En tiempos tan visuales como los que vivimos, la sociedad de consumo nos bombardea constantemente con un canon de belleza diseñado a golpe de ratón, a golpe de photoshop, un canon de belleza que en muchos de los casos encontramos en los angulosos y cortantes dibujos del bisturí, del físico a la carta. Se buscan unos falsos cánones de belleza y una estética de proporción áurea que solo conlleva a que muchos adolescentes e individuos sin pilares mentales básicamente fijados se conviertan en esclavos de su físico y deambulen por los frágiles alambres de la anorexia y la vigorexia.

A mi juicio y en lo que a deporte se refiere no hay mayor error que ensalzar a un deportista por su belleza obviando las cualidades y el sacrificio personal que le ha permitido encontrar hueco en la elite. Y aun siendo consciente de que por motivos de rendimiento deportivo todo deportista de elite se siente esclavo de su físico, no creo justo que las imágenes icónicas del deporte sean utilizadas como cánones de belleza masculina o femenina. Y es que en el caso concreto del deporte encontramos individuos especializados, profesionalizados, que necesitan de su físico (su herramienta de trabajo) para competir al máximo nivel.

Y en aquellos niveles en los que el deporte y la leyenda tienen reservado un lugar privilegiado para los elegidos, una serie de deportistas son objeto de deseo de las marcas y los medios, que encuentran en ellos un auténtico filón para sus intereses publicitarios. Muchos nombres de ambos géneros se nos vienen a la cabeza, pero mi viaje en esta ocasión se dirige hacia las antípodas del citado falso concepto estético. Hacia aquel lugar en el que el olvido tiende un puente de plata a la leyenda de aquellos deportistas que por sacrificio y genialidad merecen una portada en el desván de nuestros recuerdos.

Una deportista nacida en la madrugada del 9 de octubre de 1983 en Hongcheon, (Corea del Sur), bajo la mirada estética de Fernando Botero

Y en aquel lugar visiblemente se divisa el olvidado perfil de una surcoreana cuyo físico y canon de belleza podría pertenecer al barroco, podría haber surgido del exuberante pincel flamenco de Rubens y sus Tres gracias. Una deportista nacida en la madrugada del 9 de octubre de 1983 en Hongcheon, en la provincia de Gangwon (Corea del Sur), bajo la mirada estética de Fernando Botero, capaz de captar formas y proyectar belleza en sus volúmenes. En los 5,9 kilos de peso de aquella niña llamada Jang Mi-Ran que parecía haber sido esculpida por las manos de Botero. Esa que creció a lo alto pero sobre todo a lo ancho, con un voraz apetito y envuelta en un halo de sensibilidad que le acercaba a la música y el piano, pero con unas proporciones físicas, una genética y un ambiente social que trazaron su destino hacia la halterofilia, deporte por el que se apasionó a los 14 años y en el que encontró su ubicación en el mundo y su camino vital.

En el tercer año de secundaria, en torno a 1998, mientras las demás chicas ocupaban su tiempo en otros menesteres más adecuados a su edad, Jang se encerraba en el gimnasio de la escuela para levantar el mundo en arrancada y dos tiempos. Para colocar en el pecho la pesada barra de la leyenda, cargando y flexionando las piernas con la técnica "squatting", y extendiendo en un segundo tiempo poderoso brazos y piernas, para elevar al cielo y por encima de su cabeza el inmortal peso de un sueño con nombre y forma: el oro olímpico.

Para ello fue vital el apoyo de la provincia de Gangwon, en la que destacó en categoría junior y logró ser elegida para representar a su país. Una meta a la que llegó de la mano de su entrenador Yeom Dongchul, con el que experimentó una evolución deportiva exponencial, trazándole las pautas correctas hacia el óptimo rendimiento y máximo nivel deportivo. En el año 2002 consiguió la medalla de plata en los Juegos Asiáticos de Busan, primer paso con el que se abrió camino hacia la máxima competición deportiva, los Juegos olímpicos de Atenas, en los que consiguió la medalla de plata tras una controvertida final que otorgó el triunfo a la china Gonghong Tang.

Para entonces la levantadora de peso surcoreana ya se codeaba con las mejores del mundo en la categoría de + de 75 kg, una circunstancia que consolidó con sus cuatro oros consecutivos en los Campeonatos del Mundo de Doha, Santo Domingo, Chiang Mai y Goyang. Como todo deportista y pese a la ingente y descomunal fortaleza de esta chica de 116 kilos de peso, saboreó tanto las mieles del éxito como el amargo sabor de la derrota, pues no fue capaz de ganar el oro en los Juegos Asiáticos de Qatar 2006, una circunstancia que la motivó aún más. Y es que en aquel año 2006, en Wonju, Corea del Sur, Jang batió la marca mundial de su categoría al alcanzar la cifra de 318 kg totales.

A su legendario bagaje corresponde el honor de poseer un total de 6 medallas de oro y 3 récords del mundo en la categoría femenina de +75 Kg. Ostentando records absolutos y personales de su categoría: en arrancada con 140 kg, en dos tiempos (clean and jerk), con 187 kilos y con 326 kilos en la suma de la totalidad. Unas marcas que dejó para la historia en las Olimpiadas de Beijing de 2008, donde tocó la cima del mundo del levantamiento de peso y cumplió su gran sueño al lograr el ansiado oro olímpico y coronarse Reina de su modalidad.

Jang roza ya los 29 años y tras ocho años en la elite genera dudas en los especialistas, que consideran que su espalda comienza a resentirse de la dureza extrema de su modalidad deportiva. Valoraciones que parecieron cobrar peso cuando en el Campeonato del Mundo disputado en Antalya (Turquía) en septiembre de 2010, sólo pudo ser bronce con un puntaje de 309 kilos totales. Unas dudas que la surcoreana de acero disipó en los Juegos Asiáticos celebrados en la ciudad china de Guangzhou, en los que en una dura criba final junto a la china Meng Suping y la kazaka Mariya Grabovetskaya, se consagró posiblemente como la mejor atleta surcoreana de la historia conquistando el oro y el “Grand Slam” de la halterofilia (medalla de oro en Juegos Olímpicos, Campeonato del Mundo y Juegos Asiáticos).

Jang es una leyenda del deporte mundial y la mejor deportista coreana de todos los tiempos, pero desgraciadamente su popularidad no se corresponde con la de su grandeza deportiva.

Radicada en Goyang, Gyeonggi-do, donde desempeña su labor en las filas del Goyang City Government Sports Club, Jang es una leyenda del deporte mundial y la mejor deportista coreana de todos los tiempos, pero desgraciadamente su popularidad no se corresponde con la de su grandeza deportiva. Una razón que encontramos en aquellos cánones de belleza que cité con anterioridad, aquellos que "Mi-Ran a Jang" con sus ojos huecos y la sitúan en el olvido, en las antípodas de unos cánones estéticos que abrumadoramente ensalzan la figura de Yuna Kim, famosa patinadora cuya belleza, delgadez y juventud se ajustan al modelo físico idealizado por la sociedad surcoreana y mundial.

Por todo ello y en especial por el legendario desempeño deportivo de Jang Mi-Ran vayan estas líneas de recuerdo y admiración para una mujer que jamás saldrá en la contraportada del Diario As, pero que demostró a lo largo de su carrera que el talento, la valía y la belleza humana jamás debieron ser estereotipadas sobre falsos cánones estéticos, sino fijadas en lo visible y lo no visible, en las actitudes, las aptitudes, las disposiciones mentales, el sentimiento, en el alma, pues esta nunca tuvo simetría ni color.