El Real Valladolid cumplió un sueño, el ascenso. Esta temporada, tan larga como emocionante, ha podido ver a un equipo cuyo peso recaía en la delantera, en la parcela ofensiva. Con una portería más que segura, con un Jordi Masip imperial en los tramos decisivos, y una defensa que cumplió con creces cuando más lo necesitábamos, pese a completar una temporada regular realmente mala, es el centro del campo el que más variedad ha presentado, sin unanimidad en el debate pero con una idea clara: todo gira alrededor de Borja.

Borja, veteranía y liderazgo

Valladolid no fue del todo justa con Borja Fernández. El gallego, que cumplía su tercera etapa en el combinado blanquivioleta, llegaba a Pucela con el cartel de veterano, y con todas las dudas que ello acarrea. Canterano del Real Madrid, el orensano arribó a Valladolid por vez primera allá por 2006, completando una temporada histórica y llevando al equipo, junto a un grupo de grandísimos futbolistas, a un histórico ascenso. Presente en Zorrilla hasta 2010, campaña en la que descendimos, Borja recaló, tras disputar 140 partidos con el Valladolid, en Getafe, Coruña, Éibar, Almería, e incluso la India. Regresando en el mercado invernal de 2016, no aportó demasiado en un curso para el olvido, en el que el club oteó el descenso a Segunda B.

Dicen que no hay dos sin tres, refrán que Borja Fernández llevó a la realidad. Tras vivir su segunda etapa en Calcuta, y jugar media temporada en Almería, el gallego decidió regresar a su club predilecto para, con 37 años, intentar lograr su segundo ascenso en Valladolid. Con un estilo de juego claramente definido, amante de infiltrarse entre los centrales y dar el primer pase en esa posición de pivote, Borja ha actuado como un verdadero capitán, dotando al Pucela de esa dosis de templanza y saber estar en momentos de zozobra, momentos que, precisamente, han sobrado esta temporada.

Ya sea con Luismi, Míchel o Anuar al lado, Fernández tiene la capacidad de conectar con cualquier jugador de este plantel. Añadido a eso, y pese a ser un hombre de corte defensivo, cabe destacar la constante participación en ataque exhibida por el gallego, siempre dispuesto a ayudar en un equipo que ha depositado toda su responsabilidad ofensiva en Jaime Mata. Suyo fue el gol que nos dio el triunfo en Soria, a poco de finalizar la campaña, y suyo fue el tanto con el que se empató en Lorca, en un choque en el que se acabó goleando. Borja Fernández no tiene intención de retirarse, pese a que su papel, con el equipo ya en Primera, pueda variar con el paso de las jornadas.

Luismi y Míchel, los perfectos escuderos

La temporada del Real Valladolid se ha visto definida por ese 4-2-3-1 en el que todos recitaríamos de memoria el once más utilizado. Sin embargo, y con el cambio de entrenador, pudimos apreciar, también por exigencias físicas, un notable cambio en el centro del campo. La temporada la empezó Borja, inevitablemente, acompañado por Luismi. El canterano del Sevilla se hizo con la manija de la medular, al mismo tiempo que intercambiaba roles con su pareja de baile. No obstante, el excesivo ímpetu y la falta de control provocaron que el gaditano fuese expulsado hasta en tres ocasiones, además de cumplir ciclo por amarillas. Luis César Sampedro fue su principal valedor, pero todo se torció ante el Cádiz, con el gallego ya fuera del equipo.

El nuevo técnico, Sergio González, también depositó esperanzas en el de Puerto Serrano, cuyo nivel era notable pese a haber tenido una mala primera experiencia en Pucela. Sin embargo, el 28 de abril, el andaluz se lesionaría del ligamento colateral tibial en un encuentro agónico ante el Cádiz (1-1). Esa lesión, devastadora, acabaría con la temporada de Luismi en un momento fundamental. Autor de tres goles esta campaña, siendo dos de ellos, ante Sporting de Gijón y Sevilla Atlético, decisivos, se espera que regrese más fuerte que nunca.

Lejos de apostar por lo que podría haber sido lo lógico, y alinear al joven Anuar, que ha cumplido en citas extremadamente importantes tras la lesión de nuestro siguiente protagonista, a pesar de su juventud, Sergio González improvisó y decidió retrasar a Míchel, jugador que, asiduamente, jugaba de enganche. Sin entrar en los planes de Luis César Sampedro, pese a tener minutos al comienzo de la temporada, el de Burjasot se convirtió en una pieza clave en el esquema del catalán Sergio, que lo utilizó para aligerar las transiciones y contar con un centro del campo algo más versátil. Reconvertido, y ya en comunión con la afición, muy crítica con él durante el curso 16/17, Míchel Herrero también caería en desgracia cuando, en la semifinal del Play-Off, se lesionó en su tobillo izquierdo, hecho que le apartó de la final ante el Numancia. Igualmente lesionado cayó otro de los jugadores que conforman este centro del campo: Antonio Cotán. El sevillano, cedido por el conjunto hispalense, no tuvo trascendencia alguna en un equipo que no le dio los minutos necesarios para explotar su potencial.