La realidad actual desata las alarmas en Orriols. El Ciutat de València ha dejado de ser el fortín que fue antaño, y cada rival que visita el museo levantinista hace un poco más honda la fosa donde el conjunto granota teme quedar enterrado a final de temporada. Lucas Alcaraz comenzó el curso con muchas dudas, sin patrón de juego que enganchara a una afición descontenta que en el último lustro se ha acostumbrado al sabor del caviar. El revulsivo que supuso la llegada de Rubi se ha ido apagando poco a poco, hasta dejar al Levante hundido en la tabla y obligado a usar los prismáticos para no perder de vista a sus rivales.

La dirección deportiva no ha atinado en los fichajes, especialmente en la línea de ataque donde la marcha de David Barral ha dejado un hueco irremplazable. La afición soñó con las incorporaciones galácticas que prometía Robert Sarver, pero la venta del club al mecenas norteamericano se disolvió por miedo a romper una estabilidad que ha sido la coraza del Levante en los años de mayor bonanza para un equipo modesto.

El 2015 acaba con un sabor amargo que ni el polvorón más sabroso es capaz de endulzar. Un final preocupante que no debe empañar la primera parte del año que culminó con una salvación holgada y meritoria que demostró la capacidad de sacrificio y lucha de unos jugadores aferrados a la élite. A ese recuerdo debe encomendarse el Levante en estos momentos de zozobra en los que la unidad y la implicación deben ser la base para una reacción inmediata.

Un gran final de liga para evitar sufrir en exceso

A Lucas Alcaraz se le pueden achacar muchas cosas, pero hay que reconocerle la gran labor realizada la pasada temporada. Llegó a un equipo sin rumbo, incapaz de acoplarse al estilo de Mendilibar, y le dotó de una personalidad propia basada en la solidez defensiva y la pegada de un David Barral imperial que acabó la temporada con cifras de delantero de élite. Sin su eje ofensivo, la añoranza está siendo una losa insalvable para Deyversson o Ghilas, refuerzos destinados a suplir al delantero gaditano, que prefirió una aventura más exótica y suculenta económicamente.

Alcaraz supo conducir al Levante a la permanencia con un Barral pletórico cuya marcha aun está por asumir

El Levante de principios de año de desató como un equipo corajudo, capaz de remontar partidos adversos y luchar hasta el final rescatando muchos puntos que parecían escaparse. Los granotas consiguieron llegar a las últimas jornadas con la salvación en el bolsillo, sin tener que depender de terceros en un tramo final de liga que siempre es una quiniela. Fue la cuarta salvación consecutiva de un equipo acoplado en Primer División, capaz de enorgullecer a una afición granota que supo estar cuando el equipo necesitó de su cobijo. Con un proyecto basado en la experiencia de una plantilla experta y veterana, el Levante se regaló un final de liga relajado que presumía un verano tranquilo, aunque la realidad fue bien distinta. 

No a la venta del club

Si por  algo se ha distinguido el Levante es por armar proyectos modestos y realistas. El club ha acertado en los fichajes, comprando barato y vendiendo jugadores revalorizados. Keylor Navas es el ejemplo que mejor define esta política que ha permitido al Levante consolidarse en la élite del fútbol español e incluso probar las mieles de la aventura europea.

La economía de los equipos modestos obliga a hacer magia para formar plantillas competitivas. El Levante ha sabido manejarse en este entorno, pero los cantos de sirena en forma de una posible inversión extranjera en Orriols ilusionaron a una afición que se creyó con derecho a soñar. Robert Sarver, un magnate norteamericano que busca abrirse paso en el fútbol, irrumpió como la esperanza granota para competir con el máximo rival en la capital del Turia. Al Valencia le fue bien la primera temporada con Peter Lim, y en el Ciutat creyeron haber encontrado a su mecenas.

Sin embargo, en una última maniobra muy polémica, Quico Catalán evitó la compra, huyendo de experimentos pero sumiendo a la entidad en una quiebra institucional de la que todavía se resiente. La venta no se llevó a cabo, quedando en un efímero espejismo. Sólo el tiempo demostrará si la decisión fue equivocada.

Fichajes que no ilusionan

Manolo Salvador se puso el mono de trabajo para armar una plantilla competitiva que asumiera el reto de buscar una nueva permanencia que cada año se vende más cara. El verano pasó sin excesivos movimientos, y sólo la mala dinámica en pretemporada permitió un esfuerzo final en el que llegaron varias incorporaciones que no hicieron otra cosa que descompensar todavía más una plantilla limitada.

Ghilas y Deyverson, refuerzos en la delantera, no encuentran el gol para un Levante carente de pólvora

La línea defensiva se reforzó con Trujillo y Feddal, dos piezas con experiencia en la liga que llegaban para competir con hombres experimentados como Juanfran o David Navarro. En la medular, Verza fue la incorporación más sonada; el mediocentro trajo consigo una gran experiencia y un preciso golpeo de balón que demostró desde la primera jornada. También llegó Jefferson Lerma, un joven colombiano al que le está costando aportar el músculo que precisa un engranaje como el del Levante

El mayor fiasco se localiza en la delantera; Ghilas, fichaje estrella, todavía no se ha estrenado, mientras Deyversson es todo pundonor pero combina brillantes destellos de calidad con una torpeza inasumible en un equipo de primera. Su fallo a puerta vacía contra el Betis le perseguirá hasta que se sacuda el sambenito a base de goles.

Pendientes de Mauricio Cuero, el fichaje más caro en la historia del club, el balance de las incorporaciones no está siendo el esperado. Los que no están se añoran más que nunca, y los que han llegado son incapaces de encontrar el rumbo.

La esperanza en la cantera

Cualquier proyecto ambicioso debe cimentarse en un gran trabajo de cantera, y el Levante ha sabido aprobar esa asignatura. El filial logró el ascenso a Segunda B, donde viaja con aceptables resultados. Hombres como Morales, repescado tras la cesión en el Eibar, o Camarasa, internacional sub-21, saben lo que es el ADN granota.

Ante las dificultades económicas, el Levante debe pescar en sus categorías inferiores, donde los jóvenes talentos aseguran la estabilidad de un club que atraviesa una situación delicada. Los más pequeños también destacaron en el torneo nacional, aunque el polémico cambio en las bases de selección de equipos les haya privado de participar en el torneo internacional alevín que este año cruzaba el charco.

En la plantilla hay muchos jugadores que han salido de la cantera, y son los que deben rescatar al Levante en esta situación complicada; Juanfran, Toño, Pedro López, Iván López, Rubén García o Roger son los que deben coger el timón para permitir a la afición granota celebrar otra salvación en primera.

De Alcaraz a Rubi

Lucas Alcaraz inició el proyecto para la temporada 2015/2016 avalado por la trabajada permanencia lograda la campaña anterior, pero el Levante no transmitió buenas vibraciones desde el inicio de liga. La pretemporada fue irregular, los refuerzos llegaron de forma tardía y el preparador granadino se empeñó en utilizar un sistema de cinco defensas muy cuestionado por la afición.

Alcaraz acabó muriendo con sus ideas, víctima de un calendario de vértigo y azotado por el mal rendimiendo en casa, donde el Levante sólo fue capaz de derrotar al Villarreal.

Alcaraz alcanzó el centenar de partidos pero fue víctima de la mala dinámica del equipo

Poco después de alcanzar la cifra de cien partidos dirigiendo al Levante, Lucas Alcaraz fue cesado tras una contundente derrota por 0-4 ante la R. Sociedad. Tras barajarse varios nombres, el club confió en Rubi, un técnico sin experiencia en primera pero con mucha ilusión y buenos informes en equipos de la Liga Adelante y en la cantera del Barça.

Las sensaciones del equipo granota mejoraron, aunque a excepción de la victoria en Gijón, los resultados no han distado mucho del inicio de temporada. Las lesiones han seguido azotando al Levante en diferentes líneas, y aunque Rubi ha dotado al equipo de un espíritu diferente, las urgencias le han pesado en numerosos partidos en los que volaron puntos a pesar del esfuerzo realizado.

Sin el cartucho del cambio de entrenador, al Levante sólo le queda confiar en que Rubi sea capaz de enderezar la dinámica que ha situado colista al conjunto de Orriols, al que le cuesta hacer goles y sigue cometiendo errores puntuales que se traducen pérdida de puntos.

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