Sorpresa. Impuesta por una más o menos acertada decisión de los jueces pero sorpresa. Tim Bradley (invicto en 28 peleas) llegó al MGM de Las Vegas convencido de su capacidad para destronar a un rey que en sus últimas apariciones había deslucido su corona, llegando a presentarse a los actos promocionales del combate con una entrada gigante para la supuesta revancha que daría a Pacquiao tras arrebatarle su título Welter de la Organización Mundial de Boxeo.

Y ocurrió. Al conocerse la decisión pocos podían respaldar el resultado que contaban los jueces, 115-113 a favor de Bradley para dos de ellos y 113-115 para Pacquiao en decisión dividida. El tagalo se mostró carente de la misma velocidad que le hizo caer en desgracia para buena parte de la opinión pública en su último combate contra Juan Manuel Márquez, pero tiró de la misma frecuencia de golpeo que sirvió para defender su también polémica decisión a los puntos aquella noche de noviembre del año pasado.

El desarrollo del combate sirvió un escenario de apatía, una rutina que debería haber acabado con la previsible victoria a los puntos del PacMan. Durante los dos primeros asaltos Bradley sorprendía a través de un buen manejo del espacio y las distancias para dejar claro que no era un rival más en el récord del filipino, que respondió en los tres siguientes rounds imponiendo su mayor capacidad de golpeo, puntuando a partir de la velocidad y el dinamismo frenando la iniciativa de Bradley.

A partir del cuarto asalto las cartas estaban descubiertas, Bradley tiraba combinaciones y retrocedía aplicando su boxeo en la mediana y larga distancia, emulando a Márquez, mientras que Pacquiao aprovechaba sus ataques frontales para combatir de forma directa las puntuaciones del aspirante.

Con el tañido de la campana, y como viene siendo recurrente, llegó la polémica. Si Pacquiao fue capaz de batir a Márquez usando la misma estrategia y en un planteamiento similar, en este caso la victoria también debería haber ido para su esquina. Más actividad, más carácter, y seguramente también menos boxeo.

La victoria de Bradley cierra un círculo a la espera de la revancha automática pactada en caso de la derrota del filipino, que deberá celebrarse el próximo día 10 de noviembre, y tapa un poco más la rendija que quedaba entreabierta para la posible disputa del megacombate entre Mayweather y Pacquiao. Porque esta noche quedó algo claro, si hay alguien invulnerable, ese es el Pretty Boy.