No es el Camp Nou. Los protagonistas no son ni el Real Madrid ni el Barcelona, ni siquiera Cristiano Ronaldo y Messi. Tampoco es la gelidez que azota las Ramblas, pero sí es el frío del Vicente Calderón. Con el corazón muy caliente rememorando al que un día corría embutido de rojo y blanco y, a los que hace menos de una semana perdieron su vida junto a él antes de alcanzar la gloria. Con los aplausos hacia Cléber Santana y hacia todos los que tomaron aquel avión con él. Con los aplausos también hacia el que un día les hizo conquistar la Europa League. Así arrancó el encuentro entre el Atlético de Madrid y el Espanyol; ya les digo que no es el clásico, pero ante esta afición que si algo tiene es memoria, estaba en juego –se lo crean o no- una buena parte de La Liga; el Atlético falló.

Mucho pase, poco acierto

Un poco de sal le faltó una primera mitad en la que hubo más ruido que nueces. Si el Atlético estuvo impreciso –prueba de ello un mal control de Filipe; háyase visto-, el Espanyol lo estuvo más. El Atlético lo intentó, pero con un ritmo típico de una siesta en pleno agosto. Llegaron los rojiblancos al área de un Diego López, al que parece no quererle mucho el fondo Sur del Manzanares; cosas de colores , el caso es que los colchoneros sí llegaron, lo que no llegó es la chispa; ni tampoco la eficacia. Gameiro corrió detrás del balón como si se tratara del mismísimo Forest Gump, pero no llegó a rematar ningún centro con peligro suficiente para la portería blanquiazul.

En el ángulo opuesto saltaron los jugadores de Sánchez Flores al terreno de juego con un plan claro: robar y salir a la contra. La idea, pensada por alguien que hace no tanto se sentaba en el banquillo local del Manzanares, estaba bien planteada; la resolución también. Los catalanes lo intentaron, pero entre la presión rojiblanca y la solidez defensiva, una ocasión de Gerard que se escabulló entre la zaga colchonera y se quedó sólo ante un Oblak que no falló, fue la ocasión de mayor brillo de los visitantes en la primera parte de la cotienda. En el Manzanares luchaban por no dormirse.

Foto: Gameiro corre tras el esférico / Daniel Nieto-VAVEL.com
Foto: Gameiro corre tras el esférico / Daniel Nieto-VAVEL.com

Negación de gol

El descanso tampoco sirvió de aderezo para un Atlético que erró más en los pases de lo que acostumbra. El Espanyol, por su parte, ganó fuerza en las contras, insistió en un esquema que llevaban bien aprendido desde casa y la lección estuvo a punto de validarse por tres puntos. Baptistao se quedó sólo ante el esloveno y éste sacó una de esas manos que acaban valiendo Ligas; en este caso, valió un punto.

La afición le pedía al Atlético un gol y los de Simeone se venían arriba con varias ocasiones que cerca estuvieron de convertir en diana: algún cabezazo de Godín, algún zapatazo de Griezmann, y las carreras de Gameiro que no acabó de conectar con el centro colchonero. Movió fichas Simeone, al que no le acababa de gustar el panorama,  entró Gaitán –que se lo había ganado en el Helmántico-, entró Correa –que revolucionó el choque- y también un Saúl que confirmó la subida de ánimos rojiblanca.

Con el reloj de la cuenta atrás apretando, intentaron los rojiblancos sacar las castañas del fuego en los últimos diez minutos. Un aluvión de ocasiones cochoneras que se mezcló con la lluvia que azotó el verde del Manzanares no consiguieron llegar a buen puerto. El remate de Griezmann contra el travesaño podría definirse como la frustración que el Atlético de Madrid encontró de cara al gol. Despertó tarde el Atlético, al que le faltó, sobre todo, eficacia arriba. Rascó así un punto el Espanyol, que salió desde el primer momento con la cabeza sobre los hombros y las ideas muy claras. No aprovechó el Atlético una oportunidad donde se jugaba una Liga. La afición, por su parte, no dudó en aplaudir a los suyos hasta el último instante; así se las gastan en el Calderón donde hoy acabaron con las botas bien mojadas.