Los derbis son siempre especiales. Representan el sentimiento de rivalidad contra el vecino, ése con el que uno compite. En la infancia el vecino del portal de enfrente puede ser enemigo, basta con verle los andares. Nada más que decir si pertenece a la clase de la otra letra del curso, entonces la rivalidad en el patio es irreconciliable. Los partidos del colegio viven un derbi diario, los del "A" contra el "B". No hay cosa peor que perder y pensar en ello durante toda la tarde. Lo bueno es que la revancha es inmediata.

Este fin de semana se disputa el derbi gallego por excelencia. Deportivo de La Coruña y Celta viven actualmente una temporada de estabilidad, con buenas expectativas para conseguir el respectivo cometido de cada uno. Se consiga o no el objetivo de ambos, el plus que ofrece la victoria en el derbi es casi equiparable. Representa bajar los humos a ese incordio. Es mandar el mensaje que tú, por muy bien que esté el otro, estás mejor. Y cuando se va a sacar pecho siempre es bueno conservar un as bajo la manga.

Deportivo de La Coruña y Celta han atravesado temporadas duras, tiempos de inestabilidad institucional, añoranza por los viejos tiempos y el temor que existe por no volver a vivirlos. En la década de los noventa, con la eclosión del Súper Dépor, los partidos que enfrentaba a ambos tomaron un nuevo cariz. La nueva imagen que dan equipos que comienzan a crecer y quieren ser más que el rival vecino. Es inevitable la confrontación.

Los éxitos del Deportivo de Bebeto, Mauro Silva, Arsenio y Lendorio fueron recibidos como un soplo de aire fresco en la competición liguera por todos los aficonados. A buen seguro que en Vigo no se tuvo esa sensación. Allí esperaban al derbi para saldar viejas cuentas. Para demostrar ante España entera que no solo del Deportivo vivía el fútbol gallego. Pero el encanto coruñés era difícil de igualar. Que se lo digan a Javier Irureta, que después de armar un más que interesante Celta en la temporada 1997/1998 llegó a Riazor para ganar en el año 2000 la primera y única Liga del equipo coruñés.

No hay mejor rivalidad que la que ofrecen los buenos futbolistas y los grandes entrenadores

Aquellos enfrentamientos a caballo de siglos ofrecieron momentos inolvidables, con futbolistas de talla mundial en ambos equipos. Ambas aficiones se creían afortunadas de tenerlos. Mostovoi, Karpin, Revivo, Makelele, Djalminha, Fran, Mauro Silva, unos con Víctor Fernández y otros con Irureta. Todos ganaban viéndoles. Ellos sufrían por demostrar quién era el mejor. Fue el culmen de la rivalidad, porque no hay mejor rivalidad que la que ofrecen los buenos futbolistas y los grandes entrenadores. Sin ellos la emoción se reduce.

Después llegaron los descensos y los tiempos de aislamiento de la primera plana del fútbol español, pero a los aficionados que entusiasmaron en toda España les quedaba la morriña de aquellos grandes partidos. Han pasado muchos años hasta ver a los dos equipos, a los dos vecinos, en una situación confortable.

Por un lado el Deportivo, que no hereda a los grandes futbolistas de antaño, pero que ofrecen un bloque unido, sin excesos, pero con un aire de optimismo despues de un años con síndrome de ascensor sin mayor huella que la estadística. Por su parte el Celta, el que aglutina a una unanimidad que afirma que es el equipo que mejor juega. Desde luego que con su fantástica colección de centrocampistas, bajo una dirección tan silenciosa como efectiva de Berizzo, no se puede conseguir menos. 

Y así intentarán que el lunes, los ganadores puedan mirar con cierta altivez a tu vecino de portal, a ese que iba al "B" y que habrá sufrido el fin de semana sabiendo que ambos se cruzarían. A fin de cuentas eso es el derbi. Eso es el fútbol para el hincha.

Héctor Sierra, madrileño, es redactor en VAVEL.com