¡El Real Madrid conquista la ACB y logra su 36ª liga! Lo es tras vencer al Barça (1-3), en un último partido donde, pese a acabar con un marcado algo parejo, los de Chus Mateo tuvieron la victoria constantemente al alcance de su mano. Nuevo triunfo de la época de Pablo Laso, que ha logrado en pocos meses darle al vuelta a una situación que parecía crítica en enero.

No se quiso dejar la victoria el Real Madrid, tenía una oportunidad única, habiendo recuperado el factor cancha y con el Barça de Saras contra la espada y la pared a lo largo de toda la serie, unos cuatro partidos que, si no han dominado de principio a fin, cerca han estado de hacerlo, con una única mancha en el segundo encuentro donde perdieron por la mínima.

Se pueden atribuir muchas razones a esta victoria, pero sería faltar a la verdad no hacer alusión a la intensidad de los blancos, completamente opuesta a la que demostró el Barça, que no parecía estar jugándose unas finales y que en ningún momento terminó de encontrarse, pese al desquicio de Saras en el banquillo que veía como se le marchaba una oportunidad de vencer al máximo rival.

Tavares, Tavares y Tavares

Hablar del partido es hablar de Edy Tavares, porque no hay otra forma de explicar lo que ha supuesto el impacto de un jugador que ha terminado la final con 25 puntos, 13 rebotes y 41 de valoración, en una final absolutamente dominada, donde ha logrado que se juegue a su antojo y donde sale tremendamente reforzado, habiendo abandonado definitivamente esa estela de jugador defensivo y con una actuación que pasará a la historia.

Suya fue la primera canasta, la primera renta que iría a más, pues llegarían a acumular un 7-0 de inicio, aprovechándose de un Barça que había salido al partido asustado, como si el escenario les viniera grande, algo incomprensible en un equipo tan experimentado en Euroliga pero que encontró su descenso al infierno particular en el feudo del máximo rival, un Palacio de los Deportes que puso contra las cuerdas a los rivales, a los árbitros y en especial a Nikola Mirotic, quien lo intentó hasta el final pero que solo pudo terminar aplaudiendo a su antiguo equipo.

Terminó el primer cuarto y la sensación es que Tavares medía más de dos metros, o que por lo menos había más de un caboverdiano como él sobre el campo, abusando de un juego interior del Barça que, si ya estaba siendo inexistente a lo largo de la serie, en el partido decisivo se convirtió en un juguete roto manipulado por las manos de un gigante. Solo en el primer cuarto Edy ya sumaba 15 de valoración, por solo 5 del Barça entero.

Se intentaron acercar los de Saras, pero el Madrid pisó el acelerador hasta el fondo, y convirtió un 13-10 en un 24-10 en cuestión de minutos, con el increíble LLul haciendo de las suyas para delicia de los aficionados y un Rudy que también quiso sumarse a la fiesta con un triple. La dupla de siempre en el lugar de siempre, porque nadie sabe si habrá alguna retirada cerca, pero mientras tanto solo se puede disfrutar a dos jugadores que después de más una década tocando metal no parecen haberse cambiado.

Encontró Jasikevičius la forma de competir, y era prescindiendo de un Davies que parecía un júnior al lado de Tavares para dejar a Sanli como único pívot, con hombres pequeños y mucha velocidad. Así pudieron encontrar la intensidad y la garra que necesitaban y llegar al descanso vivos, con un 34-33 que, si bien no terminaba de hacer justicia a lo vivido sobre el parqué, permitía a los catalanes soñar con la posibilidad de poder llevar la final de nuevo a sus tierras y disputar un quinto partido que nunca llegó a producirse.

@RMBaloncesto
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Sustentado por su 7/12 en triples, pero castigado con 8 pérdidas, el Barça había logrado superar en el apartado reboteador al Madrid, a pesar de que Tavares ya tuviera 21 de valoración y amenazara con hacer el partido que finalmente ha conseguido. Cada vez que los de Cataluña querían acercarse, volvía a emerger el gigante, que volvió loco al Palacio de los Deportes con un tapón sobre Mirotic sensacional.

Se sentó Tavares, y entonces salió Poirier a hacer un mate que, ayudado a un Sergio Llul que seguía haciendo maravillas y consiguió un 2+1, mantenía a raya a su equipo en el marcador. Aguantó el Barça y esperó su momento, que llegó al final del tercer cuarto, con un 55-56 que, si bien fue efímero, valió como pequeña demostración de orgullo, de un carácter esporádico que si hubieran sacado a relucir en más ocasiones podía haberles aupado hacia el éxito.

Pero no se relajó el Real Madrid, y no pudo alcanzarlo el Barça, que primero vivió un triple de Hanga, después un 2+1 de Tavares y concluyó con una pérdida de dos de sus jugadores sin oposición. Suficiente para un Saras que ya no sabía que podía hacer, que fue derrotado por Chus Mateo, el eterno segundo entrenador que estuvo preparado para la ocasión, una ocasión que le ha llegado en estas finales, donde ha certificado su presencia y su táctica, logrando ese momento mágico que todo entrenador necesita.

El partido se acabó en 79-70, con un triple de Causeur que ya permitió al Wizink entonar el clásico ‘Campeones’, que hundió al Barça y a Saras, pero que catapultó hacia el infierno de forma definitiva a Mirotic, que lo siguió intentando como ha hecho toda la serie, pero que fue incapaz de conseguir que su talento diferencial se impusiera.

Con esto consiguió el Madrid su 36ª liga, una ACB más complicada que nunca, un trofeo con el que no se podía soñar en enero, cuando las dudas se convirtieron en monstruos y las pesadillas tomaron color propios. Una temporada que fue dura para el madridismo, pero que terminó en felicidad, a pesar de esa final perdida en Euroliga.

Por su parte, el Barça deberá dar la vuelta a un proyecto que se ha estancado este año, que ha decepcionado a propios y a extraños y que solo cierra con una Copa del Rey. Ha habido figuras que no han terminado de brillar, pero también otras que se han hundido estrepitosamente, sobre todo la de Davies. Tendrá trabajo Saras, que si bien no saldrá cuestionado, sí tocado, siendo incapaz de imprimir el carácter ganador a su equipo y con un Madrid al que le ha perdido la medida.