Valladolid, 18 de noviembre de 2017. El Real Oviedo, después de dejar una imagen esperpéntica en el José Zorrilla, se vuelve a casa con la sensación de que queda mucho, mucho trabajo por hacer.

Los 2000 aficionados carbayones que poblaron las gradas del Estadio de la Pulmonía se veían derrotados ya desde el minuto tres de partido: el partido de la sentencia de Juan Carlos Sánchez.

Ese encuentro fue, sin duda, un punto de inflexión que llevó en volandas al equipo hasta una tercera posición que solo estaba separada por el ascenso directo por el golaverage general y, por tanto, de la segunda plaza, ocupada entonces por el Cádiz.

Jaime Mata celebra su gol ante el Real Oviedo, en el partido que supuso el cambio de chip en los carbayones. | Imagen: La Liga
Jaime Mata celebra su gol ante el Real Oviedo, en el partido que supuso el cambio de chip en los carbayones.  Imagen: La Liga

El comienzo de la resurrección

A partir de aquella fría tarde de noviembre en Valladolid, el equipo se repuso. Comenzaron a llegar los resultados, tanto en casa como fuera, aunque no sin sufrimiento.

Recuerden, sin ir más lejos, la victoria en el Viejo Nervión, ante el Sevilla Atlético, por la mínima y con un hombre menos desde el ecuador de la primera mitad.

El parón navideño no pareció disipar de la vista el objetivo del conjunto carbayón y el turrón no impidió que se consiguieran puntos tan difíciles como valiosos, tanto en Vallecas como en Huesca. El empate en casa del rocoso Reus abrió la semana del derbi asturiano.

El partido de nuestras vidas

Nerviosos, con ganas, con incertidumbre… así iban todos los asturianos al trabajo, a clase o a entrenar durante la semana del 29 de enero.

Llovió. Llovió mucho, muchísimo. El tiempo fue un factor que quiso poner su granito de arena para que ese gentilicio, el de “asturiano”, tuviera más significado aún si cabe, en el mejor derbi de la historia. Sí, ese que hacía casi quince años que no se disputaba en el Carlos Tartiere.

El partido, como no podía ser de otra manera, fue declarado de alto riesgo por la Comisión Estatal contra la Violencia, el Racismo, la Xenofobia y la Intolerancia en el Deporte, pero las dos aficiones dieron una lección de deportividad.

Se colgó el cartel de “No hay papel” en las taquillas del feudo azul. Normal, ese papel se había empleado además de en las entradas, en el tifo más bonito que se haya podido hacer jamás. “Oviedo, por todo y ante todo”, rezaba el lema de una imagen que podríamos comparar con un cuadro de Monet.​

Así lucía el Fondo Norte del Carlos Tartiere instantes antes del comienzo del Derbi Asturiano.
Así lucía el Fondo Norte del Carlos Tartiere instantes antes del comienzo del derbi asturiano.
Imagen: Real Oviedo.

¿La salida al campo? Espectacular. Los focos del estadio con más capacidad del Principado iluminaron a los 22 protagonistas. El impresionante mosaico y la imagen de Santa María del Naranco, el edificio de Santa Lucía, el Auditorio, la Catedral de Oviedo y la Estación del Norte, con el escudo del equipo de la ciudad en el centro, brillaban por sí solos.

López Toca, el colegiado del encuentro, que dio un auténtico clinic en dirección y gestión de partidos de alto calibre, puso en marcha su cronómetro y la fiesta del fútbol asturiano volvió a invitar al Carlos Tartiere.

El feudo carbayón, como es lógico, se vio desanimado con el tanto inicial de Jony, propiciado por un despiste defensivo y una falta de contundencia bastante evidente de la defensa de los de Anquela.

“Oviedo, no se os oye”, cantaba el bando visitante, desde el segundo anfiteatro. Pero poco duró su alegría. La pareja de moda por entonces en aquella idea de juego propuesta por Anquela, la del “las tres T” –trabajo, trabajo y trabajo-, volvió a mostrar al mundo del fútbol que eso de la química no solo se reserva para el amor, y que ese amor no solo se reserva únicamente para las personas.

Berjón sumó una asistencia más, que le permitió alcanzar las catorce de gol al final de este campeonato y Mossa hizo lo que un lateral muy pocas veces debe hacer, doblar por dentro a su pareja de baile en la banda. Esta vez les salió de cine: asistencia del 21 y gol del 23 con su pierna mala, la derecha.

Sí, que un zurdo marque un gol con su pierna derecha es algo que solo ocurre en los partidos en los que tiene que ocurrir, y el destino tenía una cita con el Real Oviedo aquella fría y húmeda tarde de febrero.

El estadio entero se vino abajo y tras haberse quitado la presión de haber igualado y deshecho la ventaja sportinguista, los jugadores de ambos equipos enfilaron el túnel de vestuarios.

Lo que pasaría después, de memoria se lo saben, pero tratemos de contarlo de tal forma que le haga justicia a lo que realmente ocurrió: Apenas habían transcurrido dos minutos desde la reanudación cuando, de nuevo el lateral izquierdo valenciano del Real Oviedo, el protagonista inesperado de la noche, recibió un balón pegado a su banda menos natural, la derecha.

"Tira"

Ningún jugador hizo ademán de salir a tapar a un futbolista que pareció escuchar el grito de la grada. Un “tira” que el Tartiere cantó al unísono antes de que se paralizase el tiempo en un disparo certero y con mucha intención. ¡Y es que dónde la puso Mossa!

La pelota acabó entrando por el único hueco posible. Se coló por el único palmo que la estirada de todo un porterazo, Diego Mariño, dejó entre su mano y el larguero de la portería del Gol Norte del Tartiere. En su trayectoria el tiempo no pasaba, pero la celebración voló en un abrir y cerrar de ojos. ¡Qué rápido pasa lo bueno!

El estadio de la Ería enloqueció. Ese gol fue el delirio azul. La locura.

Celebración de la victoria ante el Real Sporting de Gijón. | Imagen: La Liga
Celebración de la victoria ante el Real Sporting de Gijón. | Imagen: La Liga

Después de adelantarse en el marcador, lo cierto es que el Real Oviedo no sufrió, el Sporting seguía latente y parecía estar reservándose para un final de temporada que acabó siendo mejor que el del conjunto carbayón. Todo sea admitido.

Nano Mesa y Fabbrini, debutaron en aquel partido. El primero, tras haberse incorporado de manera reciente al conjunto rojiblanco, en el ocaso del mercado invernal. El ‘bambino’ lo hizo después de recuperarse de la siempre dura rotura del ligamento cruzado anterior, lesión que sufrió en pretemporada.

La verdad es que tanto canario como italiano no pudieron escoger mejor el día para abrir una nueva etapa en sus respectivos equipos. Fue, precisamente, el de San Giuliano Terme el que tuvo la chance para hacer que aquella noche el conjunto carbayón durmiese en posiciones de ascenso directo.

Tras la subida de Diego Mariño, portero rojiblanco, al remate de un córner fallido, ya en el tiempo de descuento, su tocayo Diego condujo el balón hasta que Rubén García le alcanzó y se lo arrebató impidiendo su intención inicial: meterse con el balón en la portería del Fondo Norte del Carlos Tartiere.

Y el círculo abierto en 2003 acabó por cerrarse

El resto es historia. Se llegó al final y el resultado del último derbi disputado hasta entonces, el del 18 de mayo de 2003, fue el que subió al marcador en este cuatro de febrero para la eternidad. El día más feliz de la vida de todos los carbayones. Ya no era “volveremos”. Habíamos vuelto.

La celebración permitió a todos y cada uno de los aficionados del Real Oviedo quitarse de encima el mayor peso futbolístico que podían haber arrastrado jamás. Nada como aquella mágica tarde-noche de febrero.

¿Se acuerdan de los asturianos que iban a trabajar, a clase o a entrenar nerviosos? Pues más o menos la mitad de ellos fueron a esos lugares con una sonrisa que solo tu equipo de fútbol te puede arrebatar. Allí estaban, con aquella satisfacción que solo un escudo puede producir en ti.

Celebración del tanto que supuso el 0-1 en el Carranza y que finalmente fue volteado por el Cádiz el 10 de febrero. | Imagen: La Liga
Celebración del tanto que supuso el 0-1 en el Carranza y que finalmente fue volteado por el Cádiz el 10 de febrero. | Imagen: La Liga

Y esta fue la historia de la última victoria de aquella estupenda racha de partidos sin perder, que acabó por prolongarse hasta diez. Sin duda el mejor momento del año para un Real Oviedo que se quedó, una vez más, con la miel en los labios al final de la temporada.

Pero como se suele decir: “que nos quiten lo ‘bailao’”, porque la semana del 6 de febrero fue la semana del orgullo. Ese sentimiento que solo el Real Oviedo puede hacer posible. Y solo queda decir "gracias". Tóquenla otra vez.