso con el que pretende posicionarse más arriba en la tabla.

Porque la permanencia en Primera División supone más que retener a algún jugador mediático o de una calidad superior, sino que afecta al resto de patas de la mesa. El proyecto de mejora del club en general, capitalizado y liderado por la creación de la ciudad deportiva se vería, en mayor o en menor medida, afectado por los ingresos que se perciben por la clasificación. Este hecho, unido a la pérdida de atractivo a la hora de realizar fichajes, dificultaría en exceso el camino que inició Carlos Mouriño.

El calendario deja muchos retos y ninguna facilidad. De los once partidos, en cuatro de ellos se enfrentarán a rivales que están luchando por el título o competiciones europeas como son Barcelona, Real Sociedad, Villarreal o Atlético de Madrid. Otros tantos en la lucha por el descenso: Valladolid, Alavés, Mallorca o Espanyol y en la que el propio conjunto olívico está inmerso. Además, aunque puede cambiar todo de manera rápida, restan tres rivales de la teórica zona más tranquila como son Betis, Osasuna o Levante.

A Nosa Reconquista como inspiración de remontada

 

Para ello es necesario comenzar bien. Esta peregrinación se iniciará en casa, si es que se puede decir que existe local o visitante en un recinto vacío, contra el Villarreal de Calleja. Un equipo complicado, con mucho talento y juego, pero que ha servido de trampolín para el equipo vigués en más de una ocasión. Ahora más que nunca debe invadir el espíritu de “A Nosa Reconquista”.

La plantilla afronta el reto con mucha ilusión y con la confianza que transmite la idea de Óscar García. La tendencia al alza de los últimos partidos, con un juego más sólido, hacía creer a un vestuario alicaído y a una afición que veía como la historia de terror se repetía cual día de la marmota.

Si bien la evolución era positiva, la situación actual provoca que se parta, salvo en la clasificación, de cero. Ni las rachas, ni los estados de forma o los estados mentales son los mismos. La cuarentena ha afectado de manera global y es el momento de ver que equipos están centrados desde el minuto uno. El peligro de no estar listo es caer de posiciones europeas, perder un título o, como es el caso del Celta, perder la categoría.

Para ello el club dispone de todos sus efectivos, con la excepción de Sergio Álvarez que se lesionó la semana pasada. Si algo ha demostrado la Bundesliga es que en cualquier momento puede haber lesiones y contratiempos pero es en casos como el Celta donde la falta de un efectivo se vuelve más notable. Una posible caída de Aspas, Rafinha o Murillo puede afectar tanto en lo futbolístico como en lo anímico y echar a perder una temporada. Es obvio que es una condición de la que ningún club está exento, pero uno solo puede controlar lo suyo.

En el horizonte queda una semana hasta que el balón se ponga a rodar en el verde. Siete días en los que el destino de un equipo, de un proyecto y de una ciudad se apuestan "todo al celeste" en una de las once manos de las que dispone para ganar su particular partida.