La suerte, según una de las diecinueve acepciones que el Diccionario de la Real Academia Española tiene para este término, es la ‘circunstancia de ser, por mera casualidad, favorable o adverso a alguien o algo lo que ocurre o sucede’. La suerte, según algunos, no existe, ni mala ni buena, y solamente es una manera de explicar cómodamente aquello sobre lo que no se tiene una explicación plausible, o suficientes ganas de entenderlo.

Sin embargo, la suerte, en el futbol, concretamente para el Club Necaxa, específicamente cuando visita a los Monarcas Morelia, existe, y aunque no ha sido la que precisamente le gustaría tener, esta noche sumó una racha negativa rota más, en la que el factor suerte quizá intervino menos de lo que habría podido esperarse, pero, definitivamente tampoco podría descartarse del todo.

Nadie se acuerda, naturalmente, del juego correspondiente a la Jornada 13 (también) del Clausura 2007, cuando Necaxa sumaba méritos para descender y restaba puntos en el cociente, y en el que, con un solitario gol de Héctor Giménez, se imponía ante ‘La Monarquía’. Quienes atestiguaron ese desabrido triunfo no eran conscientes de que esa era la última vez que verían a ‘Los Rayos’ sacar los tres puntos de la capital michoacana, en la temporada regular liguera, durante los siguientes doce años y medio.

En el ultramoderno y superdinámico torneo profesional de futbol llamado ‘Liga MX’, una mente perversa imaginó que programar partidos los viernes a las nueve de la noche sería una buena idea: el criterio para esto, desde luego, es sencillo, pues obedece a una cuestión meramente publicitaria, en donde los equipos con mejor posicionamiento de mercado tendrían la oportunidad de llevar a cabo sus juegos como locales en los horarios más apetecibles del prime time del fin de semana. Bajo esta lógica es posible decir, entonces, que el Monarcas Morelia es un equipo con la misma convocatoria de un animal muerto en la mitad de una avenida, puesto que lleva más años de los que sería prudente recordar, siendo anfitrión del partido inaugural de cada jornada, cada dos semanas. Necaxa, por su parte, ya probó las amarguras de ser local en viernes por la noche, con resultados más nefastos que de costumbre, en cuanto a arraigo con el público, o en el número de clientes cautivos, siguiendo esa línea mercadológica.

El mensaje fue claro: Este iba a ser un partido que no tenía motivos para ser visto.

Pero no contaban con que la visita era el Necaxa, un equipo que lleva en su ADN el ser imprevisible. Después de un primer tiempo que invitaba a retirarse a dormir con la conciencia tranquila y la mente relajada por tan mal juego que ofrecieron, dejaron a Mauro Quiroga vestirse de héroe, ahora sí, y con dos goles como una suerte de descargas eléctricas, revivió un partido que más de uno había dado por sentenciado, siendo sellada su suerte con un balazo de Felipe Gallegos, y cumpliendo con esto dos máximas que pertenecen al mundo profundo de la sabiduría universal del balompié:

- La primera de ellas, que el 2-0 es el marcador más engañoso de este deporte.

- La segunda, que el Necaxa es un equipo del que no se puede estar seguro de nada.

¿Fue suerte que Morelia se hubiese confiado en que tenía los tres puntos en la bolsa, y haya permitido a los hidrocálidos adelantar sus líneas y eventualmente dar la vuelta al marcador? Probablemente.

¿Fue suerte que el parado de ‘Memo’ Vázquez no perdió la ecuanimidad, que ‘El Comandante’ Quiroga estuviese ubicado en donde debía estar, en el momento justo para anotar y que Hugo González no perdió la calma en los momentos exactos para impedir que la desventaja creciera? Definitivamente no.

Es evidente que en Aguascalientes se está trabajando. En la primera jornada del torneo, desde esta misma trinchera se pidió a las personas responsables del funcionamiento del equipo que hicieran sus deberes, y que los hicieran bien; afortunadamente lo han hecho, y aunque no es muy probable que alguien del círculo del director técnico del club haya leído esa petición, si fue así, qué buena suerte.