10 de abril de 2018. Esa fecha, marcada a fuego en la historia del Real Valladolid, marcó el inicio de una nueva era para el conjunto blanquivioleta. Sergio González llegaba a Valladolid para sustituir a Luis César Sampedro al frente del banquillo pucelano.

Tras una temporada llena de idas y venidas, irregular y con pocas esperanzas, el ex-futbolista del Deportivo de la Coruña insufló una dosis de optimismo en tierras castellanas, un optimismo que se tradujo en una comunión total entre equipo y afición, y que derivó en un histórico e inolvidable ascenso. Pero empecemos por el principio.

Sergio González (Hospitalet de Llobregat, Barcelona; 10 de noviembre de 1976) comenzó su andadura como entrenador después de una gran etapa como futbolista. Criado en la cantera del Espanyol, y toda una eminencia en el Real Club Deportivo de la Coruña, Sergio se desempeñó como centrocampista, siendo caracterizado por una alta regularidad que se tradujo en 11 internacionalidades y su convocatoria para la Copa del Mundo de Corea y Japón de 2002, que se saldó con un desenlace por todos conocido. Campeón de dos Copas del Rey, una con el Espanyol (2000) y otra con el Deportivo (2002), González completó su palmarés con una Supercopa (2002) y una Copa Intertoto, ya en 2008, tres años antes de su retiro oficial, que tuvo lugar con la camiseta del Levante.

Comienzos en casa

Retirado en 2011, el catalán decidió comenzar a formarse como entrenador. Su primera oportunidad le llegó en el segundo tramo de la temporada 2013-2014, haciéndose cargo del filial del Espanyol, que competía en la Segunda División B y que había despedido a su anterior técnico, Manuel Márquez.

Con futbolistas como Pau López, Eric Bailly, Rubén Duarte o Joan Jordán, el Espanyol B logró salir de la zona peligrosa para completar la temporada en un meritorio octavo lugar, mérito que le valió a Sergio un 'ascenso' al primer equipo y, con ello, un estrepitoso paso de la tercera a la primera categoría del fútbol español.

En mayo de 2014, el RCD Espanyol oficializaba la llegada de Sergio González al banquillo del primer equipo. El combinado 'perico', que finalizó 14º la temporada anterior, viendo su mejor actuación en Copa, donde llegó a cuartos, tenía el objetivo de mirar a la mitad alta de la clasificación, algo que no había logrado Javier Aguirre.

Ya en 2015, y con futbolistas de la talla de Kiko Casilla, Héctor Moreno, Lucas Vázquez, Christian Stuani, Sergio García o Felipe Caicedo, Sergio lideró al Espanyol hasta una gran décima posición en Liga, que situó al equipo como uno de los candidatos 'tapados' para optar a puestos europeos, reforzando su candidatura, además, con unas semifinales de Copa del Rey.

Sin embargo, no todo dura eternamente, y es que la temporada 2015-2016 fue algo diferente. Sin estar realizando una mala campaña, pero anclado en la mitad de la tabla, la directiva del club barcelonés decidió cesar de sus funciones a González una vez concluida la 15ª jornada del campeonato, y con el Espanyol ubicado en 12º lugar, solo tres puntos por encima del descenso. Sustituido por el rumano Constantin Galca, los 'periquitos' terminaron un puesto por debajo, 13º, a nueve puntos de la zona europea. Tras ese duro varapalo, Sergio decidió tomarse un tiempo de descanso, hasta su histórica llegada a Zorrilla.

El héroe del ascenso

Es por todos sabido que la Segunda División española recibe el apelativo, para nada cariñoso, de 'infierno'. Un infierno altamente accesible del que cuesta horrores salir. De eso sabemos muy bien en Zorrilla. La temporada 2017-2018 era un nuevo intento de ascenso, una temporada que se iniciaba con esperanzas renovadas y con novedosas ilusiones que, por plantilla, hacían imaginar éxitos inmediatos. Sin embargo, las cosas no salían según lo previsto, y esos hipotéticos éxitos se disipaban al más mínimo desplazamiento del equipo capitalino.

Las salidas fuera de Zorrilla o los primeros diez minutos de cada partido fueron lastres con los que había que cargar durante todas las semanas, haciendo de este curso un monótono altibajo que no parecía solucionarse. Hasta que llegó Sergio González.

La destitución de Luis César Sampedro trajo variedad de opiniones entre la afición; los que la apoyaban, alegaban una necesidad tajante de cambio a poco de terminar la temporada; los detractores, aseguraban que el relevo debió producirse hace tiempo. Con todo y con ello, el técnico catalán se encontró una situación difícil de voltear, pero con margen de por medio.

Las cosas no tardaron en cambiar. Pese a comenzar su etapa como entrenador del Real Valladolid con una decepcionante derrota por la mínima ante el Sporting, Sergio erradicó definitivamente la maldición de los partidos fuera de casa con impensables triunfos en Oviedo o Soria, hazañas que catapultaron al equipo a una definitiva quinta plaza que nos permitió disputar un infierno todavía mayor, el Play-Off de ascenso.

Contra todo pronóstico, el Real Valladolid fue capaz de derrotar sin problemas a un coloso como el Sporting de Gijón y a un sorprendente Numancia, que venía de apear a otro histórico como el Real Zaragoza. Protagonizando la promoción de ascenso más solvente y arrolladora de la historia, Zorrilla celebraba, con Sergio González a los mandos, el octavo ascenso del Real Valladolid a Primera División.

Los nuevos galones, claves del ascenso

La transformación del nuevo Real Valladolid de Sergio González con respecto al Pucela gobernado por Sampedro no se debió al 'cómo', sino al 'quién'. El esquema táctico del técnico catalán se identificaba, con pequeñas variaciones, al del gallego. Sin embargo, desde el primer momento se hizo patente la confianza que Sergio manifestaba por los más jóvenes. Uno de los pilares de ese nuevo Pucela fue, nada más y nada menos, que Fernando Calero.

El central, que derrocha amor por el club por los cuatro costados, se convirtió en el líder de una defensa endeble hasta entonces, que concedía mucho al rival y que suponía el principal problema del equipo. En sintonía con otro jugador altamente señalado, Kiko Olivas, que llegó de forma inmejorable al tramo final de temporada, Calero se ha ganado todos y cada uno de los minutos de los que ha gozado, haciendo mejores a sus compañeros.

La otra gran apuesta del hospitalense fue el gran Toni Villa. El murciano, otro producto de la casa, llegaba de vivir una enriquecedora experiencia de la mano de la Cultural Leonesa, en Segunda B. Infrautilizado por Sampedro, sin contar apenas, su carrera en Valladolid dio un giro de 180º con la llegada de González, quien lo consideró un titular indiscutible.

Técnica, buena conducción y esa chispa que todo equipo necesita, Toni se postula como una de las grandes caras en este Valladolid de Primera, que también contará con otro de los grandes beneficiados de la llegada de Sergio, Anuar. El ceutí, de 23 años, se ha ganado un puesto en la rotación blanquivioleta gracias a su constancia, trabajo diario y regularidad.

Ha sido esa capacidad de Sergio para reciclar y reutilizar jugadores lo que ha hecho de este Real Valladolid un equipo de élite. Además de los ya citados canteranos, y de los que podrían sumarse a esta aventura, como Moi, Salisu o Antonio Domínguez, futbolistas veteranos como Nacho o Míchel volvieron a ser de ayuda en un equipo que acabó muy dañado por las bajas en la medular, donde sirvió, y de qué manera, un Míchel que, habitualmente, tendía a jugar más adelantado, en zona de tres cuartos. Las lesiones de Luismi y Cotán asolaron un centro del campo que acabó siendo ocupado por Herrero, que cumplió a las mil maravillas.

Esa versatilidad manifestada por Míchel permitió una mayor fluidez en el juego ofensivo. Sergio González siguió apostando por una banda conformada por Óscar Plano, que permutaba con Toni Villa, y Pablo Hervías, y una punta de lanza magnífica, Jaime Mata, hacedor de un curso para la historia, y que mantuvo con vida al equipo cuando más se le necesitaba.

Ahora, sin Hervías y sin el 'pichichi', esa responsabilidad recaería, a día de hoy, sobre dos nuevas incorporaciones, Keko e Ivi. A la espera de nuevos fichajes para la delantera, la apuesta del 'míster' sigue siendo clara, desequilibrio en los flancos que finalice con un delantero rematador y que, a ser posible, pueda proporcionarnos unos diez goles en Liga.

Sergio González nos ha dado motivos para creer, para confiar. En una pretemporada hasta ahora algo apática, la ilusión corre a cargo del técnico barcelonés, que seguirá al pie del cañón. Ahora, solo queda que los jugadores respondan, y que la afición se muestre igual de entregada que durante la fase final del curso anterior. Todos a una.