El Naranjo de Bulnes (Picu Urriellu), es una de esas montañas con historia, su desafiante desnudez caliza fue todo un reto para el escalador desde los inicios del siglo pasado. Sin duda se trata de una las grandes catedrales naturales del territorio español, uno de los clásicos de nuestro alpinismo que desde que en 1904 D. Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa, junto a Gregorio Pérez, un cazador de Caín apodado por ello "el Cainejo", demostró que el diamante de piedra de los Picos de Europa no era inexpugnable, ha sido escenario de la épica y la tragedia.

Pedro Pidal, Pionero del alpinismo español

Enclavado en el concejo asturiano de Cabrales en el Parque nacional de los Picos de Europa, en el macizo de los Urrieles, se puede observar su majestuosidad desde el Mirador del Pozo de la Oración, entre las poblaciones cabraliegas de Poo y Carreña. Con una altitud de 2.519 metros, puede que no sea uno de aquellos monstruos de piedra de nuestro planeta, pero por tradición e importancia en la historia del alpinismo español no hay otro más emblemático. No en vano se puede considerar que al ser coronado por D.Pedro Pidal, que dicen que hablaba con la montaña como una vieja compañera, se inició en España la incomparable pasión por el alpinismo extremo.

Entre ramos de niebla y por una ruta nada sencilla con dos pasos en V de dificultad, el marqués y el pastor llevaron a cabo una bella e inconsciente locura. Todo ello con una cuerda de cáñamo, sin clavos, sin conocimientos de la técnica de rapel, destrepando y haciendo gala de una creatividad asombrosa para la época. Desde entonces hasta 1928 se llegaron abrir hasta cuatro vías en 19 ascensiones, las abiertas por Pedro Pidal y el alemán Gustav Schulze en 1906, la Vía Víctor por la cara sur, de Víctor Martínez Campillo (1924); y Paso Horizontal a la derecha de la cara Sur abierto por Manuel Martínez Campillo. De suma importancia destacar que todas las vías abiertas fueron efectuadas sin clavijas ni seguros.

La pared inaccesible

Foto: http://www.cebadalona.org/

El Naranjo ya no era inexpugnable, pero seguía existiendo una pared que parecía imposible para los escaladores. La pared oeste, con un desnivel de 530 metros entre la base y la cumbre, desnuda, calcárea, desprendiendo un aroma de desafío mítico, con una belleza de líneas incomparable ha sido siempre destino prioritario de los escaladores. Y fue considerada durante mucho tiempo una vía inaccesible, por su dificultad para los equipos y materiales disponibles en aquella época. Tanto es así que no pudo ser abierta hasta 1962, concretamente el 21 de agosto de 1962, cuando la cordada "Rabadá-Navarro" llevó a cabo una genialidad de la que jamás se dejará de escribir, recordar y hablar.

El pulso se acelera nada más ver esa bella piel grisácea que se eleva hacia lo imposible, es su cara menos amable, pero es la que más poder de fascinación ejerce sobre el escalador. Todo un desafío, mucho más en una época en la que los medios escaseaban y los escaladores españoles, trazaban auténticas proezas sobre la pared. Un ejemplo para todo aquel que ame a la montaña, muy especialmente dos hombres, Alberto Rabada y Ernesto Navarro, la más brillante cordada española del siglo pasado que logró coronar la cima del Naranjo.

Toda una hazaña, trazada en cinco días, haciendo cuatro vivacs en delicadísimas condiciones y poseyendo tal naturalidad y modestia como para firmar en el buzón registro de la cumbre con la siguiente leyenda: “Escalada realizada por la cara oeste, con un tiempo formidable para lo que nos esperábamos de Picos. Algo de niebla durante la excursión por esa pared, la más hermosa y formidable que hasta la fecha hemos conocido. Somos dos excursionistas Zaragozanos que nos sentimos orgullosos de poder ofrecerla desde estas líneas, a todos los montañeros españoles que alguna vez han soñado con la escalada de esta provocativa pared.” Alberto Rabadá, Ernesto Navarro.

Dos mitos del alpinismo español sin ninguna duda, para una ruta que no ha perdido un ápice de prestigio desde aquel 21 de agosto de 1962, no en vano su graduación 6A A2 (6C+) para un recorrido de 750 m. sobre un desnivel de 500m., nos hace ver ante el desafío que se enfrentaron los dos montañeros maños. Con el largo clave, “La Gran Travesía” hasta alcanzar La Guitarra, que les llevó nueve horas de esfuerzo, exposición, técnica y disfrute. Un tramo que tuvo que superar Alberto Rabadá, debido a las serias dificultades de exigencia de esa pared desnuda, para la que solo tenían como defensa el buril. A punto estuvieron de desistir, Rabadá estuvo cerca del abandono, pero la fuerza que le transmitió su compañero de cordada fue crucial para que no desistiera del intento. Finalmente y haciendo un péndulo sobre la pared, logró situarse a unos ocho metros del centro, desde el que pudieron abordar los últimos pasos de la gesta. Tras vivaquear por última vez en la pared, en la base del Gran Diedro, al final de la Gran Travesía, lograron coronar la cima a la tarde del día siguiente, haciendo historia en el montañismo español.

La vía soñada

La vía soñada por Alberto Rabadá y Ernesto Navarro, dos trazadores de vías míticas, dos pioneros, dos escaladores de excepción, que abrieron nuevas sendas en muchas montañas dificilísimas. Subían donde no subía nadie, y posiblemente por ello, tan solo un año después se convirtieron en leyenda, en el ejemplo de que la montaña es tan fascinante como implacable, pues ambos perdieron la vida en otra pared mítica, la del Eiger. Porque la historia de Rabadá y Navarro es la de la cordada imposible, la del aventurero que al observar una pared contempla peldaños hacia el cielo. Y entre el cielo y los peldaños, los neveros, el desafío, los vivacs, el infierno y sus abismales patios. Los eternos retos con la cara oeste del Naranjo como emblemático protagonista del alpinismo español. La épica y la tragedia, los éxitos, los rescates, los intentos de coronación en temporada invernal y la consumación del reto cuando César Pérez de Tudela, Pedro Antonio Ortega El Ardilla, Miguel Ángel Gallego El Murciano y José Ángel Lucas lograron hacerla.

Un cúmulo de vivencias extremas al filo de lo imposible, bellas historias que conforman el perfil legendario de una montaña única y diferente que un 21 de agosto de 1962 dejó de ser inexpugnable, pero que jamás dejará de cobrar su peaje, pues la piedra es tan dura como bella. Y en ella depositó la naturaleza los caminos que conducen hacia el cielo, lugar más cercano a nuestro verdadero yo interior, y que aguardan el momento de que sean descubiertos y abiertos por el ser humano. Aquel que un buen día se cansó de trazarlos sobre el llano y decidió buscarlos sobre los límites de piedra que jamás pisó. En busca de sus propios límites, en busca de los silencios de Dios, en la belleza extrema de las alturas, en la edificación perfecta del riesgo controlado y la superación personal. Ascensos y descensos soñados, regresos legendarios…