La Copa Libertadores sigue... Pero pareciera que solamente desde las tribunas lo recuerdan. La fiesta no se transmite al campo. San Lorenzo solía imponerse en partidos importantes, acá o fuera del país. Era fuerte, era difícil de superar, de penetrar y de controlar. De esa parte, pocos se acuerdan. El equipo no se parece en nada a lo que era. Las ausencias influyen pero hay algo que desapareció: la solidez.

El "Ciclón" se está convirtiendo en un equipo irregular, que un día convierte tres goles de visitantes y al poco tiempo recibe tres en su cancha. Parce otro equipo, de hecho, lo es. Contaba con un eje, con un punto central donde nacía todo. Esa dupla Ortigoza - Mercier que frente a River Plate quedó anulada. Sin embargo, en la faceta ofensiva se notó peligroso al usar las bandas pero en el repliegue era otra cosa.

El equipo mostró su capacidad de velocidad por los costados (como en el primer gol, aprovechando el hueco en la espalda de Vangioni) y esa fue la vía para la transición defensa-ataque. Utilizando a Héctor Villalba olvidó por grandes momentos recurrir a la gestación desde el punto central con la doble contención. Al utilizar, ya demasiado, como referencias a los dos centrodelanteros Nicolás Blandi y Mauro Matos no se observó la intención de adelantar a un mediocentro para alguna conexión. En el mediocampo no tuvo peso y perdió casi todo con Sánchez, Kranevitter, Rojas.

Ya con el 1-1 y tras la salida por lesión de Verón por Cavallaro se inclinó el juego por el sector izquierdo aunque dejando demasiadas obligaciones de desequilibrio individual al ex jugador de Unión de Santa Fe. Eso no funcionó. Más no colaboró en ataque al estar más pendiente de Carlos Sánchez mientras que Buffarini lo emulaba con Vangioni y Rojas, quien gestó el gol del empate por aquella zona.

El 4-4-2 fue predecible en cuanto a posiciones y funciones añadiendo además la ausencia de determinados canales de avance hacia el arco rival. No tuvo sorpresa. River siempre creyó en sus métodos, en su estilo, en su idea de juego, en constante movimiento y rotación, y con el pressing habitual que ahoga cualquier jugada, y complicó al Ciclón.

De contragolpe cayó el segundo gol. Un equipo que estaba atacando, pero que quedó partido en el medio y en el fondo y no pudo parar ni a Sánchez en la zona media, ni a Pisculichi en el mano a mano ni a Gutiérrez en la anticipación para el 1-2. San Lorenzo estaba perdido. Arrancó ganando pero nunca se plantó bien en el terreno de juego.

La expulsión de Juan Mercier (de ahí llegó el tercer gol, de cabeza, donde dejaron solo a Boyé) y la última de Mauro Cetto dejaron en claro el nerviosismo que tenían todos. No hacían pie y el arco de Barovero estaba cada vez más lejos.
No hizo pasar el balón por la zona media, donde Ortigoza y Mercier reparten juego y funciones. Se vieron obligados a contener, mientras pudieran, a los volantes rivales, con un despliegue totalmente diferente.

Arrancar ganando implica dos opciones: confirmar la superioridad o sostenerla. San Lorenzo la descuidó. No supo dominar a su rival y no fue capaz de generarle otra clase de problemas.