El Atlético B ha perdido una ocasión de oro para colocarse líder de grupo tras empatar contra el Pozuelo en un partido muy gris en el que no hubo demasiadas ocasiones claras en ninguna de las dos porterías.  

En unos primeros minutos en los que escasearon las oportunidades y la continuidad en el juego, la magia la puso Nico Schiapacasse. Situado en la izquierda, el sector por donde el Atlético salía la mayoría de las veces, era el jugador al que se veía capaz de generar algo diferente. De este modo tazó un par de diagonales que generaron peligro, sobre todo una, en el minuto 23, que terminó con un disparo que salió rozando el poste izquierdo de la portería de Salva. No obstante, y a pesar de la sensación de que cuando la tenía el uruguayo cualquier cosa podía pasar, el Atlético B no estaba cómodo en el partido y le costaba mucho generar algo de peligro. Por lo general, las jugadas de ataque rojiblancas morían con una recuperación del Pozuelo en banda o con un pase errado al aproximarse a la frontal del área.

Sin haber creado demasiado en ataque, los de Óscar Fernández se encontraron con un penalti –bastante claro- por un agarrón de un jugador del Pozuelo en la salida de un córner. El encargado de lanzarlo fue Schiapacasse… pero falló. Además, minutos más tarde, el Pozuelo tendría una ocasión clara como consecuencia de un despiste de la defensa rojiblanca, que se dejó ganar en velocidad. Por suerte para los colchoneros, Carlos Marín respondió bien en el mano a mano y el 0-0 se mantuvo en el marcador.

Así se llegaría al descanso, con la presión al alza para los locales, que debían ganar para continuar en su lucha con el Adarve y el Móstoles URJC por el liderato del grupo VII. Al principio de la segunda mitad el Atlético cambiaría de zona para atacar a la derecha, donde estaba el incombustible Arona y donde Zaka venía a hacer los apoyos. Desde el centro, Nacho se desmarcaba a la espalda de los centrales del Pozuelo  y en los primeros minutos los rojiblancos estuvieron cerca de filtrar algún pase.

En el minuto 54 llegó lo que pudo ser una tragedia para los colchoneros: el colegiado señaló penalti –igual de claro que el anterior- a favor del Pozuelo. Si los visitantes lo convertían el partido se le pondría más cuesta arriba al filial rojiblanco, que se estaba viendo incapaz en ataque. Pero volvió a aparecer Carlos Marín, que le adivinó las intenciones al delantero rival y detuvo el penalti.

Acto seguido, Óscar Fernández empezó a quemar cartuchos desde el banquillo con la entrada de Rubén por Tachi y Juan Moreno por Nacho, cambios claramente ofensivos que cambiaron la disposición táctica del Atlético: Arona bajó al lateral derecho, Juan Moreno ocupó el extremo de esa misma banda. En la izquierda se situó Sergi como lateral y Rubén y Rober se movían alrededor de Zaka, el único delantero más fijo.

El impacto de los cambios en el juego y en el volumen de ocasiones fue casi nulo. Es más, la más clara de esos minutos la tuvo el Pozuelo, con un remate al poste de Busto. Los minutos pasaban y a los colchoneros se les escapaba un partido del que a priori era favorito, tanto por su posición en la tabla como por su condición de jugar de local.

En los minutos finales, el Atlético centró su ataque en el uso de centros laterales desde la derecha, donde había más profundidad gracias a la sociedad formada por Arona y Juan Moreno. Los visitantes parecían renunciar a la posibilidad  de contra y empezaron a encerrarse en su campo, donde se sentían cómodos y apenas sufrían. En los compases finales, el filial colchonero consiguió generar cierto peligro, pero a la postre el balón o se marchaba rozando el poste de la portería de Salva o no era claro porque los jugadores llegaban forzados. 

El gol no llegaría y el Atleti tuvo que conformarse con un empate que sabía a muy poco pero que no podía decirse que fuese injusto, ya que el partido de los colchoneros fue bastante pobre en líneas generales. Pese a esto, perder dos puntos no es tan dramático gracias que el Móstoles tampoco consiguió ganar su partido contra el Rayo B (1-1)