Todavía recuerdo el deseo por asistir al Estadio Azteca, al 'impresionante', como lo llama mi papá; y en este Centenario del Club más grande de México es un honor hablar del equipo que despertó mi amor por el futbol, de esa pasión que nunca puedo explicar, de esa incomprendia afición por el balompie en el que tengo dos grandes retos: el primero, convencer de mi discernimiento por el mejor deporte que pudo existir, y la segunda, convencer que no hay vida más allá de las Águilas del América

No me imagino no ser parte del América, no puedo pensar en vestir otros colores que no sean el amarillo y azul, de no reírme al recordar que a los ocho años, me trataban de convercer de irle al Toluca y rechazar la oferta, porque "nos tienen envidia".

Toda mi vida, he defendido mis colores, he aguantado las derrotas y celebrado las victorias, pero sobre todo, he sentido  el ser americanista, día a día.

Hay dos fechas que me marcaron en el ambito futbolístico; todavía me acuerdo del primer día que fui al uno de los recintos con más historia en todo el mundo; la vista, era increíble, el sonido ambiental hacia que transpirara emoción en todo mi cuerpo, pero en absoluto, voy a olvidar el ver a 11 águilas saltar al campo a generar miles de alegrias, que la pantalla jamás pudiera transmitir, ese día confirmé lo obvio: "no hay y no habrá equipo que supere mi vehemencia por los azulcrema".

El segundo fue cuando pisé el cesped del Coloso de Santa Úrsula, no había escenario más perfecto, sábado soleado y ante Cruz Azul. Disfruté absolutamente todo, entrar por el tunel 8, en homejane a Carlos Reinoso, ver desfilar a la plantilla completa, saltar a la cancha como un jugador más y ver el calentamiento, pero sobre todo, el fervor de los aficionados por ver vencer a uno de los odiados rivales.

Llegue tarde a la grada, y me perdí el lamento de miles de almas por el primer gol del visitante, fui espectadora de los gritos, las mentadas y el silencio, todo en una misma persona, pero además era el mismo sentimiento en todos los americanistas, porque en ese momento, compartían parentesco.

El equipo salió avante, descontó y le dio la vuelta al juego, pero los 'celestes', empataron y un conato de bronca se sucitó en el campo, aguilás defendian su postura, gritando y discutiendo, pero sin perder esa personalidad, pero lo más significativo, fue ver a los aficionados  con esa "sangre azulcrema", la caracteristica que nos define e identifica con los demas. 

El juego terminó 2-2, pero ese día exploté cada una de las emociones que todo aficionado quiere experimentar, cumplí uno de mis sueños y volví a reafirmar mi pasión, pero sobre todo, me sentí en casa en mi Estadio Azteca.

Por último, y fuera de mi propósito de hoy, no quiero omitir esta no recomendación, por favor no veas el video de la despedida de Cuauhtémoc Blanco en el Coloso de Santa Úrsula contra Morelia, en que el que casi anota un golazo, porque prometo que en más de un grito o una lagrima, te darás cuenta que con el Club América, no hay marcha atrás.