El Paris Saint-Germain ya tiene rival para el 11 de abril. El Bastia, decimosexto de la Ligue 1, disputará ante el conjunto parisino la final de la Copa de la Liga después de dejar en la cuneta al otro multimillonario del fútbol francés, el Mónaco de Dmitri Rybolovlev. No fue, sin embargo, hasta los penaltis cuando se decidió el choque, tras 120 minutos de ínfame fútbol en el que el Bastia pareció más interesado en plantarse en el Stade de Francia allá por el mes de abril.

Pese al buen hacer de Stekelenburg, el portero del Bastia Aréola hizo lo propio deteniendo el decisivo penalti de Moutinho. Una pena máxima que, junto a la anotada por Palmieri, dejaron el devenir del encuentro en la muerte súbita. El destino se cruzó entonces en el camino del conjunto monegasco. Tras mandar Dirar su penalti al larguero, Squillaci, quien consiguió levantar en 2003 este mismo trofeo con el propio Mónaco, anotó el penalti que eleva a los altares a un Bastia que volverá al Stade de France trece años después de su última final, la de la Copa de Francia perdida ante el Lorient (1-0).

El Mónaco jugó con fuego

Así, y con el balón ya en juego, el Mónaco pareció querer tomar el mando del encuentro, una impresión que con el paso de los minutos se fue diluyendo. Conscientes de lo que había en juego, ambos equipos prefirieron cuidar la defensa antes que arriesgar en busca del gol. De esta manera, las ocasiones claras llegaron con cuentagotas. Tras un mano a mano de Berbatov con Aréola, en el que éste le ganó la partida, y un disparo de Germain desde fuera del área, el Bastia sacudió sus miedos y sacó las garras.

A las puertas del descanso, Sio pudo adelantar a los suyos. Sin embargo, y pese al error en la salida de balón del Mónaco, el delantero del Bastia no estuvo certero ante Stekelenburg, que le ganó hasta por dos veces la partida.

Con el inicio de la segunda mitad, el Mónaco se dejo ir, al tiempo que los corsos se hacieron fuertes. Superiores físicamente a medida que el reloj avanzaba, un tiro de Moutinho que se marchó lamiendo el palo derecho de Aréola (58') fue el único atisbo de peligro ofensivo de los monegascos. De esta manera, fue el Bastia el que estuvo cerca de llevarse el gato al agua antes de la fatídica tanta de penaltis. Squillaci (76'), Palmieri (82') y Sio (93') llevaron el miedo al graderío del estadio Luis II, rozando el gol y la clasificación. Sin embargo, el gol no apareció entre los aliados del conjunto dirigido por Ghislain Printant.

Y Squillaci mordió la mano que le dio de comer

Llegó entonces la hora de los penaltis, allí donde no hay favoritos que valgan, allí donde los pequeños también tienen derecho a sentirse mayores. Comenzó el Mónaco tirando, mirando al fondo donde más de mil corsos alentaban a los suyos para hacer realidad un sueño. Martial marcó, a lo que respondió Boudebouz haciendo lo propio. Tras estos dos, Bernardo Silva mandó su pena máxima arriba, llevando una locura que poco duró a la afición visitante. Dos paradas seguidas de Stekelenburg, ante Gillet y Sio, y el gol de Fabinho ponían en ventaja al Mónaco (2-1).

Con los nuevos tantos de Kurzawa y Modesto, uno para cada, el futuro quedó en las manos de Aréola. El portero, cedido por el PSG al Bastia, estiró su mano izquierda para desviar al palo el penalti de Moutinho. Palmieri, siguiente en tirar, no falló y la muerte súbita fue a decidir el encuentro. Toulalan, Marange, Traoré, Ongenda, Echiejile y Cioni marcaron alternativamente hasta ver llegar el fallo de Dirar, quien mandó al larguero su disparo.

Entonces, habló el destino, que quiso que fuera Squillaci, un exjugador del Mónaco, quien decidiera el finalista de la Copa de la Liga 2014/2015. El zaguero del Bastia no falló y batió a Stekelenburg para alegría de una afición que hace cinco años tocó con la punta de los dedos la desaparición de su club. Un equipo, el Bastia, que trece años después de su última final, sigue con el mismo sueño: conocer el sabor de la gloria.