¿Ha tenido usted la sensación que el año por terminar fue el peor de su existencia? ¿Anheló usted alguna vez, con todas sus malditas fuerzas, haberse desconectado del mundo por unos cuantos meses y despertarse hasta el primer día del año próximo? 

 Y cerrando un poco más el círculo (porque me rebasa el anhelo de no ser el único), a usted, aficionado del Puebla, desde el más profundo de los respetos le pregunto: ¿durante este largo y ridículo retraso para conocer al último campeón de Liga, se descubrió rezando porque comience el siguiente torneo, apelando al típico ‘borrón y cuenta nueva’ que, pareciera, pretende perseguirnos hasta el último de nuestros días?

Casualidades de la vida, tal vez, pero de los años recientes en la historia de la Franja, y de la mía, 2019 fue el peor. Eso, por supuesto, sin saber lo que esos años venideros, y sigilosos, aguardan para nosotros. 

Pienso en ello. Surgen dudas. Demasiadas. Es, más o menos, una especie de cascada llena de frases vestidas con signos de interrogación que, además de buenas, malas, racionales, incoherentes, precisas e incómodas, más allá de todo ello, parecen interminables.

¿Qué le espera a la Franja, a partir de este 1 de enero?; ¿seguirá la afición poblana sin entender que al Cuauhtémoc, ese lugar al que muchos consideramos casa, se tiene la agridulce obligación de visitar, única y exclusivamente, por la camiseta?; ¿será que este año, por fin, se romperá la maldita tradición de verlo cada quince días envuelto en frío y casi vacío?; ¿seguirán algunos jugadores, titulares, suplentes, promesas o fichajes estrella, durante los próximos doce meses, desconociendo la riquísima historia que representan y prostituyendo nuestra playera, mientras encuentran acomodo en ‘algo grande y mejor’?; ¿se mantendrá, de enero a diciembre próximo, el ostracismo en que el director deportivo, Ángel Sosa, se resguardó ante su reluciente incapacidad, falta de arrestos, o las dos cosas juntas? o, mejor dicho, ¿se mantendrá él?; ¿verán, los próximos 365 días, más opiniones de ‘periodistas’ y ex directores técnicos escritas desde el resentimiento, la miseria y la ambición, pero disfrazadas de virtudes profundamente cuestionables como la sinceridad, el amor por el equipo y una ética inquebrantable? 

¿Y a mí qué me espera? ¿Seguiré siendo este afortunado ‘juntaletras’ que, a través de las palabras, encuentra siempre un bálsamo para curar su evidente ceguera y su atrevidísima ignorancia?; ¿cuál será el año que mis padres, mi hermana y mis amigos ya no estén conmigo?; ¿cuál será el año que yo abandone este mundo, quedándome pendiente una infinidad de cosas por decir, soñar, sentir, imaginar?; o, peor tantito, ¿cuál será el año en que ya no me queden ganas de escribir de la vida, de la derrota inmerecida, del gol agónico, del triunfo cardíaco, de Cristina, de ‘El Pep’, o de mi Franja?

Tal vez, ahora entiendo la razón por que la gente dice odiar los lunes: están llenos de dudas. 

Nos leemos la siguiente semana. Y recuerden: la intención sólo la conoce el jugador.