El conjunto franjirrojo comenzaba el choque frente a la Real Sociedad gozando de una inmejorable, al mismo tiempo que impensable, oportunidad para dar un golpe sobre la mesa y salir de los puestos de descenso, siendo esto un suceso fuera de lo común. Desde la jornada inicial, los vallecanos habían ocupado alguno de las posiciones indeseadas de la tabla clasificatoria. Esta circunstancia surgía a raíz de los pinchazos de algunos equipos de la parte baja de la clasificación, siendo decisiva la derrota del Celta de Vigo. Esta situación inesperada agradaba al todos los rayistas, al mismo tiempo que la tomaban como una posibilidad real favorecida por la buena racha encadenada por el club en los últimos partidos.

Tal había sido la importancia de esta sucesión de buenos resultados logrados por los madrileños, llegando incluso a estar incluido entre los pocos equipos invictos en liga en lo que se ha disputado de competición en 2019. El propio Míchel había dado con la tecla y había formado un once tipo sustentado por la defensa de cinco, una de las razones del buen momento del Rayo, hasta los aficionados ya son capaces de recitar de memoria la alineación de su conjunto cuyos miembros han visto reforzada la confianza transmitida por la afición hacia ellos debido al gran trabajo de todos.

Pese a continuar en puestos de descenso, los resultados positivos habían reavivado el optimismo de algunos rayistas que soñaban más allá de la permanencia, como era el caso del propio Raúl de Tomás, caracterizado, sin ninguna duda, por su gran ambición. Por otra parte, también existían aquellos más prudentes, los cuales se limitaban a pensar en el corto plazo y en el siguiente rival, sin aventurarse. Entre estos últimos, se encontraba un peso pesado del rayismo, el propio Míchel, apelando siempre a la calma y evitando las prisas.

Enfrente, el Rayo iba a encontrarse con un rival que, en un primer momento, no iba a estar inmerso en la lucha por la salvación, pues el equipo había sido confeccionado para aspirar a cotas mayores. Sin embargo, la sucesión de malos resultados en las jornadas disputadas, y las consiguientes dudas generadas, habían hecho que los donostiarras comenzaran a preocuparse por mantener la categoría pese a estar situados a mitad de tabla, debido al estrecho margen de puntos de diferencia con el descenso. Tal era la situación que de lograr los locales un resultado favorecedor en el encuentro, se acercarían de forma peligrosa al cuadro vasco. Para tratar de reconducir el rumbo, los visitantes llevaron a cabo un cambio de entrenador, hecho que resultó positivo en principió pues la impresión mejoró y la Real llegó incluso a derrotar al Real Madrid en el Santiago Bernabéu.

Para el mencionado partido, Míchel iba a disponer una jornada más de la totalidad de su plantilla, a excepción del lesionado de larga duración Elustondo, por lo que por todos era esperado que la misma alineación de los últimos partidos fuera la elegida por el entrenador, basándose para ello en la buena racha encadenada.

Desde el pitido inicial, el Rayo salió decidido a llevarse la victoria, jugando de forma intensa y lleno de moral. El dominio del juego se encontraba muy disputado debido a los planteamientos basados en la posesión por parte de ambos equipos. De este modo, los dos conjuntos se alternaban el esférico. Mientras que los visitantes eran más cautelosos, los vallecanos cada vez que cogían el balón tenían en mente la portería donostiarra. Así, poco a poco los locales generaban más peligro al cancerbero de la Real Sociedad. Alcanzado el ecuador de la primera parte, se desató la alegría en Vallecas. Después de una jugada rápida de los madrileños, Santi Comesaña recogía un balón suelto en la frontal del área y lo transformaba en el primer tanto para la escuadra madrileña mediante un magnifico disparo, imparable para Rulli. Los franjirrojos se ponían por delante en el marcador y, alentados por la grada, buscaban aumentar su ventaja. Apenas cinco minutos después, mediante otra jugada rápida y efectiva, Embarba anotaba de forma magistral el segundo gol de los rayistas. Nadie en el estadio daba crédito a lo que estaba sucediendo, principalmente por lo precipitado de todo lo acontecido. Tras estos instantes trepidantes y de locura, los visitantes trataban de remediar el marcador haciéndose con el dominio. Cuando todos ya pensaban en el descanso, la Real Sociedad recortaba distancias por medio de una falta en la que la defensa vallecana se mostró un tanto despistada. De esta forma a los vestuarios se llegaba con el ajustado resultado de 2 - 1.

Para el segundo periodo todos esperaban que los jugadores franjirrojos despertaran de este exceso de confianza, y volvieran a mostrar el juego tan vistoso y eficaz que les caracterizaba. Los donostiarras, desde la reanudación del partido, llevaban a cabo largas posesiones que provocaban el embotellamiento del Rayo en su área. Pese a que los acercamientos visitantes eran erradicados de forma efectiva por la defensa vallecana, el temor de la afición por perder la valiosa ventaja lograda se palpaba en las gradas, favorecido por el mal juego y la mala impresión transmitida por sus futbolistas. Tal era el dominio de los vascos que, finalmente, sobrepasado el minuto 80 y con un tanto de fortuna igualaban el marcador. Ante las evidencias negativas de su equipo, muchos deseaban que el partido concluyera y se lograra salvar al menos un punto. Pese al empujón final de los madrileños por lograr el triunfo, llegando incluso a gozar de un par de ocasiones clarísimas, el partido finalizó con reparto de puntos y el resultado de 2-2 para tristeza de la afición del Estadio de Vallecas que, después de lo visto en gran parte del primer periodo, daban por seguro que los suyos saldrían del descenso esa misma jornada por primera vez en toda la temporada.