12 de abril, Mclaren anunciaba a través de la red social Twitter su presencia en las 500 millas de Indianápolis con Honda y Andretti. Además, también hacían oficial de que Fernando Alonso estaría en la mítica carrera de la IndyCar y se iba a perder el Gran Premio de Mónaco, la cita por excelencia de la categoría reina del automovilismo y una de carreras que compete la famosa “Triple Corona”, algo que quiere conseguir el piloto español y, además, ya tiene la de estar en lo alto del podio en el circuito del Principado en dos ocasiones, en 2006 y 2007.

Al bicampeón del mundo se le veía más contento y feliz por el reto que suponía la aventura en el país americano, parecía que su sonrisa era más natural, más real, menos disimulada o incluso, porqué no decirlo, forzada después de un 2017 terrible con los de Woking. Por consiguiente, a mi modo de ver, se vio un Fernando más competitivo hasta su marcha a la ciudad del estado de Indiana y un claro ejemplo fue en el Gran Premio de España, quedando el primero del resto en la clasificación (séptimo) aunque la carrera no fue como se esperaba, el español peleó todo lo posible, como si su unidad de potencia tuviera un plus extra.

El piloto de Mclaren era uno de los rookies de este año para disputar la más que famosa carrera junto con Ed Jones, Zack Veach y Jack Harvey. El ovetense fue dejando muy buenas sensaciones en las pruebas con el Mclaren-Honda-Andretti, tal fue así que en la clasificación se coló en el Fast Nine para pelear por conseguir la primera posición, pero finalmente quedó quinto mientras que la pole fue para Scott Dixon.

Fuente: @McLarenIndy

Llegó el día de la carrera, posicionado en medio de la segunda línea de parrilla y colocado como uno de los favoritos para conquistar una prueba que llegó a liderar durante 27 giros, siendo el tercero que más tiempo estuvo en cabeza pero, a falta de 20 vueltas y con la misma estrategia del ganador, la pesadilla de la que tenía en la Fórmula Uno y que quería quitarse por unos momentos en la Indy le persiguió, la unidad de potencia dijo basta.

Pero, a pesar del abandono, la prensa estadounidense se rindió a los pies de Fernando. “Fue un pilotaje impresionante por parte de Alonso. La leyenda de Alonso crece” decía ESPN, “no llegó el triunfo que tanto anhelaba, pero fue un triunfo. Demostró que si a un gran piloto le dan un gran coche ocurrirán cosas mágicas" comentaba USA Today, "son dos cosas diferentes, el talento y la personalidad, y Alonso tiene una clase mundial en ambas” declaraba IndyStar.

Ese 28 de mayo era un día especial y, como tal, quería que ocurriese algo mágico, pero no fue así. Mi mente no paraba de decir “no puede ser” de manera constante, con lágrimas bajando sobre mi rostro impotente y alicaído. Hacía mucho tiempo que no sentía nervios por una carrera, de esos que te quedas enganchado a la television y, honestamente, lo echaba de menos. Aún así, me notaba aliviado por saber que sin ninguna experiencia, había hecho algo grande.

Fuente: @McLarenIndy
Fuente: @McLarenIndy

Entonces me hizo que pensar e igual sonará a fanatismo, pero me di cuenta de que Fernando no se merece todo esto. 16 años en la Fórmula Uno al pie del cañón y siempre con una sonrisa en la cara como si fuera un debutante, cada temporada con más ganas de correr que el anterior y más en este en el que los monoplazas son más exigentes, como los de antes.

Que sea considerado uno de los mejores pilotos de la actualidad y de la historia y haya sufrido lo que ha sufrido es, en mi opinión, totalmente injusto.

Con “sólo” dos mundiales, habiendo peleado por otros tres hasta la última carrera (2007, 2010 y 2012) donde la suma de diferencia de puntos en dichos años ha sido de únicamente ocho puntos, todo lo que ha hecho con coches que no estaban para estar arriba, dejando los resultados de lado, sumado a su actuación en las 500 millas de Indianápolis… Dice mucho de lo que realmente es Fernando Alonso.