Hasta el rabo, todo es toro. Este lema parece estar tatuado en la sangre de los jugadores que portan la equipación del Leganés. Y ya van dos veces esta semana en las que honran este refrán. Primero fue el Valladolid y ahora el Alavés, ambos sorprendidos por el ímpetu de los pepineros en los instantes finales del partido para meter en el saco más puntos de los que ellos mismos pensaban.

Mendizorroza es uno de los campos más complejos que se pueden visitar esta temporada, casi inexpugnable, hasta que llegó el Atlético de Madrid y le endosó una goleada que abrió la herida. El Sevilla la continuó, ahondándola un poco más, y el Leganés ha terminado por ir a donde más duele. Los de Abelardo ya saboreaban la victoria en un partido donde apenas tuvieron el control, que cayó del lado visitante durante prácticamente todo el encuentro. El Leganés mimaba el balón como si no tuviese rival enfrente, parecía que jugaba en casa con un exceso de confianza total tras los últimos resultados.

La primera parte no tuvo mucha historia. La precisión brilló por su ausencia, muchos fallos y fútbol poco fluido. Sabin Merino tuvo una de las primeras oportunidades del partido cuando se quedó solo ante Pacheco. El portero se hizo gigante ante el delantero, como ya acostumbra jornada tras jornada, y evitó el primero de la mañana. Finalmente la ocasión que decantaría el marcador se daría en el área contraria. Bustinza erró en la marca y terminó agarrando a Calleri en el que era un duelo de tirones en el área. Mateu Lahoz decretó  la pena máxima y el propio Calleri se encargó de lanzarla. Uno arriba y poco más que ver en el primer asalto. El Leganés trató de poner las tablas a base de insistencia con sendos intentos de Braithwaite y Gumbau.

En el segundo tiempo, el Leganés salió decidido a dar la vuelta al marcador. Pellegrino lo tenía claro y se pudo ver reflejado en sus cambios completamente ofensivos. Poco a poco se iba acercando el cuadro madrileño a los palos babazorros. Ni por un lado, ni por otro, la defensa blanquiazul no cedía ni un solo espacio. Al final, de la forma más inesperada posible llegó el gol. Michael Santos tiró un caño a Laguardia y cedió el balón a Jonathan Silva, que mediante un centrochut engañó a todo el mundo. El balón tocaba la cepa del palo y entraba ante la atenta mirada de Pacheco, estadio y espectadores que se encontraban en su casa sin quitar la mirada a unos emocionantes minutos finales.

De esta forma el Leganés cerraba una semana a lo grande. Ganó en el Coliseum al Getafe, se llevó la victoria en el último instante ante el Valladolid y ha salvado un importante punto en Álava. Todo lo contrario le sucede al equipo de Abelardo, que está viendo como se le escapa su sueño europeo en las últimas semanas.