Puede que la cantidad de intervenciones que tuvo Emiliano Rigoni en el partido ante Talleres de Córdoba no hayan sido suficientes como para considerarlo el mejor jugador del equipo. No obstante, sus conducciones indescifrables -maneja los dos perfiles-, a pura velocidad y a campo abierto fueron un arma fundamental para Ariel Holan.

En el Mario Alberto Kempes, Rigoni debió adaptarse al esquema que ideó el entrenador: dos líneas de cuatro bien marcadas, con Martín Benítez por detrás de Emanuel Gigliotti. La tarea que le correspondía al rubio cordobés, era doble: ocupar espacio externo para defender la posesión de Talleres, y estar concentrado para la transición defensa-ataque.

El primer gol de Independiente, cuando el conjunto local era dueño de la pelota, llega de esa manera. Abertura hacia Ezequiel Barco en izquierda, y una velocidad atlética de Rigoni para marcarle el pase. Hacia él iba la asistencia que finalmente terminó en gol en contra y abertura del marcador.

Luego, en el segundo tiempo, se repitió protagonista: el cordobés abierto en banda derecha -lugar que le ha asignado Holan con mucho acierto- para recibir el balón y decidir rápido si ir hacia afuera o adentro. Su facilidad para manejar ambos perfiles lo vuelve indescifrable. Rigoni envió un centro fuerte que obligó al arquero a dar rebote. Emanuel Gigliotti estuvo listo para marcar el segundo tanto.

El ex Belgrano de Córdoba no tuvo inconvenientes en aportar mayor sacrificio a la hora de retroceder. En el mano a mano con su marcador, volvió a mostrarse con confianza para encarar y hacer valer su velocidad. La ausencia de Walter Erviti como un asistente cercano se presentaba como un problema, pero aún así Rigoni pudo marcar diferencias. En lo que va de 2017, es la carta ganadora de Ariel Holan, por desequilibrio, velocidad, variante de perfiles y confianza en sí mismo. Dependerá del propio jugador seguir trabajando de la misma forma para poder darle soluciones a sus compañeros, y alegrías a los hinchas.