Siete temporadas en la máxima competición y dos campeonatos mundiales con rúbrica brasileña precedieron a un momento tan insigne, tan afamado de entre las memorias del gran circo del motor. Por entonces, Ayrton Senna ya era preciado como una de las figuras sobresalientes del momento, pero desde entonces, el piloto de São Paulo se investiría de motu propio en rey del imperio. La silueta de 'O Rei' regresa este domingo con la visita al circuito de Interlagos, acompañada de entre todas, de la gran estampa que nos ha dejado este trazado. Y cómo no, sería su profeta el gran protagonista con mayúsculas.

Corría la temporada 1991, la octava como decimos que Senna cursaba en la máxima competición, ese año en favor del equipo McLaren. Había comenzado, además, de la mejor manera posible para un piloto ya acomodado en los laureles, con dos campeonatos mundiales a sus espaldas. Así, había logrado la victoria en la primera prueba del campeonato, disputada en el circuito urbano de Phoenix, por entonces el Gran Premio de los Estados Unidos. Con diez puntos sumados en esta primera carrera, la matemática era simple, y colocaba provisionalmente al brasileño como líder del Mundial.

Previa histórica GP de Brasil 1991 - F1.com

Llegaba entonces Senna a la cabeza de la tabla a su tierra natal. Sin embargo, con una larga estela de idas y venidas al circuito de Interlagos, el profeta nunca había conseguido ganar en su patria, lo que suponía una gran losa, una profunda espina clavada que sin embargo, estaría dispuesto a arrancar de sus entrañas. Nadie dijo que sería un camino de rosas, sino más bien todo lo contrario. Ayrton Senna hizo frente al sufrimiento para terciar el guion un 24 de marzo de 1991.

Lo tenía todo a favor. Por un lado, contaba con el apoyo de unos paisanos que le adoraban y que habían abarrotado las gradas en pos de su ídolo. Y por otro, empujado quizá por la magia de competir en casa, había también logrado apropiarse de la pole, que sería la número 54 de su carrera deportiva. Una entremezcla de técnica y mística rondaban ese fin de semana a un piloto con la aureola de ser único e irrepetible.

Sin embargo, el paulista volvería a demostrar la magnitud de su virtuosismo sin techo, en un domingo colmado de trabas que no sirvieron para hacer hechar el freno a un héroe nacional que no quería dejar escapar su oportunidad. Nunca vimos pues, vender a nadie tan cara su piel, hasta tal punto que consiguió hacerse con el triunfo a cualquier precio, incluso llegando a límites extremos.

Llegó el momento en que la luz del semáforo trocó a verde en Brasil. El consiguiente inicio del Gran Premio prometía ser la prolongación de un fin de semana que ya de por sí venía siendo redondo para Senna cuando consiguiese mantener la primera plaza tras la salida. Mientras el brasileño mantenía el liderato, justo detrás las posiciones cambiaban en favor de Nigel Mansell y su Williams, que logró superar durante el arranque a Ricardo Patresse.

Ambos compañeros de Williams se encargarían de amenazar de inicio a fin la victoria del brasileño, aunque si bien es cierto comenzó mandando con solvencia tras el abandono de Mansell por problemas con la caja de cambios; antes de tal inconveniente, una parada obligada en boxes impidió también la galopada del inglés a la caza de Senna.

Ricardo Patresse recobraba así el segundo puesto a la zaga de 'O Rei', aunque muy distante de un Senna encomendado a hacerse sí o sí con el triunfo. No había lugar para el desastre, y hasta ese momento, un cambio en el primer puesto era inconcebible. No obstante, después de siete intentos fallidos, la victoria no podía llegar por una vía tan plácida. Ya en la recta final del Gran Premio, la euforia se había apoderado en las tribunas, cuando el ídolo nacional comenzaba a vivir su peor pesadilla.

Previa histórica GP de Brasil 1991 - Autolímite

La secuencia de marchas de su McLaren se había encallado en la sexta velocidad, mientras la holgada de distancia que le separaba de Patresse se esfumaba con cada vuelta. El Williams comenzaba a aparecer en su retrovisor a falta de unas seis vueltas de la conclusión, al tiempo que el líder luchaba contra viento y marea para conducir su McLaren el primero hasta la línea de meta. La lluvia comenzó a arreciar en esos instantes de la cita, pero el piloto resistió para el deleite de toda la hichada y del propio conductor.

Parecía imposible, pero lo hizo, con el impedimento incluso de conducir desde 70km/h hasta 300km/h sin cambiar ni una sola vez de marcha. Una obra a la altura de muy pocos, quizá solo de uno, y quizá también inmortal. La magia se alió con un Senna destrozado y que acabó estacionando fuera del trazado, ya con la victoria en el bolsillo.

Sacado del cockpit con ayuda de la asistencia médica y entre ostensibles gestos de dolor (calambres en el cuello y dolorosas molestias en los hombros), Senna se deshizo en lágrimas ante la magnitud de su gesta y así siguió hasta su ascenso al podio, momento en el que fue ovacionado de manera unánime. Lo había dejado todo, y ello se reflejaba también en sus palabras: "Creía que la victoria era imposible, y entonces me dije: Ayrton, puedes conseguirlo. Y empecé a rezar".

Previa histórica GP de Brasil 1991 | FOTO: Goxtropic