En el Draft de la temporada 2000, de forma poco notoria, Belichick seleccionó a un quarterback en sexta ronda. Fue, además, una selección compensatoria. Tampoco es el propósito de esas oraciones crear la imagen de que Belichick es un absoluto genio del Draft porque sabía que Brady llevaba la palabra “dinastía” escrita en la frente, pero bueno, allá cada cual con sus silogismos. Lo que se da aquí son los datos. El caso: Belichick seleccionó a Tom Brady en la sexta ronda, y para la temporada 2000 —y aquí sí que hay que darle el mérito— decidió gastar una plaza de la plantilla de 53 jugadores y llevar a cuatro quarterbacks en el equipo durante la campaña. Según comentó en el documental “The Brady Six” de la ESPN (2009), no es un movimiento muy habitual, pero sentía que no sería una plaza desperdiciada.

Ronda 6, elección 1999

Para el comienzo de la temporada 2001 Brady ya era el suplente de Bledsoe. Todo el mundo conoce la historia: Bledsoe sale del pocket y es golpeado en la banda por Mo Lewis, provocándole hemorragias internas y forzando su salida del terreno de juego. Brady saltó al campo y tomó las riendas del equipo. Bledsoe se recuperó unas semanas después, y la polémica comenzó a sobrevolar Foxboro. ¿Qué hará Belichick? ¿Va a seguir jugando el chico este y dejamos a nuestro jugador franquicia en el banquillo? ¿Va a hacer con Bledsoe lo mismo que con Kosar? Diecisiete años después todo son rosas, preciosas y de atractiva fragancia, pero no hay que olvidar que en ese momento el que tuvo que agarrar las espinas fue Belichick. Tuvo lugar entonces la famosa rueda de prensa en la que Bill sentó los cimientos de lo que serían los New England Patriots del siglo XXI: “Voy a tomar las decisiones que me parezcan mejores para el equipo. E-q-u-i-p-o, equipo”. Eso significó que Brady seguiría siendo el titular durante la temporada regular y Bledsoe vería los encuentros desde el banco.

Aquel equipo no era como los de ahora. Brady no lanzaba para trescientas yardas y tres anotaciones cada siete días, sino que era la defensa la encargada de llevar el peso del juego. Anclados en el frente con Bobby Hamilton y el novato Richard Seymour y con complementos de la talla de Tedy Bruschi, Willie McGinest y Larry Izzo, los Patriots desplegaban un juego físico y dominador en el interior. Claro que todos esos nombres ahora suenan imponentes, pero por aquel entonces la defensa de New England era como aquella de los Browns de Saban y Belichick: un grupo de jugadores relativamente desconocidos que, juntos, formaron una unidad dominante. Ty Law, Otis Smith y Lawyer Milloy se alineaban en una secundaria temible, capaz de detener a las ofensivas más potentes. Otra de las grandes estrellas de aquellos Patriots, considerado ya un veterano curtido, era Adam Vinatieri, pateador del equipo desde la época de Parcells.

El primer anillo como entrenador jefe

Apoyados en su potente defensa, en un juego disciplinado y en la pragmática ofensiva comandada por Brady y Charlie Weis, los Patriots se hicieron con una plaza en postemporada ganando su división y consiguiendo el segundo lugar de la conferencia americana. Los partidos que vendrían a continuación no serían sino los cimientos de la mayor dinastía que ha visto este deporte. Y, como mandan los cánones, fueron partidos que aún diecisiete años después siguen dando que hablar. En este pequeño memorial del encapuchado quizás no sea apropiado explayarse mucho, pero sí que cabe recordar que el duelo ante los Raiders fue el partido de la célebre “Tuck Rule” y que en la final de conferencia, ante los Steelers, Brady se lesionó y tuvo que abandonar el campo, siendo Bledsoe quien guiase a la ofensiva a la victoria con una actuación sobresaliente.

En aquellos años no había semana extra entre las finales de conferencia y la Super Bowl, por lo que los pocos días entre el encuentro de Pittsburgh y el gran partido se vieron oscurecidos por las nubes de la controversia alrededor de la posición de quarterback de New England. A pesar de las dudas en el ataque, de nuevo había que centrarse en la defensa, pues el rival de los Patriots sería nada más y nada menos que los St. Louis Rams de Kurt Warner y el Greatest Show on Turf. En aquella ocasión Belichick se enfrentaba a un duelo de talla similar al de los Bills y la K-Gun.

Los Rams de Warner poseían un ataque cargado de armas capaces de hacer daño a los rivales. Campeones en 1999 y con una ofensiva de récord que dominó en el cambio de siglo, St. Louis llegaba a la Super Bowl de aquel año como abrumador favorito. Con Marshall Faulk en el backfield y un cuerpo de receptores liderado por Bruce, Holt y Proehl, los de Warner eran el clásico equipo pick your poison, capaces de destrozarte de la forma que ellos quisieran. Belichick, sin embargo, tardó poco en elaborar el antídoto para ese ataque tan espectacular. La clave en esta ocasión volvía a ser golpear a los rivales, establecer un juego físico y romper los tiempos de la ofensiva de St. Louis. Como resultado, el frente defensivo se veía golpeando a Marshall Faulk cada vez que este salía en ruta a recibir balones con el objetivo de obligar a Warner a retener el balón. Ty Law y Otis Smith atormentaron a los receptores y ambos acabarían robando balones al quarterback rival.

El plan defensivo funcionó durante tres cuartos del encuentro, con los Patriots entrando en el último periodo del partido con una ventaja de 17-3. Frenar a Warner y compañía durante 45 minutos no es moco de pavo, pero tampoco es algo que suceda de forma gratuita. La defensa, lógicamente agotada, concedió catorce puntos en los últimos minutos del encuentro. Con la Super Bowl empatada a 17 y algo más de un minuto en el reloj, los Patriots recibieron el balón y Brady orquestó aquella secuencia ofensiva que todo el noreste de Estados Unidos recuerda. Redmond, Redmond, Redmond, Brown, Wiggins y spike. Con 48 yardas entre el balón y los postes, Adam Vinatieri pateó el balón y sumó tres puntos conforme el último segundo del reloj se desvanecía. Los New England Patriots de Bill Belichick eran campeones de la Super Bowl, asombrando al mundo y colocando al genio defensivo de su entrenador en el centro de todas las miradas.

La temporada 2002, sin embargo, no vino acompañada de los mismos éxitos, y los Patriots acabarían fuera de la postemporada. Los vigentes campeones registraron un balance de 9-7 que no fue suficiente para perseguir el doblete. La falta de resultados se tradujo en un inicio irregular de la temporada 2003.

La defensa gana campeonatos

Lawyer Milloy fue cortado poco antes de comenzar la temporada. Así, de sopetón, tal y como sucedió en su momento. El excelente safety era un jugador muy querido en la afición, además de uno de los jugadores favoritos de Belichick. El entrenador, que no se casa con nadie, decidió prescindir de sus servicios y el jugador acabó, al igual que Bledsoe, en los Buffalo Bills.

Los fichajes de Ted Washington (NT) y Rodney Harrison (SS) redondearon una unidad defensiva que contaba con las mismas piezas que aquella que fue campeona en 2001, pero con todos los jugadores ya consagrados y formando una defensa absolutamente impenetrable. Las incorporaciones, sin embargo, no fueron suficiente para algunos medios especializados, y los rumores de una fractura en el vestuario de New England tomaban cada vez más fuerza. Milloy era un capitán y líder de equipo, e incluso el propio Rodney Harrison manifestó su incredulidad posteriormente al afirmar que la compañía de Milloy era una de las razones por las que fichó por los Patriots. La cosa no mejoró cuando, en la primera jornada de competición, los Buffalo Bills de Bledsoe y Milloy vapulearon a los de Foxboro y les propinaron un 31-0 que levantó muchas cejas en Massachusetts.

Belichick, que de esto sabe mucho, implantó en el equipo el mantra de “ignorar el ruido” que mantienen hasta estos días. Los Patriots se encomendaron a la unidad del vestuario, pese a lo que se decía en el resto del país, y ganaron los dos siguientes partidos. Su visita a los Redskins en Washington se saldó con la segunda derrota de la temporada, colocando su balance en 2-2, tras lanzar Brady varias intercepciones. El equipo, sin embargo, se marchó con la sensación de que eran ellos mismos los culpables de los malos resultados, y que estaba en los propios jugadores la capacidad de darle la vuelta a la situación. Comenzó entonces la racha de victorias más extensa que la NFL ha visto jamás.

"¿Cómo nos sentimos respecto a la victoria? Aaaaaw, yeah!"

Los New England Patriots encadenaron doce victorias consecutivas para terminar la temporada 2003 con un balance de 14-2. En aquella racha histórica Tedy Bruschi, probablemente el líder espiritual de aquel vestuario, popularizó un cántico que se sigue escuchando todavía a las afueras de Boston. Cuando los jugadores volvían a sus taquillas tras vencer a sus rivales, Bruschi los reunía, manos al centro, y preguntaba: “¿Cómo nos sentimos respecto a ganar X partidos seguidos?”, a lo que sus compañeros respondían: “Aaaaaaaw, yeeeeah!”. La prensa podía decir misa, Belichick tenía a sus jugadores centrados en sus objetivos y más unidos que nunca. Atrás quedaron los rumores de un vestuario que odia a su entrenador, la sensación al acabar el año 2003 era la de un equipo que se acercaba a su cénit.

Los Patriots caparon la temporada de forma inigualable, digna de un guión de Hollywood. Recibieron a los Buffalo Bills en el Gillette y al término de los sesenta minutos de juego el resultado era de 31-0, exactamente igual —pero de forma inversa— al de la primera jornada. Después de imponerse a los Titans en un partido históricamente frío y de amargar las esperanzas de los Colts de Manning, los Patriots avanzaron a la Super Bowl, donde se las verían con los Carolina Panthers.

En aquella ocasión los Patriots ya confiaban más en su ataque, con un Brady mucho más suelto. La razón de que sus números no fueran tan astronómicos como los de McNair o Manning —venció a ambos en postemporada— era que New England se caracterizaba por una ofensiva más pragmática que la de otros equipos. Si había que correr cincuenta veces para ganar por tres puntos se hacía, y si había que lanzar cuarenta y cinco pases y meter 35 puntos se hacía también. La ofensiva la dictaba el plan de juego, y el plan de juego pasaba por las manos del coordinador ofensivo, Charlie Weis, y del genio que se escondía detrás de todo: Bill Belichick.

Belichick levantó su segundo Lombardi cuando los Patriots derrotaron a los Panthers
Belichick levantó su segundo Lombardi cuando los Patriots derrotaron a los Panthers

Aquellos Patriots se impusieron a los Panthers en la Super Bowl con otro drive de Brady que colocó a Vinatieri en posición de dar la victoria a su equipo mediante una patada. El conjunto orquestado por Belichick, que tanta polémica levantó al principio de la temporada, volvía a ser campeón. Con dos anillos en la mano, Belichick se colocaba en una posición difícil de cuestionar. Su gestión de la plantilla tanto en las oficinas como en el campo daba tales resultados que en las afueras de Boston lanzaban las campanas al vuelo y dejaban en su gurú encapuchado el peso de la franquicia. Robert Kraft, por supuesto, era partícipe de aquel movimiento, pues fue él quien otorgó a Belichick el rol de mánager general de la plantilla cuando lo fichó. “In Bill we trust”.

La Dinastía

La consecución del segundo anillo trajo consigo la marcha de Ted Washington y Bobby Hamilton, auténticos baluartes de la defensiva. Los Patriots, fruto de un intercambio en el Draft del año anterior, tenían dos elecciones en la primera ronda de aquel año, la 21 y la 32. Cuando Belichick vio que cierto DT procedente de Miami se mantenía en la pizarra, no lo dudó: con la elección número 21 del Draft de 2004 los New England Patriots seleccionaron a Vince Wilfork. Ya sabéis, ese señor grandote que se plantaba en el centro de la línea defensiva y, mientras absorbía bloqueos dobles, cerraba todas las puertas del mundo a los corredores rivales. El de los petos vaqueros sin camiseta debajo. Sí, ese Vince Wilfork. Pues ese jugador se añadió a una defensa que venía de liderar la liga en puntos concedidos por partido (14.9) en 2003 y que prometía ser aún más dominante en 2004. Además, Belichick adquirió a cambio de una tercera ronda a Corey Dillon, corredor de los Bengals. El jugador venía con muchas dudas alrededor de su comportamiento, pero Belichick se la jugó y a la postre acabó acertando, pues Dillon fue parte importante en la carrera por el tercer anillo.

Los Patriots comenzaron 2004 donde lo dejaron, ganando. La racha de quince partidos consecutivos ganando se extendió hasta los veintiuno, un auténtico y absoluto récord en la NFL que se mantiene vigente en la actualidad —y que a lo mejor no se supera nunca—. Los Pittsburgh Steelers, con el novato Ben Roethlisberger a los mandos de la ofensiva, pillaron con la guardia baja a los Patriots y los barrieron en el Heinz Field con un resultado final de 20-34. Los Patriots no fueron capaces de entrar en el partido y la derrota fue más dura de lo que el marcador muestra. Pero a Belichick se la juegas una vez, no dos. Cuando los Patriots volvieron a Pittsburgh en la final de conferencia, Belichick tenía a su equipo más que preparado para que el guión fuese radicalmente distinto.

El plan de juego se basó en confundir al novato Roethlisberger y forzar errores. Disfrazaron formaciones y coberturas y acabaron por desconcertar a Big Ben, que lanzó tres intercepciones y cometió un fumble. Los Patriots anotaron 24 puntos derivados de los balones recuperados y se impusieron en el marcador por 27 a 41. El partido fue planteado tal y como mandan los cánones: la defensa dominó al rival mientras que el ataque usó a Corey Dillon para golpear metódicamente a la defensa del oponente y el pase para terminar de rematar. Brady completó 14 pases de 21 para 205 yardas y dos anotaciones, y Corey Dillon registró 75 yardas en 24 intentos.

Con la misma idea afrontaron la Super Bowl, que los enfrentaba a los Eagles de Andy Reid. Corey Dillon volvió a imponer el juego terrestre (75 yds en 18 intentos y una anotación) y Brady estuvo imparable con el juego aéreo en largo, registrando 23 pases completados para 236 yardas y dos anotaciones. La defensa, probablemente en su mejor temporada, forzó tres intercepciones a McNabb. La producción ofensiva de los Eagles se debió en gran parte a big plays, cortando la defensa de New England cualquier intento de establecer un juego sostenido. Una intercepción de Rodney Harrison, el mismo que supuestamente estaba acabado y que Belichick fichó cuando nadie lo quería, selló el partido y dio a los Patriots de Bill Belichick el tercer anillo en cuatro años, convirtiéndolos en una dinastía de pleno derecho.

Lo que vino después, sin embargo, fue una dolorosa reconstrucción. Los dos coordinadores, Romeo Crennel (defensa) y Charlie Weis (ataque) se marcharon de New England, obligando a la franquicia a tener que reinventarse. Con Brady, Belichick y Kraft como pilares principales, los New England Patriots se embarcaron en lo que acabaría siendo injustamente denominado como una travesía por el desierto.