8 de mayo de 2010, la final del torneo Bicentenario de ese año. En una final cardíaca, el Necaxa regresaba a Primera División, después de un año de estancia en los infiernos, coronándose bicampeón de Liga y campeón de Ascenso en la propia casa del León, un viejo conocido de estas instancias durante los diez años en los que se extendió su penar en el abismo conocido como Ascenso MX.

Nueve años después, ese mismo conocido, en un juego de esos por los que los niños se enamoran del futbol, ha arrebatado un sueño que el Necaxa pudo volver a experimentar después de dieciséis años de insomnio: ser superlíder.

Las dos horas de distancia que separan a la ciudad donde la vida no vale nada de la ciudad de la gente buena, indican la proximidad de una potencial rivalidad que, aunque ambas aficiones en general rechacen, ya tiene los elementos para ser considerada como tal. Por lo menos hoy, la derrota dolió lo suficiente por venir de quien vino, y seguramente a algunos más gustó por a quien fue propinada.

Esta tarde no importó que el horario no fue el más óptimo para que el Necaxa hiciera su magia, ni que fuese la hora en que muchas personas apenas están saliendo de sus trabajos, ni que haya sido el momento en que el sol del Bajío esté más bravo que nunca, hoy la afición estuvo allí, con su buena contraparte esmeralda, hay que decirlo, pero se hizo presente.

En Aguascalientes, hoy sí quisieron al Necaxa

Quizá sin pretenderlo, pero hoy ambos equipos ofrecieron un juego con el feeling de un pique cantado, de la antipatía por el rival, con las ansias por verlo derrotado. Si no es porque los dioses del estadio le negaron a Quiroga ponerse el traje de luces, esto es un empate a cuatro, con un 'hat-trick' por equipo, apaga y vámonos. Juegazo.

Sin embargo, la realidad, como en todos los aspectos de la vida, se impone, y aunque, efectivamente, fue un gran juego, en Necaxa la épica no es una fórmula que le haga ganar partidos, por lo menos no más de los que ha sufrido mediante la misma dinámica.

Los seis goles del partido, que pudieron ser ocho, se gritaron con la misma emoción, con la misma furia, por ambas aficiones. Es cierto que más de un necaxista se quedó con esa vieja rivalidad con sabor a trofeos de plata, y también es posible que más de un leonés haya festejado vencer al Necaxa una vez más. Se dice de nuevo.

Precisamente eso es algo que aumenta los bonos y las expectativas alrededor de este encuentro, porque, tomando en cuenta sus antecedentes, León se suma a la lista de los 'cocos' del Club Necaxa, dado que, de los últimos diez juegos entre ambas escuadras, los 'Esmeraldas' han ganado en ocho ocasiones, mientras que los de Aguascalientes lo han hecho en dos, sin que haya habido empates de por medio. Suficiente para sentir una molestia singular.

Muy probablemente esto nunca llegue a ser un clásico, pues la historia no es la suficiente para dar el espaldarazo definitivo a este encuentro, amén de que la mayoría de los verdes aún extrañan al Irapuato, mientras que los rojiblancos siguen esperando a que el Atlante regrese para seguir practicando el tan necaxista arte de vivir recordando. Con todo eso, las condiciones están dadas para que sea un partido con un matiz particular, con sabor a guacamaya y a chasca, a cebadina y a flan de guayaba, aunque, por lo menos esta tarde, el necaxismo lo odió.