Tarde de futbol en el Bajío mexicano. Necaxa, equipo que en la sangre lleva la imprevisibilidad, ha demostrado que jugar en el menos futbolero de los horarios le sienta bien (no podría ser para menos), y esta tarde, en un escenario que suena más propio de una novela distópica que de la cotidianidad de la Liga MX, visitó al Querétaro en un duelo de los llamados ‘de seis puntos’ por la parte alta de la tabla general.

Efectivamente, el hecho de que los ‘Gallos Blancos’, un equipo más gitano que el propio Necaxa –lo que ya es mucho decir– esté peleando la cima de la clasificación frente a los de Aguascalientes, confirma un par de tópicos que, irónicamente, son constantes en la singularidad de la propia liga: por un lado, el hecho de que literalmente cualquier equipo tiene posibilidades de competir y, eventualmente, convertirse en campeón, y, por el otro, que la tradición futbolística del Bajío se mantiene presente.

Necaxa, por su parte, se ha ganado su lugar en la familia futbolística de esta región de la República. Después de dieciséis años, ha cumplido con esa máxima de la sabiduría de la vida que sostiene que el amor de lejos es de pensarse, así que, se quiera o no, cuando hablamos del Club Necaxa lo hacemos del equipo de Aguascalientes (de la mano, por supuesto, de su Departamento de Mercadotecnia) y no de uno de los clubes clásicos de la capital. Hay que aceptarlo.

Sin embargo, esto también nos abre la posibilidad de ver el vaso medio lleno. A excepción de la propia ciudad de Querétaro, no encontraremos a nadie que sea aficionado, simpatizante, mucho menos ultra del conjunto emplumado en alguna otra ciudad del país, mientras que del Necaxa sí, inclusive en la capital queretana, y aunque nunca jamás se podrá hablar de una invasión necaxista, sí que se podrá hacerlo de una infiltración necaxista. En cualquier cancha, por más alejada que esté de Aguascalientes, de la Ciudad de México, o de cualquier parte del mundo, el escudo rojiblanco estará presente de forma inalienable.

El Corregidora, evidentemente, no fue la excepción, sin embargo, nunca se ha caracterizado por ser una plaza sencilla para las visitas. La afición queretana es de esas que se crecen ante la adversidad, y ahora, con un equipo sólido, jugando las primeras posiciones, no sería para menos que apoyaran con más intensidad, cosa que así fue. Con una entrada bastante digna para un martes por la noche, la gente de Santiago de Querétaro está casada con su equipo, no importa que esté peleando el título de Liga o el descenso; que sea la franquicia original o una de esas retorcidas quimeras futbolísticas que se han vuelto costumbre en México, ahí están, se reconoce.

Tarde de futbol en el Bajío mexicano. Con una entrada que no le envidiaría nada a la de un sábado a media tarde, los ‘Rayos’ le arruinaron la noche a los queretanos con otra tradición eminentemente necaxista: echarse atrás después de sacar el resultado. Para los aficionados rojiblancos, desde luego, esto se ha convertido en una suerte de ritual, practicado durante los últimos veinte minutos del partido y a lo largo de años siguiendo al club, esta costumbre tiene una marca propia lo suficientemente perdurable para desconocer el equipo si no la lleva a cabo, esté el técnico que esté.

En un día desacostumbrado, se hicieron presentes algunas de las tradiciones más arraigadas del balompié mexicano. Es la magia del futbol, la ironía de una jornada doble que invita a no ser vista, pero que en un instante desquita el mal momento. Esta noche, ante la inminencia de perder un marcador favorable (otra costumbre hidrocálida, por cierto, que afortunadamente ha ido desapareciendo), el necaxismo respira aliviado.