Dentro del campo de las rebeldías poéticas del balón, con la intención de huir y en claro desafío de todo aquello que realmente reproduce estructuras y formas de dominación, existe un perfil de jugador díscolo, tradicionalmente anárquico y talentoso que expresa su creatividad y se rebela encontrando su verdadera identidad, su fuente de inspiración en la peculiaridad de un carácter que le hace diferente. Futbolistas atípicos, fantasiosos con un corazón de cinco pistas que late poderoso en el vinilo negro de la noche.

Díscolos integrales, con todo lo peyorativo y revolucionario que posee el adjetivo, jugadores a un paso de arder en la hoguera, de pudrirse en la cárcel del olvido, pero a la misma distancia de encumbrar su leyenda en lo más profundo de los corazones de la gente. Desde el sentido de un fútbol en resistencia, desafío, rebeldía y tentación, jamás en sumisión, siempre fueron personajes sumamente atrayentes para la gente. Devoramos ávidamente sus historias, oímos y escuchamos atentamente sus rebeldías, pero luego fingimos escandalizarnos con sus leyendas negras. Pues estos futbolistas insurgentes que sienten una atracción fatal por el mundo de la farra, nos mostraron que de la imperfección, de los doce segundos de oscuridad en los que el viejo faro tarda en dar un giro completo, surge la luz y creatividad más bella.

En su mayoría jóvenes con un perfil de extracción humilde, que se agarraron al fútbol por la posibilidad de ascenso social. Muchachos que un buen día pasaron de no tener nada a tenerlo todo, pero que en esencia nunca dejaron de ser aquellos niños pobres a los que la miseria los adiestró para el fútbol o el delito. Dicen que para ser bien educado tienes que haber sido mal educado, que es de naturaleza humana no haberse conformado con lo establecido, haberse rebelado, resistido, confrontado, justo lo que estos desheredados del balón jamás dejaron de hacer.

Qué sería del fútbol sin estos rebeldes que nos hicieron disfrutar aunque sólo fuera a sorbos, qué sería del juego sin aquellos jugadores alineados en el lado complejo de la vida, todos paridos por el mismo Dios de los héroes rotos. Jugadores como ‘Mane’ Garrincha, ese ángel de piernas torcidas que hacía travesuras a bordo del SS Conte Grande, navío en el que atravesó un mar de sueños rumbo al Mundial de Suecia. Un tipo pícaro, incontrolable, que en aquella travesía a bordo del lujoso SS.Conte Grande, burló una y otra vez la estrecha vigilancia de Moreyra para volar y hacer eses sobre la cubierta bajo los efectos del alcohol, su errónea válvula de escape. El bueno de Mané era un hombre con la mentalidad de un niño pequeño, salvaba la vigilancia de Zezé rellenando una garrafa de Coca Cola con ‘agua de fuego’, haciendo ver al entrenador que solo consumía refrescos. A Garrincha la polio le ‘construyó’ un físico desequilibrado, desproporcionado, con un centro de gravedad loco y piernas arqueadas a las que extrajo el máximo partido. Mané hizo de la adversidad y el desequilibrio su modo de vida, jamás hubo tanta magia y arte en otro jugador, nunca otro futbolista anduvo sobre sus amagos para romper una y otra vez al mismo defensor. Víctima de su grandeza y pequeñez, su forma de ser le hizo deambular constantemente por los extremos de la vida, paseando como un funambulista por el alambre de la línea de cal.

Y en aquella línea cal en la que el fútbol es la expresión de un viento cuya firma es la velocidad, descubrimos al Loco Corbatta, genio al que Tita Mattiusi despertaba con duchas frías para hacerle zigzaguear de manera infernal entre las mesas de un bar que era campo de juego, rivales imaginarios que no pueden con un imposible, que es dueño de la raya de cal que pinta la luna sobre la noche… Y sobre las lunas suburbanas, sobre las diferencias horarias que marcan la línea divisoria entre la genialidad y la locura, Jorge González nos hizo todo un tratado de magia. El salvadoreño culpó al jet lag de su discutido inicio profesional en España, pero lo cierto es que no sería capaz de concebir a Jorge y su manera de ser en otro lugar que no fuera la capital gaditana. Por ello los gaditanos pudieron disfrutar con uno de los futbolistas más talentosos y díscolos de los últimos cincuenta años. No hay palabras para definirle, pero la leyenda negra se agranda a idéntica velocidad a la que crece su magnitud como jugador. Con una sola anécdota basta: David Vidal fue uno de los técnicos que más le exigió, Jorge no aparecía en toda la semana a entrenar y luego pretendía jugar, el técnico gallego no pasaba por ahí y un buen día el Mago se plantó, se sacó un paquete de Winston del bolsillo, le dio más de quince toques con el pie sin que cayera al suelo y le dijo: no tienes ni idea de fútbol.

De la desmesura, el exceso y la transgresión, la marea del recuerdo del fútbol británico nos devuelve perfiles y mensajes encerrados en una botella. Uno de ellos el de Stan Bowles “The Maverick”, rebelde del balón que hizo soñar a los aficionados. Un tipo de temperamento salvaje que dejó un manual de asistencias de gol al borde de los precipicios de su anarquía. Tan genial y descarado como fugaz, de un físico privilegiado para el fútbol y una mente dispersa en la ludopatía, el alcohol y las mujeres. Anécdotas y crónicas que estallan en recuerdos de bronce que forman parte del barrio de Sheperd’s Bush y las febriles gradas del Loftus Road. Desbaratador de almas y cinturas que con su fútbol e improvisación dejó colgados a los hoops del QPR. Un juguete desbaratado por los efluvios alcohólicos, cuya biografía atrapa al aficionado, pues son las historias anudadas a la madeja de los contrastes las que siempre nos atrajeron con mayor intensidad. Habituado al juego de todo o nada, declaró que tomaba centramina antes de los partidos como estimulante, valium, y cannabis después, como calmante. Un tipo con un molde de identidad muy similar al de George Best, icono por excelencia de la excentricidad.

Como Bowles la personalidad del mago irlandés había sido fabricada artesanalmente en la barrica de roble de una vida sumergida en alcohol. Icono mediático y estrella del fútbol pop, su melenuda cabellera causó tantos estragos como la electricidad, el ritmo frenético y la frivolidad creativa de un extremo zurdo extraordinario que jugaba con ambas piernas, que además de hacer todo lo que hacía un extremo, trabajaba en la presión, la recuperación del balón y poseía una calidad innata para el gol. Para la historia su exhibición de juego ante las “Águilas de Fuego” de Benfica, y aquel aficionado persiguiéndole por el campo con un cuchillo con la idea de pedirle uno de los rizos de su melena.

"En 1969 dejé las mujeres y la bebida, pero fueron los peores veinte minutos de mi vida”

En su caso jamás fue imaginable tal concentración de talento en un solo futbolista, como tampoco lo fue su grado de excentricidad. Esa personalidad autodestructiva que le caracterizó, fue la que acabó con el futbolista. “Simply The Best”, expuso con ironía el elevado grado de irresponsabilidad y riesgo que entrañaba el hecho de sustituir la creatividad profesional por los excesos. "En 1969 dejé las mujeres y la bebida, pero fueron los peores veinte minutos de mi vida”. Quizás como él mismo dijo, si hubiese nacido feo jamás habríamos oído hablar de Pelé, pero lo cierto es que como contó su mujer, cada noche se bebía dos botellas de champaña con vodka, y por la mañana era imposible levantarlo para que fuera a los entrenamientos. Pasajero genial de la montaña rusa de la vida, nació con el talento y el apellido adecuado, pero quizás todo llegó demasiado rápido, con 22 años tocó la cima del mundo, entonces todos le halagaban, le idolatraban. Todo fue así hasta que un día ataviado con su disfraz nocturno sucumbió al alcohol, y decidió dejar de ser futbolista. Cuando a los 26 años murió el futbolista, comenzó a sucumbir la persona, una curiosa paradoja puesto que ese balón que tanto amó acabó devorándole. Ese fue George Best, un talento grandioso, ágil, rápido y goleador, que refiriéndose a Paul Gascoigne llegó a declarar: "No me llega ni a los cordones de la botella".

Posiblemente Gascoigne no le llegará a los cordones de la botella, pero en cuestiones etílicas me atrevería a asegurar que Gazza le superó con creces. Como en el caso de Best en el espacio de tiempo que le quedaba entre melopea y melopea, intentaba ser futbolista y en eso Gazza era genial. Una infancia muy cruda y un trastorno de obsesión compulsiva modelaron la quebradiza personalidad de Paul, al que el gran actor Michael Cane definió de forma magistral: “Es el hombre que más me recuerda a Marilyn Monroe, no era la mejor actriz del mundo, pero era un estrella y no importaba demasiado que llegara tarde al rodaje” Aquel orondo personaje jugaba como los ángeles, pero bebía como un demonio, era un rebelde sin causa, irreverente y genial. Un tipo incontrolable que jamás tuvo el control de su propia trayectoria vital y profesional. En los umbrales de la parca sigue hoy intentando tomar el control, pero el genio de Gazza quedó atrapado para siempre en una botella lanzada al mar.    

Pues de genios atrapados es esta historia humana, que identifica en Robbie Fowler a otro de esos rebeldes que desafíaron lo establecido con su peculiar personalidad. En su caso encontramos a una de las debilidades de 'The Kop', 'bad boy' de Anfield cuya ficha policial es tan brillante como su cifra de goles con el Liverpool. Junto a Steve McManaman fue el símbolo de los llamados Spice Boys, y desde su debut ante el Fulham (al que le hizo cinco goles) los aficionados 'reds' reservaron un lugar en su corazón para el terror de Toxteh. Fowler jamás tuvo piedad con el adversario, anotó el hat trick más rápido de la historia de la Premier, pero su compleja peculiaridad le llevó a protagonizar uno de los hechos más relevantes y positivos de 'fair play' que se han vivido en la historia de la liga inglesa. En el año 97 en un partido contra el Arsenal reclamó al colegiado que había cometido un error y pidió perdón a Seaman inmediatamente después de simular un penalti. Una pena máxima que envío de forma intencionada a las manos del mítico guardameta inglés. Capaz de solidarizarse con los estibadores en un encuentro de Recopa y ser sancionado por ello, Fowler fue uno de los futbolistas con mayor acumulación de sanciones en su haber. Su tormetosa vida fuera de los terrenos de juego hizo disparar la rumorología, tras especularse con su coqueteo con las drogas, a Robbie no se le ocurrió otra cosa que festejar un gol simulando que esnifaba cocaína mientras olisqueaba la raya de cal del área. Le cayeron seis partidos pero a Fowler le daba igual, pues el terror de Toxteh siempre tuvo la última palabra y la pierna cargada para disparar.

Y fuera de la ley, donde los silbidos de las balas sortean trajes de madera, el rodar de la memoria de un viejo caza recompensas del recuerdo encuentra a los forajidos de leyenda. Pues en los viejos archivos del fútbol, los carteles de WANTED cuelgan de los recuerdos para poner precio a la cabeza y leyenda de los forajidos de la pelota. Jugadores como Nobby Stiles, miope de boca desdentada y cortador de césped conocido en Italia como Nosferatu, y en Alemania como el Ogro Inglés. Salteadores como Vinnie Jones, delincuente habitual de la pelota, temerario del balón y segundo futbolista más expulsado de la historia de la Premier. Capaz de definir y resumir su explosiva personalidad en una sola frase: “Yo, Vinnie Jones, he acabado con la violencia en las gradas. Yo la he llevado al campo”. Evidentes parentescos de villanía y excentricidad que podemos encontrar en otro cuatrero de la pelota llamado Roy Keane, capaz de vengarse y lesionar de por vida a un compañero por una entrada recibida cuatro años atrás.

Entre ellos se eleva y erige en mi memoria cual pueblo fantasma, un cartel de WANTED que nos sitúa sobre la pista y el recuerdo del que para mí fue el último forajido de la pelota: Eric Cantona. Héroe y villano que alzó sus cuellos para echar raíces en la leyenda del mítico club mancuniano, donde encontró al Wyatt Earp que logró controlarlo. Cantona que venía de poner patas arriba Elland Road, desenfundó su número siete para que los 'red devils' vibraran con Eric The King. Un torrente de atributos y el despliegue absoluto de un genio que dejó como legado el recuerdo del último forajido, la desafiante figura de un símbolo. Un genio de cuellos alzados, toque sutil y carácter explosivo que anidó intensamente en los rojos corazones mancunianos. El marsellés demostró entonces lo que siempre había defendido, ser un jugador vocacional, incesante creador de fútbol de barrio. Un futbolista que con su revólver Schofield, siempre a punto para disparar, tuvo tiempo para jugar peligrosamnte en los márgenes de la ley.

No hay mayor dolor ni placer que convertir el fútbol en Carnaval, ser brasileño y llamarse Canhoteiro

Desenfundando números siete por campos de tierra y tacos afilados por la explosividad, el fútbol español encuentra el perfil de un díscolo generoso cuya personalidad dual quedó retratada para bien y para mal en su supersónico carácter. Pues Juan Gómez ‘Juanito’ forajido de la pelota sigue asaltando la diligencia de nuestros recuerdos. En aquellos márgenes de la ley el fútbol quizás se interpreta de una manera mucho más creativa, pues no hay mayor dolor ni placer que verles jugar y leer sus historias inacabadas. Y no hay mayor dolor ni placer que convertir el fútbol en Carnaval, ser brasileño y llamarse Canhoteiro. El fútbol y la vida eran puro Carnaval para Canhoteiro, que no concebía la vida sin el arte, la expresión y sobre todo la diversión. Antes de ser profesional fue camionero de día y músico de noche. Y en los viejos acordes de aquel violón descansa la armonía mágica de un extremo zurdo y puro bohemio que por su increíble inventiva y capacidad para el desborde, se ganó el apodo de “O Mago”,” Mandrake” y “Cantinflas”. Pues qué sería del fútbol sin Carnaval, sin el Dr.Sócrates que jamás creyó en un fútbol físico y se rebeló con un balón al que vistió de elegancia y democracia Corintiana, que sería del Carnaval del fútbol sin Ronaldinho, su sonrisa y su batucada del gol, sin personajes como Heleno de Freitas "Gilda" moldeado por la locura que hacía volar naranjas con el suave golpeo de su pie, Dada “Maravilha” delincuente habitual que anotó el gol de la pobreza. ¿Qué haríamos sin los dibujos animados de Romario?… ¿Qué habríamos hecho sin los suburbios de Rio donde los niños encuentran en la pelota su tabla de salvación y apenas se subsiste y se tiene para llegar a la siguiente aurora?

¿Qué habríamos hecho sin Talentino Cassano?, Peter Pan italiano e ídolo de la grada San Incola, insolente que nada más pisar el vestuario del Roma se acercó a decirle a Batistuta: mira el viejecito... que quiere meter 20 goles este año. Aquel que jugaba como los ángeles, pero se expresaba como mil demonios, que haciendo gala de sus “cassanate” en uno de sus primeros entrenamientos con el equipo romano, tras uno de sus habituales caños, espetó a un compañero "Hai sempre le gambe aperte, come tua madre" (siempre tienes las piernas abiertas, como tu madre). Pues como acabamos de comprobar hasta a Italia se le escapan personalidades moldeadas por la polémica y la excentricidad. Personalidades como la de Giuseppe Meazza, primer ídolo de la afición transalpina, fumador y bebedor empedernido, que puso a Italia a sus pies.

En el desmesurado gusto por la extravagancia encontramos perfiles como el de Balotelli, empeñado en hacer buena la acepción en latín de la citada palabra: extra vagari, que sugiere que extra vagar es caminar por donde jamás antes se caminó. Circunstancia que le otorgó un carácter especial pero de naturaleza ingobernable. De piel extravagante, amoldada como un guante a su personalidad, posee un talento descomunal, pero los muebles están cambiados de lugar en su cabeza. Superviviente de extracción muy humilde, acostumbrado a golpear antes de recibir el primer golpe. La relación amor/odio de “Locatelli” con sus entrenadores, compañeros y aficionados, acumula vivencias y encontronazos para varios libros. Mourinho y Mancini le conocen bien, el primero no pudo con él y el segundo llegó a declarar: ‘Todos los días estoy peleando con Mario. Hay ocasiones en las que me gustaría darle un puñetazo’. A lo que ‘Balo’ respondió:  ‘No podría hacerlo. Hago Tahi-Boxing’  Simplemente Mario Balotelli, capaz de incendiar a la grada tanto de cariño y admiración, como de odio e indignación, loco genial que extrapoló a tal extremo esta realidad como para incendiar su propia casa jugando con fuegos artificiales. 

..Y tan alta vida espero, que muero porque no muero…, al menos eso debió pensar Gigi Meroni, la farfalla granata, otro de esos genios que hacía del fútbol poesía. En tiempos en los que la selección italiana exigía futbolistas con el pelo corto y perfectamente uniformados, ‘Calimero’ aparecía con su pelo largo, bigote, pantalones campana y una gallina atada que paseaba como mascota, a la que pregunta incesantemente si Meroni debía ir con la selección. Ese era Meroni, un tipo que amaba el jazz, la literatura, escribía poesía y diseñaba su propia ropa, un extremo que perdió la vida por un helado y dicen que fue el reflejo italiano de George Best. 

Futbolistas geniales sin rumbo, carasucias como Sívori que se empeñaron en devolver el fútbol al potrero, irreverentes como Maradona que hizo del fútbol su revolución, genios orondos y perezosos como Matt Le Tissier, excéntricos porteros como Higuita, que firmó su rebeldía sobre un terreno de juego creando el escorpión. Hombres que reinaron y otros que jamás pudieron reinar, perdidos en el fútbol de ascenso como Robin Friday, el Pelé de Hammersmith, al que buscaban de taberna en taberna no para que acudiera entrenar, sino para que atiborrado de cervezas, disputara y resolviera los partidos con goles propios de Garrincha o Best. Como el “Trinche” Carlovich, jugador genial como escapado de un cuento de Fontanarrosa que se difumina por la niebla del olvido, pero pasea imperturbable su grandeza por la memoria de todo un pueblo. Símbolo del romanticismo del fútbol, un jugador fantasma que dejó en el reloj de arena del potrero todo un tratado de la sobrenaturalidad del juego. Un tipo que nunca concibió el fútbol como una actividad profesional sino como un juego, por ello jamás fue amigo de los entrenamientos, las concentraciones y todo aquello que tuviera relación con el sacrificio físico.

Por el desfiladero de la fama se despeñan cada día estrellas estrelladas pues la crónica mundana nos devuelve incesantemente perfiles prodigiosos de peregrinos golpeados por el sufrir y el gozar. Relojes destripados por el tiempo de una noche bohemia y convidada a la quimera de la juventud. Outsiders del fútbol como Ibrahimovic, peleados con el mundo pero absolutamente enamorados del balón, díscolos de corazón para una noche de ojos abiertos, niños que jugaron a ser dioses, pero que acabaron comprobando que no eran más que hombres de hojalata, espantapájaros y leones de El Mago de Oz.

Foto 1: www.decabecita.com

Foto 2: www.futbolbritanico.com

Foto 3: www.futbolingles.es

Foto 4: www.futbolbritanico.com

Foto 5: www.telegraph.co.uk

Foto 6:  futbolytu.blogspot.com

Foto 7: www.vavel.com

Foto 8: historiasdelcalcio.wordpress.com

Foto 9: balls.ie

Foto 10: www.taringa.net

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Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.