10 de junio de 2015. Tras días de delirio y festejos en la capital del Principado por el ascenso logrado en el Ramón de Carranza, el Real Oviedo disputaba ante el Nástic su último partido hasta la fecha en una categoría que no le correspondía por historia y masa social, pero en la que se vio atrapado durante una última década de sonoros fracasos deportivos y de desastrosas gestiones desde los despachos, en la que incluso sufrió un descenso deportivo a Tercera en el año 2007.

Foto: Real Oviedo
Foto: Real Oviedo

En aquel 10 de junio se disputaba la vuelta de la eliminatoria por el título de campeón de la Segunda División B, que enfrentaba a los dos equipos que ya habían logrado el ascenso, tras imponerse a otros dos campeones de grupo. El Nástic traía una mínima ventaja del partido disputado en el Nou Estadi, en el que venció por 2-1, y sería el Nuevo Carlos Tartiere el escenario en el que se decidiera la eliminatoria. El choque serviría de homenaje para una de las mejores plantillas de la historia de la Segunda División B, que quedará para siempre en el corazón de la afición azul por convertirse en los héroes que sacaron al Real Oviedo del barro. También sirvió de homenaje para los 155 de Cádiz, a los que privaron de presenciar el momento más especial, el que tanto habían esperado.

Foto: Real Oviedo
Foto: Real Oviedo

Siendo el título de campeón de la categoría un título más bien honorífico, el partido no era de mucha trascendencia. Sin embargo, el conjunto carbayón quería también rendir homenaje a su inigualable afición y convirtió el choque en una fiesta, en el que se impuso por tres goles a cero. Y es que la goleada no se pudo cerrar de una forma más especial. Tras un doblete de Linares, en la segunda parte la leyenda oviedista, el referente del club durante muchos de esos años en el barro, Diego Cervero Otero recogía dentro del área un balón de Dioni, se revolvía, sentaba al defensor con un amago y ajustaba su disparo al palo contrario haciendo inútil la estirada del meta visitante. Aquel gol tuvo una connotación muy especial. Se cerraba un círculo.

Foto: Real Oviedo
Foto: Real Oviedo

Ese gol fue el último del Real Oviedo en la categoría de bronce, pero a la postre también se convertiría en el último gol de Diego Cervero en partido oficial con el equipo de su vida, que lo deja como tercer máximo goleador de la historia del club. Nada más y nada menos que 141 goles anotados en los años más difíciles de la historia del club asturiano, que deja en la retina del aficionado carbayón multitud de goles marcados por “The DOC” en los campos de la Tercera asturiana, así como en los de Segunda B.

Es cierto que el ariete no gozó de muchos minutos en esa última temporada fuera de la LFP, debido en gran parte al rendimiento de un Miguel Linares que cerró el curso con 31 dianas. Sin embargo, Diego, como no podía ser de otra manera salió al rescate del equipo cuando más lo necesitaba. Él mismo confesaba en una genial entrevista con RO Culture Fans que se estuvo preparando a conciencia para aquel momento.  Sabía que si en el partido de ida contra el Cádiz el equipo iba perdiendo o empatando, muy posiblemente le iba a tocar salir. Y así fue.

Foto: El Desmarque
Foto: El Desmarque

Faltaban unos 10 minutos para llegar al final del partido, cuando Borja Valle ponía un gran centro al área. Allí estaba Diego esperando, el destino así lo había querido. Un destino que se había trabajado y ganado después de tantos años y tantas emociones. Pero faltaba la más grande de ellas. Cervero conectaba un espléndido cabezazo, de esos que se escuchan como la testa golpea al esférico, y desde que el balón salió de su cabeza, él ya sabía que podía ser. Y fue. Para el recuerdo queda tanto el gol como la celebración, que insufló algo especial al equipo,  algo así como un oviedismo en vena, que sirvió para que durante el resto de la eliminatoria el cuadro azul fuera superior a su rival y se consiguiera el ansiado ascenso de categoría.

Foto: Real Oviedo
Foto: Real Oviedo

Sin duda fue el gol más especial de su carrera, pero no fue el primero que metía en un momento clave ni mucho menos. Ya en esa misma temporada, Cervero salía de revulsivo en Santiago de Compostela para anotar el gol del empate que daba el título de campeón de grupo al Real Oviedo. Cómo olvidar también su gol en la eliminatoria de ascenso a Segunda B ante el Mallorca B, con un Tartiere lleno hasta la bandera, en lo que se asemejaba más a un ambiente de Champions que a uno de Tercera. Un hombre que en su debut como goleador en un partido metió nada más y nada menos que 4 goles. Solo Diego podía ser el que pusiera punto y final a los años de penuria con ese último gol frente al Nástic.

Foto: Real Oviedo
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Mañana vuelve el Nástic al Tartiere. Diego ya no estará sobre el césped, pero su espíritu estará presente. Siempre ha de estarlo. El Real Oviedo es lo que es a día de hoy gracias a todos los años que ha estado luchando en el infrafútbol. Durante esos años se forjó un carácter, una forma de vivir el fútbol distinta a la que la afición oviedista estaba acostumbrada, y el máximo exponente de esta forma de entender el fútbol y la vida fue Diego Cervero. Que a nadie nunca se le olvide esto.

Foto: Real Oviedo
Foto: Real Oviedo

Nunca se sabrá que habría sido del Real Oviedo si no hubiera sufrido aquel descenso administrativo a Tercera. Pero solo una cosa esta clara: ni Carlos Slim habría comprado el club, ni habría miles de accionistas por todo el mundo, ni el oviedismo sería la mitad de fuerte de lo que es ahora. Mañana toca dar un pasito más, cada vez queda menos. La Reconquista se está gestando.

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