El imaginario del Giro, su historia, sus crónicas, muestran el paso Fedaia como el seno de los Dolomitas, el ser o no ser de la legendaria carrera italiana. El sobrevivir a los designios de esta ruta, coronada por el gélido macizo de la Marmolada, convierte al ciclista en intocable. Atravesar ese desfiladero, el de Sottoguda, y encarar la criminal recta de Malga Ciapela transporta al corredor desde una dimensión meramente deportiva a la puramente expedicionaria.

El sentido de ascender este puerto va más allá de los números, las cifras o cualquier argumentación mínimamente matemática. Desde Caprile, en la región del Véneto, hasta el glaciar, puerta del Trentino, se encierran más 40 años de éxitos y fracasos deportivos, llevados a un extremo inmisericorde. Grandes figuras de la historia de este deporte como Erik Breukink, Moreno Argentin, Gianni Bugno, Maurizio Fondriest, Pavel Tonkov o Alex Zülle han vivido en este puerto algunos de sus peores episodios encima de una bicicleta, que les marcaron para siempre. Otros campeones, como Miguel Indurain, Marco Pantani, o más recientemente, Alberto Contador, salieron siempre indemnes y reforzados del Fedaia.

Daniel Friebe, periodista y editor de la revista Procycling, define la Marmolada, dentro de su libro Ascensiones Míticas, como una “película de miedo de la que nos resulta difícil apartar la mirada”. Es esa contradicción entre su belleza paisajística y su asesina dureza la que la hace tan especial. El perfil, de 14 km., es tremendamente engañoso e irregular y las rachas de viento campean a sus anchas, sobre todo en la famosa recta de Malga Ciapela. Unos ingredientes que, mezclados, multiplican de manera exponencial el riesgo de 'pájaras' o desfallecimientos.

Morfológicamente, la vertiente más dura y célebre del puerto, la este, tiene dos partes bien diferenciadas. Un primer tramo introductorio de cinco kilómetros que se inicia en la localidad de Caprile y acaba tras pasar el desfiladero de Sottoguda, un imponente escenario natural que marca la frontera entre lo real y lo fantástico, entre lo humano y lo animal. Como si se hubiera extraído de una novela de Tolkien, Sottoguda es la muralla que separa las idílicas praderas tirolesas de una tierra oscura e ingobernable. Este territorio hostil, de algo más de cinco kilómetros, se corresponde con el famoso 'cementerio de los campeones'.

Las primeras pendientes del puerto, que oscilan entre el 2 y el 7%, vuelven locos los potenciómetros tan de moda en la actualidad, dificultando una aproximación cómoda, fiable. Un aspecto que desconcierta al ciclista y que finalmente echa en falta en ese sector especialmente duro.

En la primera incursión del Giro a la Marmolada, en 1970, la meta se situó justamente en esta zona, en una cota intermedia (km. 8), a la altura de la localidad de Malga Ciapela. En aquella ocasión fue el italiano Michele Dancelli quien obtuvo la victoria, tras sobrepasar en los últimos kilómetros a un desesperado y hundido Italo Zilioli.

El español Francisco Galdós asaltó el liderato del Giro 1975 en la sádica recta de Malga Ciapela

Aun habiéndose cobrado esa primera víctima, el verdadero agujero negro de la ascensión aún no había sido explorado. Vincenzo Torriani, director de carrera en aquella época dorada del Giro, decidió incluir el Fedaia completo en 1975, como puerto de paso en un tappone de vértigo, con colosos como Forcella Staulanza, Santa Lucía y Pordoi.

Aquel 6 de junio fue del alavés Francisco Galdós y del Kas, que desafiaron al batallón de italianos de turno y a las leyes de la lógica en aquellas interminables rampas del 12%. El objetivo era tumbar el rosa de Bertoglio que, a base de sufrimiento, consiguió mitigar la crisis y salvar el liderato por solo 41 segundos.

Desde entonces, la recta de la Marmolada se convirtió en objeto de adulación por los tifosi. Una ancha carretera y de buen firme hace su aparición tras dejar atrás Sottoguda. No hay curvas y la pendiente se mantiene constante por encima del 10%, llegando a picos del 18. El tramo es pasto de la fatiga y los calambres en las piernas, las cuales vienen ya marcadas por una base del puerto tremendamente irregular. Asimismo, el viento helado que desciende por la ladera desde el glacial y las habituales lluvias congelan tanto el físico como las ideas del ciclista.

Una trampa terrorífica, que se esconde bajo un disfraz de montaña idílica. Un escenario desconcertante, donde se han producido algunos de los hundimientos más célebres de este deporte.

De la traición de Roche a la ascensión mística de Pantani

Tras ese estreno completo de la Marmolada en junio de 1975, el puerto estuvo ausente del recorrido del Giro durante más de una década. La etapa Moser-Saronni, a comienzos de los años ochenta, con trazados especialmente suaves, rompió con el modelo de grandes tappones alpinos. Los colosos italianos, como Tre Cime, Faito o el propio Fedaia, no encajaban dentro de esos nuevos postulados de la carrera rosa.

Pero el ocaso de las dos figuras locales a mediados de aquella década permitió la vuelta de los grandes maratones de montaña. Así regresó a la primera plana la Marmolada, que se erigió como puerto clave de una edición inolvidable del Giro, la de 1987. Encuadrada en la 16ª etapa (214 km.), tras un mareante encadenado Gardena-Sella-Pordoi y final en Canazei, la recta de Malga Ciapela fue el escenario de la, posiblemente, mayor traición entre ciclistas de un mismo equipo.

Los sucesos acaecidos aquel 6 de junio en la Marmolada, vinieron precedidos por el asalto al liderato por obra de Stephen Roche el día anterior, ante nada menos que su compañero de equipo y líder en Carrera, Roberto Visentini. El italiano, vencedor final de la pasada edición, se tomó su particular revancha en en mitad de la Marmolada, saltando del grupo de la maglia rosa. Lo sorprendente vino después, cuando el propio Roche, con ayuda de otro gregario de Carrera, Eddy Schepers, abortó la tentativa de su coequipier (min. 16:30 del vídeo) pegándose a su rueda, ante una afición que pedía su cabeza en las cunetas. Aquella dura jornada la ganó el díscolo holandés Johan Van der Velde, que también se llevó el triunfo de etapa del día anterior.

Indurain, Pantani y Contador siempre salieron reforzados en sus incursiones a la Marmolada

Pero la Marmolada adquirió fama mundial gracias al desfallecimiento de Gianni Bugno en 1993, año del segundo Giro de Miguel Indurain. El Fedaia se afrontaba en la etapa reina, otra vez el 6 de junio, dentro de una sucesión de cinco puertos asesina: Costalunga, Pordoi, Marmolada, de nuevo Pordoi y Campolongo. Bugno, vigente campeón del mundo, perpetró un ataque suicida con visos de asaltar la general, en el descenso del primer paso por el Pordoi. Pero Malga Ciapela le frenó en seco y fulminó al de Gatorade.

La mirada perdida de Bugno, su débil pedaleo (min. 2:40 del vídeo), su estampa de zombi en los tornanti finales de la Marmolada dio la vuelta al mundo. El italiano no fue el mismo corredor desde entonces. Llegó a la meta de Corvara Alta Badía con más de siete minutos perdidos con respecto al ganador, el 'Diablo' Claudio Chiappucci. Ese día Indurain dio un golpe maestro a la carrera en Fedaia y Pordoi, vistiéndose de rosa. Un liderato que conservaría hasta el paseo triunfal de Milán.

La relación amor-odio de Tonkov con esta subida marcó su personalidad competitiva

De 6 de junio a 6 de junio, como si esa fecha el centro del mundo girara entre Caprile y Canazei. El siniestro puerto también marcaría para siempre las carreras deportivas de Pavel Tonkov y Alex Zülle. El primero nunca consiguió domar la cima, salvo en la primera ocasión que la afrontó, precisamente el día del hundimiento de Bugno. Sufrió el año de su victoria en la Corsa, 1996, se desvaneció ante Pantani en el 98 y acabó por hundirse allí definitivamente en 2002. A Tonkov le enamoraba ese puerto, con el que reconoció varias veces tener una relación de amor-odio.

Paralela situación para su coetáneo suizo, Zülle. Yendo de rosa y con claras opciones de ganar aquel legendario Giro 98, Malga Ciapela se apoderó de su ser para siempre (min. 6 del vídeo), acabando para siempre con su sueño de verse campeón en Milán. No solo fue la pared dolomítica. El mejor Pirata se cruzó también en su camino. Pantani fue el único escalador que disfrutó en la Marmolada, lugar en la que fraguaría su primer triunfo global en el Giro. Aquel 2 de junio de hace 16 años, el entrañable corredor helvético se dejaría 4:47 en la meta de Selva di Val Gardena, descendiendo al cuarto lugar de la general a más de un minuto del Elefantino.

Pérdida de pedigrí

Los años noventa fueron los años dorados del paso Fedaia. Todos los hombres mencionados, Roche, Bugno, Tonkov, Indurain o Pantani dejaron su impronta, para bien o para mal, allí. Hubo muchas más víctimas en aquella necrópolis deportiva, como Fondriest, Berzin, Leblanc o Chioccioli, que a buen seguro no serán las últimas.

En los últimos años, las visitas del Giro a la Marmolada no acabaron de dejar ese sabor de épica en el paladar del televidente. El puerto siguió siendo parte importante en la resolución de la carrera y fue coronado por grandes nombres del panorama ciclista, pero perdió su carácter decisivo.

Es difícil no acordarse de aquella fuga de Gárate y Voigt en la 19ª etapa del Giro 2006, que acabó con triunfo del por encontes campeón de España, recientemente retirado, en el paso de San Pellegrino. La Marmolada fue aquel día segundo puerto de paso, entre Staulanza y Pordoi, pero fue afrontado a ritmo de tren por los sólidos CSC e Ivan Basso, ganador final aquel año.

Los Giros de 2008 y 2011 fueron los últimos en los que se incluyó el coloso dolomítico. En el primero volvió a ser final de etapa, a semejanza de su estreno de 1970. Allí culminó Emanuele Sella su hazaña de ganar dos etapas dolomíticas seguidas y aseguró el maillot de la montaña. Por su parte, fue un día de grato recuerdo para Alberto Contador, ya que en aquel final de etapa lograría vestirse de rosa por primera vez en su carrera deportiva, en estrecha pugna con Di Luca y Riccò.

El español pasó el trámite del Fedaia siempre con nota. En 2011, afrontaba el último gran tappone dolomítico que se ha realizado, el 22 de mayo. Cinco puertos, entre ellos Cibiana, Giau, Marmolada y el Refugio Gardeccia causaron una gran expectación en todo el planeta ciclista, sediento de épica. Contador se mantuvo tremendamente sólido ese día en el 'cementerio de campeones', si bien obtuvo algunas ayudas puntuales de otros conjuntos en ausencia de gregarios. Aquella etapa, ganada por Mikel Nieve, cumplió con las expectativas, pero la Marmolada volvió a tener un papel meramente testimonial.

Las circunstancias de carrera, la merma de la agresividad en competición y la mejora de la preparación tal vez puedan haber hecho menos fiero a este puerto de lo que fue en sus inicios. No obstante, su historial mítico sigue ahí y la personalidad tan misteriosa como peligrosa de sus rampas no invitan a confiarse. La Marmolada, Lucifer del Giro, aguarda silenciosa disfrazada de montaña a que su víctima preferida, el ciclista, ose a entrar en sus dominios.

· Fuentes: Ascensiones Míticas, de Daniel Friebe y Peter Goding (2012. Lunwerg. Londres); hemerotecas digitales de ABC, El Mundo, El País y Corriere della Sera; Plataforma de Recorridos Ciclistas; archivo de Cyclingnews.