Bilbao, 29 de noviembre de 2017. En medio de un día frío y tremendamente lluvioso en la capital del Bocho, un grupo de amigos se preparan para el partido de sus vidas. No van solos, ya que dos centenares de hinchas les acompañan en un viaje que acabará marcando sus vidas. Con un 1-1 en el global, se presentan en La Catedral sin nada que perder. El tiempo no acompañaba y la parroquia bilbaína no acudió en masa a su templo, como casi siempre. 14294 almas iban a presenciar un partido que parecía uno más de los dieciseisavos de final. Solamente parecía...

El árbitro decretó el inicio. Los minutos pasaban y el Athletic no conseguía hacer un gol. Y eso que ocasiones no le faltaron. Williams tuvo varias clamorosas, pero ninguna acabó en las mallas. Los zagueros, el portero y la fortuna protegieron el marco pitiuso de un tanto que probablemente hubiese acabado con todas las ilusiones. 50,60,70... el partido iba consumiéndose. El Formentera consiguió poco a poco crear ilusión en su gente, haciendo incluso rondos a un equipo local que cada vez estaba más desquiciado. No tenían nada que perder los hoy entrenados por Francisco Javier. Así que decidieron ir a por todas. Minuto 83, un remate de Bonilla es parado por Iago Herrerín. Fue el aviso. 

Tanto para la eternidad

Balón en el centro del campo, descuento casi cumplido y choque frontal entre dos jugadores. Se reanuda el juego y milagrosamente, el Formentera consigue un córner. Minuto 95, es la última. Todos, incluso el portero, suben a rematar. El balón sale, atraviesa metros y llega al corazón del área. Ahí está Álvaro Muñiz, que remata a bocajarro y marca el gol de la victoria. Inmediatamente después, el trencilla pita el final del partido. Bajo una tremenda pitada de los feligreses vizcaínos, comenzó su fiesta el conjunto de San Francesc. Habían conseguido una auténtica odisea. Doblegar al Athletic, a doble partido, y en La Catedral. Épico, increíble, brutal, mágico, maravilloso, casi irreal, los adjetivos no bastan para definir lo hecho por el Formentera.

Bajo un cielo desapacible, con apenas dos grados de temperatura y un frío que llegaba a las entrañas, desfiló la afición zurigorri a sus casas, con semblantes de incredulidad y enfado. Ajenos a todo ello, los 200 valientes de Formentera, gritaban y cantaban extasiados. "Que pase el siguiente", "Formentera oé oé" y sonrisas, sobre todo sonrisas. El fútbol, como tantas otras veces, había conseguido hacer feliz a la gente. Ellos lo merecen. Porque un club recién ascendido a Segunda B y debutante en la categoría de bronce jamás se hubiera imaginado colarse entre los 16 mejores del torneo del KO. En el balompié 2+2 no siempre son 4. Esta es simplemente otra muestra de la grandeza de este deporte, capaz de impulsar a pueblos recónditos hasta la cima del foco mediático.

La Copa es mágica, y lo sería más si fuera a partido único. Pero eso es un debate en el que los periodistas tenemos voz, pero no voto. Al menos, nos queda el consuelo de poder disfrutar de noches como esta. David derrotó a Goliat. Y no fue la única sorpresa. El Lleida, también de 2B, apeó a la Real Sociedad en Anoeta. Ojalá que esto sirva para impulsar la categoría de bronce, bonita y denostada a partes iguales. Ojalá que esta epopeya arrastre a más aficionados a los campos de fútbol modesto. Porque quien sabe, algún día, el equipo de su pueblo pueda protagonizar una historia similar. Sería una pena que te la perdieras ¿verdad?