No se habla, no se dice, pero entre algunos suspiros que se escondían entre los ladrillos del Vicente Calderón, entre algunas conversaciones entre amigos de esos de toda la vida, de esos a los que unió el sector 215 o del 320 - o qué más da- del estadio que se erige a orillas del Manzanares, se dejaban entrever conversaciones en las que, de lejos, se atisbaban resquicios de emoción, resquicios de ilusión pensando sin querer -porque no les deja el Cholo- pero al final queriendo, en esa pelotita que mueven unos niños y con la que suena el himno de la Champions.

Hoy el Villarreal visitó el templo del Atlético y los jugadores, arropados pero alejando la vista de Europa, se centraron desde el primer instante de partido en abrir las compuertas del submarino de Fran Escribá. En el Fondo Sur se encargaron de recordar uno a uno la historia del conjunto rojiblanco en un gesto que recuerda a aquellos que se atan sus bufandas colchoneros que el Calderón tiene fecha de fin.

La muralla de Andrés

Correa y Gaitán fueron los elementos más anómalos que introdujo Diego Pablo Simeone en el once rojiblanco. El Cholo quería la victoria y así se representó sobre un Antoine Griezmann que hizo más kilómetros que el Correcaminos -y ya es decir-. Andrés Fernández fue el encargado de parar una y otra vez las embestidas de un Atlético que quería derrumbar cuanto antes el muro amarillo. La más clara de la primera mitad arrancaba en las botas de Koke y acababa rematada por un francés omnipresente, el portero visitante detenía y el rechace caía sobre un Gaitán que volvía a chocarse contra la muralla valenciana. El Villarreal echó el cerrojo y a Simeone sólo le valía insistir.

Los de Escribá, muy colocados, se vieron embotellados por la chispa del Atlético. Los visitantes aguantaron el chaparrón local y ceñidos a la solidez de Andrés Fernández llegaron al descanso con el marcador a cero y sin incomodar los guantes de Jan Oblak. A Simeone sólo le quedaba una técnica: insistencia.

Sorpresa en el Manzanares

El descanso no amedrantó las ganas del un Atlético que salió con la misma intención de juego, con calma sí, pero en busca del gol que el Calderón esperaba al ritmo de "oh forza Atleti mete un gol". Fue Gaitán el que la tuvo más clara en los primeros compases para hacer el tanto rojiblanco. Era el minuto 54' cuando el argentino se encontraba con un uno a uno ante un enorme Andrés Fernández, que aparecía una vez más y le sacaba una mano de plomo ante la incredibilidad de la afición colchonera. Simeone movía ficha: Carrasco y Gameiro por Correa y Gaitán.

Poco le duraba la alegría de Carrasco porque instantes más tardes de pisar el verde era sustituido por un Fernando Torres que cerca estuvo de llegar y besar el santo. Recibía el 'Niño' con hambre de gol y con la testa la enviaba susurrando al palo izquierdo de la portería amarilla. Mientras tanto, en el fondo sur del Calderón seguían con su particular baile de banderas. El Atlético no aprovechó sus ocasiones, algo que les acabó pasando una cara factura.

Era el minuto 81' cuando en una jugada del equipo de Escribá, se le estropeaba al Atlético la estrategia, Bakambu se la ponía a Soriano que con la testa la enviaba al fondo de las redes de Jan Oblak para subir el primero al marcador, a los rojiblancos les salía el tiro por la culata, el submarino supo aguantar y escudado en un inderrumbable Andrés Fernández esperaron a su ocasión más clara para materializarla y convertirla en tanto, la consecuencia: tres puntos.

Así acabaron los de Escribá con la racha de un Atlético que llevaba nueve jornadas sin probar el sabor de la derrota. Así es el fútbol, no hay nada escrito, el Calderón volvió a ser testigo.