Hoy en día, jugar con un hombre de menos es una condición que cuesta trabajo asimilar y que —casi siempre— tiene consecuencias adversas.

Jugar con 10 en cancha implica más desgaste, implica menos posesión y menos oportunidades, pero esta situación no importa si tu rival no tiene aún la mística del triunfo, si aún no toma la decisión de jugar bien y de pelear verdaderamente. 

Desde hace 15 meses, cuando al rival le expulsaban a un jugador, Necaxa sabía aprovechar y siempre se había llevado los tres puntos. Esto, hasta este miércoles. 

La racha se vio cortada por un equipo sin ganas, sin hambre y sin idea, mismo equipo que terminó sin darse cuenta de su condición durante todo el segundo tiempo, y que parecía buscar la victoria solo con intenciones, y eso solo hasta los últimos segundos.

El empate es positivo, rescatar un punto del Nemesio es algo bastante productivo... sí, hasta que piensas en las condiciones del juego, y en la superioridad numérica que tuvo Necaxa.

El torneo se escurre entre suspiros y entre deseos desgastados, con más ímpetu que buen futbol, y solo con ilusiones y trabajo de los aficionados que esperan desde afuera.

No se ve por dónde, aunque nunca se ha visto realmente nada. Ayer era la oportunidad, y no se aprovechó. Ahora los días, los meses y los torneos se esfuman entre ilusiones de la afición, pero ilusiones traicionadas desde el campo de batalla.

Ayer se vio un ligero desgaste, falta de oportunidades y falta de goles, lo cual ha gobernado durante todo el torneo, lo que nos hace creer que, ayer, y durante todo el año, los que han jugado con un hombre menos son "los Rayos".