Es un deporte de otra generación, de otro contexto y que retrotrae a los aficionados a épocas pasadas de felicidad, desenfreno y excesos. El boxeo ha experimentado un profundo retroceso en España desde hace dos décadas, y retoma la primera plana informativa cada cuatro años. Los Juegos Olímpicos se erigen en una oportunidad por volver a poner en el mapa una disciplina que es olímpica en su vertiente amateur desde 1920 de manera ininterrumpida, y que en Río de Janeiro cuenta con la novedad de que pueden competir boxeadores profesionales.

La primera vez que el boxeo fue olímpico se produjo en 1904

Sin embargo, éstos no parecen muy por la labor de modificar sus calendarios ya prefijados para acudir a la cita. El mismísimo Manny Pacquiao mostró su ilusión por representar a Filipinas en Brasil, pero finalmente renunció por falta de tiempo para entrenar. Otro obstáculo sería la intensidad que supone estar dos semanas compitiendo así como las estrictas reglas de la Agencia Mundial Antidopaje, siendo muchos boxeadores incompatibles con ellas.

Siete representantes y cuatro medallas

Inicios de la década de los 70 supuso el despertar de una disciplina deportiva que alcanzó su auge en los 80 y 90. Los aires de renovación que ventilaron el país en los primeros compases de la democracia se dejaron notar en el deporte, y más concretamente en el boxeo. La base la habían puestos dos pioneros, como Juan Francisco Rodríguez Márquez y Enrique Rodríguez Cal, participantes en los Juegos Olímpicos de Munich 1972.

Enrique Rodríguez Cal posa con su medalla de bronce de Munich 1972. Foto: ine.es
Enrique Rodríguez Cal posa con su medalla de bronce de Munich 1972. Foto: ine.es

Enrique Rodríguez Cal obtuvo la única medalla para España en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972

Fueron los primeros boxeadores españoles presentes en esta cita, y en el caso del segundo, logró la medalla de bronce en peso minimosca (48kg). Fue la única presea obtenida por la delegación española en aquella edición, por lo que tuvo un gran significado simbólico y mediático.

Se tuvo que esperar ocho años para volver a ver a boxeadores españoles en los Juegos Olímpicos. En Los Ángeles 1984, acudieron Agapito Gómez Álvarez y Julio Ramón Gómez Pando. Ninguno logra brillar, pero atesoran buenos resultados en Campeonatos Mundiales a lo largo de su carrera, y llevan a cabo una loable labor de difusión de este deporte.

Rafael Lozano acudirá a Río de Janeiro como entrenador de Youba Sissokho

La eclosión del boxeo olímpico nacional llega en la década de los 90. Faustino Reyes representa a España en Barcelona 1992, logrando una medalla de plata en peso pluma que provoca el delirio de la afición, entregada a un deporte de moda en esta época. Sería Rafael Lozano el que recogiera el testigo, y se afanaría por intentar salvar la imagen decadente del boxeo en el tramo final de siglo; su medalla de bronce en Atlanta 1996 y de plata en Sidney 2000, elevan su figura a un status superior y le mantienen ligado aún hoy en día al boxeo olímpico nacional.

Y es que Lozano se hizo profesional en 2001, y llegó a competir en 2006 por el título internacional de peso mosca. Cayó ante Brahim Asloum, pero ha sabido reconvertirse y en la actualidad trabaja como entrenador en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid, donde asesora a Youba Sissokho, que alcanzó la plaza olímpica in extremis, y estará en Río de Janeiro intentando dar continuidad a las hazañas del que hoy en día es su entrenador.

Carmona y Sissokho, premio al esfuerzo

Bajo el asesoramiento del seleccionador nacional, estos dos luchadores provenientes de familias humildes, han encontrado en el boxeo el escape a una vida difícil, llena de trampas y amenazada por los peligros de la calle. El deporte como salvación y como sueño ilustra el devenir de dos hombres que nada tienen que perder en Río de Janeiro, y que atesoran condiciones de sobra para cuajar una gran actuación.

Samuel Carmona participará en la categoría de -49kg y los que le conocen bien se asombran por el carácter ganador que desprende sobre el ring. Bondadoso sin los guantes pero fiero con ellos, Carmona tiene ascendencia gitana y desafió a su propia madre para poder desarrollar su pasión, ya que ésta le prohibía boxear cuando tenía 11 años, edad en la que entró decidido a un gimnasio del que ya no ha salido sin haber dado y recibido golpes.

Samuel Carmona en Residencia Blume. Foto: eldia.es
Samuel Carmona en Residencia Blume. Foto: eldia.es

Ha disputado ocho combates internacionales, perdiendo tan solo dos

La pasión del canario por el boxeo viene de su abuelo, al que homenajea con un tatuaje. Su progresión ha sido meteórica y obtuvo la clasificación para Río de Janeiro en el Preolímpico de Bakú, en 2015, quedando quinto. De los ocho combates internacionales que ha disputado, tan solo ha perdido dos, lo que habla muy a las claras del carácter ganador de este hombre llamado a elevadas cotas de éxitos.

El otro representante nacional en Brasil será Youba Sissokho. De ascendencia senegalesa y residente en Mallorca desde niño, Youba aprovecha sus condiciones físicas de agilidad y brazos interminables para desplazarse con elegancia y velocidad por el ring. Boxeador reinventado a sí mismo cada día de entrenamiento, tuvo la sangre fría para ganarse la plaza olímpica en un combate a todo o nada, a apenas un mes del inicio de los Juegos. Bronce en lo Campeonatos de Europa de Bulgaria, Sissokho entrena y vive en la residencia Blume, y es reconocido por los entrenadores por su esfuerzo, ambición y tremendo potencial.

Youba Sissokho en 2015. Foto: abc.es
Youba Sissokho en 2015. Foto: abc.es

Ambos miran con admiración al hombre que ha devuelvo el boxeo amateur español a una posición competitiva, como es Rafael Lozano. El púgil cordobés se pasa horas con ellos, haciendo un trabajo no solo físico y técnico sino también mental. Solo así se ha podido pasar de un grupo acomplejado como el de hace dos años, a un conjuntos de fieros boxeadores que se ven capaces de ganar a cualquiera. En Río de Janeiro competirán contra los mejores del mundo, e independientemente del resultado, vivirán una experiencia única que justificará todo el esfuerzo realizado.