Volvió la Copa de la ilusión. Volvieron los partidos de ida y vuelta, el todo o nada, las eliminatorias y los sueños de muchos aficionados. Sobre todo, los deseos de los hinchas de aquellos clubes que saben que en Liga, pocos éxitos van a lograr nada más que mantenerse en Primera División año tras año. Por esa razón la Copa 'mola', gusta, divierte, entusiasma, da oportunidades, reivindicaciones y, en definitiva, se vive de otra manera. El Espanyol es uno de ellos; sabe de que va esta competición -que ha ganado en cuatro ocasiones-, y tras llegar a semifinales la temporada pasada, ha dejado el listón bien alto.

El conjunto catalán afrontaba este partido tras la desastrosa derrota en el Calderón en Liga, no tanto por el resultado (1-0), sino por la imagen de incapacidad que mostró, dejando patente un necesario lavado de imagen. Para llevar a cabo éste cambio de look, visitaba un Ciutat de València con una pobre entrada y con un rival más tocado todavía.

El Espanyol domina, pero no marca

El Espanyol salió al campo de estreno para la ocasión, vestido de un blanco categórico y con muchas novedades. Debutaba Bardi en la portería y los no habituales Ciani, Raíllo, Correa, Burgui o Montañés partían de titulares en el once de Sergio González. Los blanquiazules fueron amo y señor de los primeros 45 minutos. Así de claro, sin miramientos. Tuvo el control, la posesión, el ritmo, aportó las llegadas y las ocasiones de gol... dominó.

Únicamente se produjo un susto por parte del Levante; un mano a mano de Ghilas ante Bardi, en el cual el central Raíllo fue el más avispado salvando al italiano. En la otra portería, Diego Mariño, con tres paradas espectaculares; una falta directa a Salva Sevilla, un disparo a Víctor Sánchez y un cabezazo a Gerard Moreno, mantuvo a los locales con la meta a cero hasta el descanso.

Los revulsivos dan el paso adelante

Más de lo mismo en el segundo acto. El equipo de Sergio González daba la sensación de poder ir ganando en el marcador, con una comodidad y un ritmo de partido controlado. No obstante, dicha sensación de tranquilidad es preocupante con un 0-0, y si encima no eres capaz de abrir la lata, puede volverse peligroso.

Mariño continuaba siendo un muro de hormigón, inexpugnable, sólido, inquebrantable. El Espanyol seguía fluyendo como el caudal de un río, firme, estable, resistente.

Los dos técnicos movieron el banquillo en busca de una marcha más en sus engranajes. Rubén García entraba por Traver (64'), y Mamadou sustituía a  Gerard Moreno (67') en el Espanyol. Ambos activaron los mecanismos de ambos equipos. Fue, sin embargo, el delantero senegalés, en la primera pelota que tocó, quien se escapó de Feddal (ex del filial periquito y que debutó con Pochettino) y definió perfectamente para inaugurar el marcador. Llevaba dos minutos en el campo y al fin consiguió batir a Mariño. Su primer gol oficial con el primer equipo.

Minutos después, Duarte hizo de las suyas en el área granota, pero Mariño -una vez más- despejó con los pies mientras la grada reconocía la inmensa jugada del lateral andaluz. Una grada, por cierto, con un una numerosa expedición blanquiazul que viajó a Valencia para animar a los suyos. Pura ilusión. ¿Será la Copa que enamora?

Rubén García, el revulsivo del Levante de Rubi, se encargó de animar un poco los últimos minutos con su velocidad y con un remate de chilena casi desde fuera del área que salió desviado.

Un minuto después, una buena internada de Xumetra permitió que Roger Martí empatara el encuentro a seis minutos del pitido final. A partir de entonces, hubo opciones para ambos pero ninguna de ellas claras, aunque el público reclamó un penalti sobre el levantinista Roger en la última acción del choque.

En defintiva, el Espanyol, que jugó algo mejor que el rival, tendrá que esperar hasta el martes día 15, dentro de doce días, para saber el desenlace de esta eliminatoria que se decidirá en Cornellá- El Prat. A cara o cruz, no hay otra. Así es la Copa.