Hace más de cinco meses que el tenista suizo, Roger Federer, no pisa el terreno de juego de ninguna competición oficial, a consecuencia de la lesión sufrida en su rodilla izquierda en las semifinales de Wimbledon 2016 con Milos Roanic. Después de una recuperación absoluta que le ha costado descender desde el tercer puesto al decimosexto lugar de la clasificación masculina, regresará la próxima semana en la vigésimo octava edición de la Hopman Cup que se celebra en la ciudad australiana de Perth hasta el 7 de enero.
Su debut en dicha competición, donde comparte equipo mixto suizo con Belinda Bencic, está programado para el día 2 de enero de 2017. A partir de ese momento, el Abierto de Australia (primer Grand Slam de la temporada) será la primera prueba de fuego en la agenda del campeón de diecisiete grandes. Este transcurrirá la semana del 16 al 29 de enero, al que le sucederá el ATP 500 de Dubai (establecido entre los días 27 de febrero y 5 de marzo) en el emirato de Qatar y los Masters 1000 de Indian Wells y Miami (dentro de la gira americana de pista dura que transcurrirán entre principios del mes de marzo y comienzos del mes de abril).
A día de hoy, el resto de las convocatorias a las que acudirá el de Basilea esta temporada son un interrogante, especialmente teniendo en cuenta el viaje por los torneos de polvo de ladrillo en el continente europeo. Es difícil visualizar al tenista en eventos como el Master 1000 de Roma o el de Montecarlo si tiene expectativas de llegar al máximo nivel para el Abierto de París.
Lo que sí es coherente, si todo sale como está previsto, es su paso por Wimbledon (donde se siente más fuerte) en la temporada de hierba, cita a la que no ha fallado en toda su carrera y a la que este año tuvo que decir adiós en semifinales por la lesión que lo ha tenido apartado de las canchas hasta ahora.