En River hay una obsesión. Un sueño. Un anhelo. Tiene nombre y apellido: Copa Libertadores de América, aquella que por fin fue a Núñez en 1986 de la mano el Beto Alonso y Tony Alzamendi, luego de perrder dos finales, y que volvió en 1996, con los goles de Hernán Crespo y la impronta de Enzo Francescoli.

Este año se cumplirán 19 años de la última gran conquista continental, y después de seis años de espera el Millonario volvió a encontrarse en una fase de grupos de Libertadores, pero con los laureles en forma de corona de la Copa Sudamericana y la Recopa en su frente. Pasaron 17 diciembres sin trofeos internacionales, y de la mano de Gallardo volvieron por partida doble.

A la Banda copera, en la fase de grupos, les tocó rivales, en principio, más complicados por su localía que por atributos futbolísticos, como San José (Bolivia), Tigres (México) y Juan Aurich (Perú). Sin embargo, al cabo de dos partidos al Millonario se les está haciendo cuesta arriba este Grupo 6 ubicándose en cuarto lugar con solo un punto de seis en disputa.

Sin embargo, haciendo un análisis de ambos encuentros, ¿River mereció tener tan poco? No, en los dos partidos el equipo de Gallardo demostró ser superior al rival, tanto en la posesión como en llegadas, pero el fútbol es un deporte que se gana con goles y en la Copa Libertadores es más importante ganar que jugar bien. Caso contrario, a casa sin pena ni gloria.

El debut de River en esta edición fue contra San José de Oruro, a más de 3.600 metros de altura. El cuerpo técnico tomó medidas para que el plantel se siente lo más cómodo posible, y pese a las condiciones hostiles el equipo se plantó bien, sin carburar de más y hasta con chances claras para marcar (Pity Martínez en el primer tiempo y un remate de Mora en el complemento). No obstante, una pifia de Barovero y un tiro libre le dieron la victoria al equipo boliviano, que mostrando poco se llevó mucho premio.

Anoche, con un campo de juego impresentable para rodar la pelota y desplegar el juego que pretende el DT, nuevamente River asumió el protagonismo, presionando, ganando marcas, generando ocasiones de gol, pero Joffre Guerrón aprovechó una pifia compartida entre Maidana y Funes Mori y no perdonó a Chiarini. En el complemento, de tanto ir a buscarlo, facturó Carlos Sánchez (que tuvo antes dos clarísimas) y en el último minuto Mora la agarró de sobrepique y la pelota...pegó en el palo y se fue. Terminó 1-1 en el Monumental. La frías estadísticas marcan que River solo sumó uno de seis y en una copa que se define por puntos y diferencia de gol son números complicados.

Un arranque inesperado y con un nivel que, si bien es inferior al exhibido el semestre anterior, le bastó a la Banda para ser superior a sus adversarios, aún con los factores externos (césped en mal estado, la altura, los lesionados, el plantel corto). Los rendimientos bajos de Ariel Rojas, Ramiro Funes Mori y Leonardo Pisculichi (que anoche mostró una mejoría) resienten la estructura, pero el equipo hoy por hoy no fue superado

Contra Unión Gallardo pondrá suplentes y guardará todo para el partido contra Juan Aurich en Perú, clave para aspirar a llegar a octavos de final. Caso contrario, el Millo deberá ganar los seis puntos como local sí o sí y sacar un buen resultado contra Tigres en México.

Históricamente River sufrió esta Copa, pero la tiene en su vitrina. Dos ediciones. Si quiere la tercera primero debe pasar la etapa más complicada, que es la fase de grupos, donde deberá hacer cátedra de su efectividad como lo hizo en la Sudamericana. Solo así se avanza de fase y se llega a la gloria. Superar todos sus complejos y mentalizarse en el objetivo será la tarea de Gallardo y sus jugadores, quienes demostraron con creces estar a la altura de las finales. Hay argumentos para seguir soñando y hacer material la obsesión: la tercera Libertadores.