Con el paso de los años el inminente deterioro de las cosas se hace notar de manera natural. Las personas cambian, al igual que sus hábitos, su forma de hablar, de ser y pensar; es un proceso natural que sigue las leyes de la vida misma. Sin embargo, si de futbol se trata la situación es distinta.

América cumple 99 años de existencia, años en los que desde el comienzo se mantuvo un objetivo fijo que ha perdurado incluso rompiendo las barreras del tiempo, que consiste básicamente en ser el mejor equipo de México. Aquel cuadro que levante tanta pasión como envidia, tanto odio como amor, tanta algarabía como llanto, tanta esperanza como desilusión.

Porque en el futbol mexicano puede hablarse de rivalidades, de equipos del pueblo, instituciones carismáticas o que llevan un cierto protagonismo en su región que conlleva a tener algún tipo de respeto con el resto. América es diferente, es el blanco de todos, es la imposición y el miedo que implica para el rival estar parado frente a la camiseta azulcrema.

Es la soberbia de ser un equipo cimentado con extranjeros y a la vez ser el club que más jugadores ha aportado en la historia de la Selección Mexicana para los mundiales, además de tener un semillero de donde salen los máximos exponentes mexicanos de las últimas décadas, ya sea en el arco en la defensa o en la delantera, las águilas se destacan y pueden hasta jactarse de decir: “Señores, yo les di al último 10 mexicano; Cuauhtémoc Blanco Bravo”, ¿cómo no sentirse orgulloso? imposible.

Alrededor del mundo con forma de pelota las rivalidades de cada país se limitan a medir fuerzas y pelear por un podio que los coloque como “los más grandes” durante un lapso de tiempo, en tierras aztecas la situación es más compleja, no importa de qué cuadro seas, si no se es Águila se hará fuerza  que los de Coapa pierdan siempre y de alguna manera sentir ese placer inmundo de festejar con otra camiseta; todos le tiran a Goliat.

Pero que tan importante debe ser aquel titán que porta los colores amarillo y azul que en más de una ocasión su alcance ha sido tal que los elementos que juegan para el escudo con las iniciales “CA” han sido los responsables de darle al país la alegría inmensa de acceder a un mundial o en su defecto, de manera agónica conseguir un boleto para otra competencia de renombre.

Que grande y que arrogante es América que te puede hacer llorar de emoción o de rabia, que te deja jugar una final entera pensando que es tuya y de un momento a otro su estadio se enciende convirtiéndose en una bestia que ruge y te arrebata la copa de un instante a otro. Que importante es el Águila para el fútbol mexicano que triunfador o vencido no deja  de llevarse el papel protagónico.

Resumir la grandeza que implican 99 años se hace difícil, pero puede decirse que el equipo de Coapa es un fenómeno social que involucra a todo un país. América es la fortuna del que tiene problemas económicos, es la fuerza que encuentra el desolado, es la alegría única del que lo tiene todo, es la adrenalina del adolescente que recién descubre el mundo, es el anhelo de los niños y de todo aquel que patea una pelota por vez primera, es ese sentimiento irracional que brinda alegría a millones, es garantía de triunfo que tan solo con ponerte la camiseta a uno se le inunda el alma con una sensación de victoria.

Ahora entiendo a los que no quieren al América, si yo hubiese tenido el infortunio de no haber sido apasionado a estos colores también lo odiaría por tener tanto protagonismo, despertar tanto fervor, por tener el estadio más mítico, pero sobre todo, por eso, por ser el más grande.