Diversas afirmaciones experimentadas a lo largo de los años sostienen la teoría de que el ser humano no recuerdo sucesos importantes dentro de sus primeros cinco años de vida; si algo importante sucedió en esos años, una persona difícilmente lo recordará en años posteriores. Esto es algo curioso, ya que en lo personal conozco la historia de alguien muy cercano que tiene un recuerdo imborrable que data desde sus años en pañales. En un día tan especial como este considero que les interesará muchísimo.

El 4 de julio en Marsella se jugaba el partido de Cuartos de Final de la Copa del Mundo 1998 entre Argentina y Holanda. La hora del encuentro no la recuerdo con exactitud, tampoco es que tenga una memoria fotográfica ni nada por el estilo, pero sí recuerdo que ese encuentro lo estaba viendo un niño de 3 años y su hermano de 12, desde un apartamento en Calidonia, Panamá. Mientras esperaban a que mamá llegara del trabajo, el fútbol era la mejor alternativa para pasar el rato, y vaya manera de pasar el rato.

Ignorando la clasificación de Holanda y Argentina, quienes vinieron de vencer a Yugoslavia e Inglaterra en octavos respectivamente, el niño jugaba con un dinosaurio de peluche al lado de su hermano que revisaba los nombres de los futbolistas en el álbum de cromos del Mundial pegado a la televisión.

Ignorando los primeros goles de unos tales Kluivert y Piojo López, el niño sólo pensaba en el paseo que daría con su mamá al final de la tarde. Para el niño que estaba sentado frente al televisor aquella tarde de junio, no había cosa más interesante que lo que pudiese estar haciendo con sus juguetes en el momento, el fútbol estaba presente en aquel escenario por simple coincidencia.

De pronto, el niño percibe un escándalo de su hermano mayor frente al televisor, El Burrito Ortega había roto la nariz a Edwin van der Sar. La escena de violencia y gritos captó la atención del niño, acompañando a su hermano frente al televisor.

Haciendo las mismas gesticulaciones de desespero que su hermano, el niño se interesaba por el deporte de los 22 tipos corriendo detrás de una pelota, y mucho más cuando en el último suspiro del encuentro, un tal Dennis Bergkamp anotaba el definitivo 2-1 para Holanda. Lo que vino luego de ese gol no fue un grito de alegría o algo por el estilo, fue un profundo estado de shock para ambos frente al televisor, habían visto un gol único.

Frank de Boer lanzó un cambio de juego fenomenal desde mucho antes de la mediacancha, el cual llegaría a los pies de Bergkamp, quien estaba por la banda derecha frente al área chica, en la primera recepción mató el balón, y en la segunda ha tirado un caño a Roberto Ayala que jamás podrá olvidar, y de tres dedos puso el balón donde el portero Roa jamás llegaría. Magnífico.

En su momento el niño probablemente no tenía muy claro el concepto del gol, pero esa acción lo impactó tanto, que su vida no volvió a ser la misma. Esa noche ya no importó que mamá llegara a casa del trabajo con un regalo o sorpresa para él, esa noche vivió y se enamoró del fútbol.

Creció y aprendió del deporte, lo jugó, lo vivió, y siempre estuvo pendiente de los partidos de aquel jugador que hizo tan sensacional gol. Podrá haber visto jugar a Messi, Cristiano, Ribéry, Zidane, Nedved y muchos más, pero jamás podrá sacarse de la retina a Dennis Bergkamp, el que anotara el gol que le cambió la vida.

Probablemente se pregunten, ¿quién es ese niño? Bueno, ese niño que soñó con ese gol el resto de su vida es quien comparte con ustedes estas líneas, quien al sol de hoy sigue siendo un joven que no para de vivir ese recuerdo, un recuerdo que vale demasiado, que sería un pecado olvidar. Mi regalo de navidad para todos ustedes, es compartir tan bello recuerdo.