Las remontadas se consiguen con alegría. Y como durante toda la temporada, la UE Llagostera en casa es feliz. En Palamós, el equipo transmite una felicidad contagiosa, radiante y abrumadora. Hasta los rivales parecen sumarse a éstas fiestas organizadas por el conjunto de la Costa Brava cuando está de buenas.

Y por supuesto, el Real Oviedo no quiso perderse el evento y se presentó en Palamós muy educadamente y con un par de botellas de sidra como cortesía de buen invitado. Se las bebió el Llagostera.

Tras un comienzo de fiesta algo soso por parte de los tímidos invitados asturianos, los muchachos de Oriol Alsina comenzaron pronto a bailar al son de la música que pinchaba Pitu. Y en éste tipo de guateques, José Carlos es el amo de la pista. Se animó y comenzó con un nuevo recital de bicicletas, taconazos, regates y florituras que pronto pusieron en pie al público de Palamós. Y a los 17 minutos, Natalio escanció la primera sidrina a la salud de todos los presentes. Un control maravilloso tras un pase al hueco, un recorte espectacular que tumbaba al defensa y un golpeo de balón con mucha fe ante el portero ovetense. Era el primer gol.

El Oviedo no acababa de encontrarse cómodo y se intentó animar con algo de posesión de balón, pero a esas alturas los locales no permitían sustos. No concedieron ni una ocasión de gol a los asturianos en toda la primera mitad. De hecho, el Llagostera siguió creando jugadas y peligro que bien pudieron significar la sentencia del choque y el fin de la fiesta. Todo era jolgorio, risas y alegría en Palamós. Otra vez, la UE Llagostera estaba dando la cara buena.

El Oviedo y su ramalazo de equipo grande

Pero tras el descanso, los asturianos, que no son nada pequeño, se acordaron que la fiesta a la que realmente quieren ir, está un piso más arriba, en primera división. Salieron con todo. Escondieron la otra botella de sidra y ofrecieron al Llagostera empanada asturiana. Y mientras los locales comían, los visitantes trazaron un maléfico plan para aguarles la fiesta. Toché, que tras un rechazo en un mano a mano que paró René a Susaeta con el pie, remató a puerta vacía y de manera incomprensible, fuera. Y más tarde Koné, muy activo, que remató a bocajarro provocando otra vez el paradón de René que desvió a córner con la punta de los dedos.

La fiesta ya no divertía al público de Palamós, que empezó entonces a sufrir y a mirar demasiado pronto el reloj. Y el Oviedo, ya desatado, se hizo con el tocadiscos para poner sólo la música que les gusta.

En pleno festín asturiano y con el Llagostera sin perder la compostura ni un sólo momento, Koné remató en posición acrobática para lucimiento, otra vez, de René. Y el momento cumbre de la reacción asturiana, un lanzamiento de falta de Edu Bedia que se estrelló en el larguero y que botó justo sobre la cal. Los locales, en estado de pánico.

Pero mientras el miedo y el sufrimiento se apoderaban de la grada, Pitu y Natalio hacían de las suyas. Como dos niños traviesos, uno se hizo otra vez con el tocadiscos y cambió la música. El otro, pillo como ninguno, encontró a los 81 minutos la otra botella de sidra, la abrió y la escanció para ofrecer a todos un brindis que ya era definitivo. Con un pase de la muerte de Pitu y un remate a gol que vale tres puntos de oro, ponían el 2-0 definitivo y tranquilizaban a los sufridores aficionados que, ahora sí, ven que todo es posible en Palamós. Las fiestas aquí, siempre acaban bien.

Dentro de siete días, otra vez en la Costa Brava, el Llagostera organiza una fiesta, ésta vez andaluza, contra el Córdoba. Están todos invitados, pero cuidado con Natalio: no se pierde una sola fiesta y siempre se divierte.