Tras un año de espera, la Real Sociedad se ha alzado con la Copa del Rey en el partido soñado por los txuri urdin: Ganarle al eterno rival y gracias a un penalti de Iñigo Martínez, el mismo que dejó de lado al conjunto gipuzkoano para marcharse al club archienemigo. Los nervios estivieron presentes durante todo el encuentro, pocos fueron los valientes en mirar la pena máxima transformada por Mikel Oyarzabal, hasta los que nunca han visto un partido de 90 minutos estaban comiéndose las uñas. Los segundos parecían horas, pero al final el balón entró, abrazos, lágrimas y gritos florecieron en toda la región.

Muy pocos pueden entender la gran hazaña de los donostiarras, y no hablo solo de los jugadores, hablo de una comunidad entera que ha estado en las malas y en las peores. El niño que creció viendo a la Real en segunda y sabe lo que es sufrir en Anoeta, ahora ya es un hombre y cuando sea mayor le contará a los nietos que ha visto a Mikel Oyazabal y Asier Illarramendi levantar una Copa. 

El gran trabajo de la entidad txuri urdin ha dado sus frutos, desde el presidente hasta el que vende entradas, pasando por psicólogos, staff técnico, ojeadores y entrenadores, todos han aportado su granito de arena para que los gipzkoanos puedan disfrutar del ansiado trofeo. Imanol Alguacil merece una mención especial, el de Orio ha comandado el Barco que en pocas horas atracará en Donostia con una copa bajo el brazo. Su apuesta por la cantera y por el fútbol asociativo ha salido a las mil maravillas y verle disfrutar de la victoria como un aficionado con su abono enorgullece a todos los que sienten los colores. 

Pocos han madrugado tras la noche de ayer, muchos se habrán despertado con la camiseta de la Real y con botellas vacías por el suelo, incluso algunos seguirán de parranda. La fiesta de anoche se recordará para toda la vida, no se olvidará de cómo se acabó con toda la reserva de champán de Gipuzkoa y de cómo se celebró la copa con otra copa, y otra y otra y otra…