Acto de incredulidad. Así comenzó una noche donde numerosos frentes estaban abiertos en Chamartín. Benzema, entre la espada y la pared, tardó doscientos cuarenta segundos en volver a desesperar al madridismo. Además, las dos derrotas en Girona y Tottenham obligaban casi por ley al Real madrid a hacer una exhibición de fútbol en toda regla para recibir el perdón de su afición. Una semana dura, donde la labor de Zinedine Zidane se ha cuestionado hasta el límite de añorar figuras como la del triunfante caballero inglés Morata o la del siempre intenso Pepe. Para colmo, el Madrid navega por un mar revuelto, en el que el navío culé se aleja escoltado por el sorprendente Valencia y el irregular Atlético.

Los insulares aterrizaron en el Bernabéu con su última visita muy presente. Las Palmas logró silenciar el Bernabéu a principios de este mismo año con la batuta de Quique Setién. Hoy, debían olvidarse de que están bajo las órdenes de Ayestarán y con la Segunda División susurrando tras la oreja. 

La motivación obligada que transmite el himno que recuerda la hegemonía madridista en Europa se deshacía cada minuto que transcurría en el Bernabéu. Los primeros compases de partido mostraban a un Madrid bien plantado arriba, con Benzema y Cristiano deambulando a la espera de que la omnipresente calidad de Isco les hiciera llegar un esférico para convertir en tanto. Muchos llegaron al partido deseando que el espíritu Champions se transfiriera a una competición que ha dado tantas alegrías al Real Madrid. 

La primera parte estuvo marcada por la inestabilidad. El centro del campo, huérfano de las labores de Luka Modric, facilitaba las transiciones ofensivas en contraste con los huecos ofrecidos a Las Palmas. Vitolo y compañía rompieron con la posesión monótona Del Real en varias ocasiones. Sin embargo, los errores fueron tapados conforme el descanso se acercaba. Así, Ronaldo se empeñó en seguir con el ansia goleadora para activar al Madrid. Hasta que lo consiguió.

Ante la resistencia defensiva que impedía al Madrid jugar entre líneas, el balón parado fue el recurso óptimo para abrir la lata. Casemiro cabeceó al segundo palo provocando el alivio generalizado en el graderío blanco. Entre las idas y venidas la escuadra madridista volvió a recordar cuántos puntos les brindó los saques parados en la campaña anterior.

No había margen de error tras la reanudación. Zidane ejerció presión sobre los suyos en el vestuario. El Real Madrid salió al césped y casi mete la pata al cometer un posible penalti sobre Vitolo. Afortunadamente, del error nació la maravilla.

Asensio dejó el detalle de la noche

Marco Asensio volvió a demostrar a su entrenador que la confianza es el agua que da vida a los destellos de su calidad. La titularidad ante el Eibar le hizo reencontrarse con el gol de nuevo, tras casi un mes y medio de ausencia goleadora. El balear volvió a empezar desde el inicio ante Las Palmas y el Madrid recogió sus frutos. Un balón rechazado a la frontal del área que llamaba a ser golpeado se convirtió en una nueva obra de arte de Asensio. El número veinte del Madrid, con alma de ‘10’ por su incesante empeño en derrochar magia, peinó el esférico de tal forma que Raúl Lizoain casi se vio obligado a dejar que entrara por la belleza del chut. Su forma tan ambiciosa de jugar en los momentos posteriores al tanto parecía reclamar una presencia obligada en el verde del Bernabéu.

El fútbol rápido no desapareció de las botas madridistas a pesar del resultado cómodo. Había deudas que saldar y hoy era el día. El Real Madrid insistía tanto por creación como por vía contragolpe en saciar su sed de victoria. Además, contaba con el factor Cristiano: cuando el luso no marca, un gol más nunca sobra. La banda derecha se transformó  en una autopista para que Ronaldo se disfrazara de atleta como antaño. Isco, por la izquierda, solo tuvo que empujar el esférico para culminar. 

Si la tarde se amenizaba con la duda de que si el Madrid repetiría las debacles de Londres y Girona, los aplausos repetidos a partir del segundo gol negaron cualquier intento de reflexión sobre el compromiso del Madrid. La victoria es una firma de contrato del madridismo con la plantilla: una promesa exigente y necesaria en estos tiempos revueltos.

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Sobre el autor
Tomás Jiménez
Todos queremos volver a ver el fútbol con el que los jugadores se manchaban de barro. Escribiendo sobre la selección española y el Granada CF. Antes en Capital Deporte.