Un león dibuja el escudo azul; un oso el rojo. A pesar de la ascendencia de la simbología, solo el león enseñó los dientes, mientras que el oso cayó en la simpleza y en las garras ajenas, las de un equipo que suma credenciales con cada minuto que transcurre sobre el verde. Porque si algo ha impregnado Tuchel desde su llegada es una doctrina donde el balón se disfruta. Así pasó por encima del Atlético de Madrid, en la ida y en la vuelta, perpetrando su camino al siguiente escalón europeo. El Chelsea se clasifica a cuartos de final 7 años después y prolonga su imbatibilidad a los 13 partidos, cerrando su portería en once de ellos. Números de algo más que un actor secundario. Cuidado con los Blues.

Producto de Tuchel

El técnico alemán hacía valer un tridente cuyos nombres se arrebataron todo el fervor que su fútbol prometía desplegar. Werner, Havertz y Ziyech formarían una punta atestada de millones y expectativas, con Reece James birlándole el carril diestro a Hudson-Odoi. Simeone volvía a los orígenes, rememorando la nostalgia del esquema más victorioso, como aquel que sacudió el Bridge en las semifinales de 2014 (1-3). Joao Félix saldría de su jaula para buscar lo diferente. 

La apuesta "Tucheliana" se justificaría a los 15 minutos, cuando la liquidez del colectivo presentaba una sumatoria difícil de contrarrestar. Puro cloroformo para un Atlético de Madrid cuya presión iba decayendo frente el poderoso argumento que el Chelsea repetía una y otra vez. Porque los rojiblancos intimidaron a la salida, levantando líneas hasta que Kanté pasó a multiplicarse en un ejercicio donde la zaga seguía como un acordeón la partitura de Tuchel. En fase defensiva, la sinfonía cambiaba, dejando el violín por la robustez de la percusión; en fase ofensiva, se cogían los instrumentos de cuerda para aportar esa dulzura y envalentonamiento al ataque. 

Kanté fue demasiado grande para el Atlético / FOTO: Chelsea FC
Kanté fue demasiado grande para el Atlético / FOTO: Chelsea FC

Los londinenses dominarían el contexto de manera aplastante, asaltando el área con incesantes acercamientos donde los 10 pisaban territorio enemigo. El riesgo se balanceaba con el destierro de Suárez, obligándole a vivir a kilómetros de su hábitat. La bestia era sujetada por Rüdiger, con el que protagonizó una carga cuyo resultado bien podría ser punible en LaLiga. Situación pareja a la que sufrió Carrasco minutos después cuando Azpilicueta le agarró al límite del reglamento cuando entraba al balcón del área. La permisividad y el gusto europeo por el juego, regla a aprender en nuestras fronteras. 

El tridente hizo honor a su costo

Cuando el Atleti parecía crecer, la dinamita Blue en forma de talonario derribó la puerta de Oblak. Havertz lanzó el contragolpe, proyectando a Werner hacia la amplitud que el germano estrujaría hasta encontrar a Ziyech para poner el 1-0. El marroquí se reencontraría con la red cuatro meses después para añadir potenciales a su candidatura. Sonreía el Chelsea, sonreía Abramovic con el pequeño romance que habían firmado los protagonistas de su caja fuerte. 

Ziyech materializando el 1-0 / FOTO: Chelsea FC
Ziyech materializando el 1-0 / FOTO: Chelsea FC

Los colchoneros atravesaron ciertos momentos de espejismo, con Llorente atacando línea de fondo y Joao disparando al frontón azul. La superioridad del Chelsea no se traduciría en el número de estiradas de Oblak, reducidas prácticamente a cero. El descanso dejó a Simeone dirigiéndose al vestuario con un gesto esclarecedor: mirada cargada de preocupación, fruto del rapapolvo que el Chelsea le estaba endonsando. 

Desesperación atlética vacía

Sacaría el Cholo a Lodi al descanso, cargado con una tarjeta que le impediría disputar unos hipotéticos cuartos que los atléticos jamás disputarán. Hermoso saldría, pasando durante siete minutos al 5-3-2. Siete porque Moussa Dembélé traería de vuelta el 4-4-2 cuando suplió a Carrasco, pero el tablero seguía inclinado hacia Oblak y no hacia Mendy. Los movimientos del técnico argentino eran neutralizados por el primer peón británico. Ni el Rey ni la Reina se veían obligados a intervenir, y cuando los roles se volteaban, Werner-Havertz-Ziyech se complacían al contragolpe. 

El arquero esloveno sostendría al Atlético sellando dos intervenciones inundadas de la seguridad que su equipo era incapaz de desplegar. Frente al bloqueo, Simeone sacrificaría a su mejor artillero, desparecido en el frente y replegado en la trinchera sin la pólvora nacional. Porque Suárez ha firmado un divorcio doloroso e irreversible, del que él aún no guarda consciencia, pero del que está preso desde hace más de 5 años, los que lleva sin perforar la red lejos de su territorio. Risa maquiavélica del uruguayo cuando la grada pasó a ser su convento. 

La pesadilla europea de Suárez se extiende / FOTO: UEFA
La pesadilla europea de Suárez se extiende / FOTO: UEFA

Correa ostentaría su labor, y Lemar entraría a intentar sumar en una operación destinada al fracaso. Sin claridad alguna en tres cuartos, el Chelsea dejaba caer los minutos sabedor de su superioridad. El Atleti moría en primera línea una y otra vez, quedando atrapado en un bucle monótono hasta el final. Mientras tanto,  Werner se esmeraba en protagonizar las portadas nutriéndose del vértigo que le proporcionaban las líneas madrileñas.

Más por obligación moral que por fe, el Atlético buscaría la epopeya. Sin embargo, solo Joao procesaba esa fe. El portugués dejó atrás los reproches y las sombras para ser la única luz que no vestía de color azul. Tuvo cuatro disparos, todos ellos mermados por el desempeño de una defensa encomiable y en el enésimo contexto donde su figura es imposible que sobresalga. Obligó a Mendy a lucirse en el 92, cuando tras recortar fue el arquero quien evitó la pimienta final. 

Minutos antes, Savic hacía florecer la frustación soltando el codo al pulmón de Rüdiger. Orsato sacaría de su bolsillo la cartulina roja al montenegrino, desquiciado ante la interpretación del central alemán. Rigurosidad del colegiado en una acción que caerá en el olvido por su intrascendencia en el devenir de la eliminatoria.

Emerson poniendo el 2-0 / FOTO: Chelsea FC
Emerson poniendo el 2-0 / FOTO: Chelsea FC

Con el Chelsea celebrando el pase, Emerson redondearía el marcador en el primer balón que pasó por su pies, finiquitando al contragolpe a un Atlético desdibujado y derrotado.

El 3-0 que firmaba el global manifestó cómo solo un equipo propuso y dispuso. El Atlético murió sin esencia ni valentía ante un Chelsea que crece a pasos de gigante en su meritocracia colectiva. El sabor de la derrota quedó en el olvido de los azules tras las especias bárvaras administradas por su flamante técnico. Las individualidades han caído dentro de la orquesta, borrando los duetos o los solos para apostar por una misma partitura. Quizá ahí resida el éxito de un grupo con la ilusión de no acarrear responsabilidad ninguna. Dejen al león "soñar", porque en realidad, ha despertado. 

Un núcleo imbatible por el momento / FOTO: UEFA
Un núcleo imbatible por el momento / FOTO: UEFA