Svetlana Alexiévich, el Nobel al género periodístico
Foto: globovision.com

La academia sueca dictaminó que la periodista y escritora bielorrusa  Svetlana Alexiévich, era la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2015. La elección según el jurado se basó en "sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestro tiempo". Sin duda una elección fundamentada tanto en el trabajo literario como periodístico de Alexiévich, que desde su profesión ejerció como denunciante y garante de la verdad, del sufrimiento de nuestro tiempo, muy especialmente de lo acontecido en Rusia. Su certera exposición del drama, su acercamiento constante a la muerte, a las desgarradoras historias de la parca relatadas de manera excepcional en Voces de Chernóbil. Crónica del futuro (1997, publicado en España en 2006). El drama de los liquidadores, de sus familias abordado con una cruda, turbadora y especial realidad. Su prosa documental, su capacidad para llevar el periodismo y el reportaje periodístico hacia cotas inimaginables, ha propiciado que el citado género sea premiado por primera vez con un Nobel.

Nacida en Ucrania en 1948, en el seno de una familia de origen bielorruso estudió periodismo en la Universidad de Minsk. Svetlana es un claro ejemplo de disidencia de una Rusia anclada en el pasado, especialmente crítica y contraria a la figura de Vladimir Putin, principal impulsor de la regresión histórica para perpetuarse en el poder. En su obra se perfila un retrato absolutamente crítico de la antigua Unión Soviética, del fracaso de su utopía. Aunque su obra más conocida fue Voces de Chernobil, desde que comenzó demostró ser una periodista de raza, que narró en su primer trabajo La guerra no tiene rostro de mujer, la historia de mujeres que combatieron en la Segunda Guerra Mundial arrancada de de una grabadora. No menos desgarrador fue su trabajo en Los ataúdes de zinc, publicada en 1990 en el que la periodista abordó los horrores de la invasión soviética de Afganistán durante los años 80. Las experiencias traumáticas vividas en el espacio soviético ha sido tratadas y relatadas con una técnica periodística de relevancia fundamental por Alexiévich, que quiso convertirse en la voz en off de los que sufren y sufrieron la represión y el terror masivo, que denunció el control sobre los medios independientes; la persecución, el encarcelamiento y destierro de los opositores. No en vano ella misma quiso describir su estilo como novela de voces en el que el narrador era el hombre corriente. En esencia Svetlana ha dedicado todos sus esfuerzos y su capacidad profesional a hacer un cronológico y realista retrato periodístico de la caída de la URSS.

La ensayista bielorrusa se ha convertido en la decimocuarta mujer en ser premiada con el Nobel, a lo largo de su dilatada carrera profesional recibió diversos galardones como el Premio Ryszard-Kapuscinski de Polonia (1996), el Premio Herder de Austria (1999), el Premio Nacional del Círculo de Críticos de Estados Unidos (2006), el Premio Médicis de Ensayo en Francia (2013) y el Premio de la Paz de los libreros alemanes (2013). 

Cuando recibió la noticia desde su domicilio en Minsk, no quiso perder la oportunidad para dejar claro que la enorme recompensa personal de conseguir un Nobel la hacía extensiva a su pequeño país, que tuvo que vivir permanentemente asfixiado. Incidiendo más en su naturaleza crítica dejó muy claro que ama el mundo ruso, pero el bueno y humanista; el del ballet, el de la música y el de la Literatura; pero no el de Beria, Stalin, Putin o Shoigu. Svetlana siempre se sintió en las antípodas del poder, muy lejos del homo soviéticus, de los regímenes totalitarios. Se vanagloria de no ser del agrado ni del gobierno ruso ni del bielorruso y no olvida que en más una ocasión tuvo que poner tierra de por medio como medida de autoprotección. Es el precio a pagar por su independencia, su libertad, su vocación periodística. Otros periodistas como Anna Politkóvskaya llegaron a pagar con su vida, por el citado hecho, por los millones de vidas que sufrieron y son protagonistas de sus historias merece la pena seguir contando la verdad. Y solo por esa razón este Nobel de literatura viene cargado del valor del reportaje, el trabajo de documentación a pie de la palabra, a golpe de grabadora y el periodismo polifónico que no da la espalda a la realidad.

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