Dentro de las páginas del libro de oro del futbol mexicano, el Necaxa ocupa un lugar destacado, esa es una verdad incontestable, y aunque su historia ha sido de altas y bajas, muy marcadas ambas, la tradición que representa ha sabido imponerse sobre todos los aspectos negativos, y reforzado lo bueno que tiene para ofrecer a quien tiene la distinción de haber elegido sus colores.

Hace 96 años que, de la mano del Ingeniero William Fraser, surgió el Club Necaxa. Hijo del ‘Luz y Fuerza’ y el ‘Tranvías’, cuya fusión remitió en el nombre de una de las hidroeléctricas más importantes del centro de México, logró en relativamente poco tiempo convertirse en el equipo más seguido de la capital mexicana: por su buen juego, a los diez años de su fundación ya había ganado todo lo que un equipo de la Ciudad de México podía ganar, incluso unos Juegos Centroamericanos, disfrazado de la Selección Mexicana. Si hubiese podido jugar entonces la Liga de Occidente, la habría ganado también.

De esta época, la primera década, surgen los motes más antiguos con los que se le conoce al equipo: los ‘Once Hermanos’ y ‘El Campeonísimo’. El primero responde al legendario plantel de la década de los 30, que jugaban al balompié de una manera tal, que daban la impresión de entenderse como si hubiesen sido criados en la misma familia, mientras el segundo proviene de los logros obtenidos entre los años 1932 y 1936, en donde Necaxa ganaba hasta en la rayuela y los volados.

Visto así, Necaxa fue el primer Campeonísimo y también, por primera vez, el equipo de la década, aunque ese apelativo sería formalizado sesenta años después.

Con la llegada de la profesionalización, el Necaxa decide no continuar en la Liga por una cuestión administrativa, prematura señal de lo que sobrevendría con el paso del tiempo, pero no nos adelantemos a la historia. Con la primera desaparición del Club, otras entidades asentadas en la capital mexicana tomarían fuerza, pues el cuadro con mayor popularidad y mejor futbol se había ido, pese al esfuerzo del Sindicato Mexicano de Electricistas por mantener al equipo en la Segunda División –Liga Menor, entonces–. Tal esfuerzo resultó en el triunfal regreso de los ‘rojiblancos’ en el año de 1950, para continuar con la historia a rayas rojas y blancas. Primera llamada.

El segundo campanazo en la trayectoria del Necaxa llegaría después de veintiún años de ser un equipo tirando al medio pelo, cuyos mayores logros fueron la Copa de 1960 y, en un hecho sin precedentes en la historia del futbol mexicano, derrotar al mismísimo Santos de Pelé, equipo considerado de los mejores en la historia mundial, en el Estadio Olímpico Universitario (hazaña aún recordada, conmemorada y presumida por necaxistas que nacieron entre veinticinco y treinta años después de haber sucedido, y aún más). Otra vez por cuestiones administrativas, el Necaxa desaparece, aunque esta vez vendido a un grupo de empresarios españoles que, en un arrebato de fervor patriótico, deciden cambiar la imagen y la identidad del club, renombrándolo simplemente como ‘Atlético Español’, en una clara reminiscencia a las glorias arcaicas de escuadras como el Asturias y el España.

Bajo esta nueva denominación, la afición del Necaxa recibe el tiro de gracia y prácticamente desaparece por completo, quedando solo el recuerdo de lo que fue, de lo que volvió a ser, y de lo que, otra vez, fue. El desangelado Atlético Español, campeón del Norteamérica y el Caribe en 1975, sentó el precedente de lo que, hasta el día de hoy, constituye la puya más usual contra los aficionados de los ‘electricistas’ acerca de su poco numerosa afición: en realidad nadie le iba a esos primigenios ‘Toros’, aun cuando rozaron el campeonato liguero en más de una ocasión, y por lo tanto parecía un equipo siempre castigado con jugar a puerta cerrada, y serían otros los clubes que tendrían el privilegio de ser los protagonistas del cariño de la afición en los once años que duró su aventura en la Liga Mexicana.

El tercer nacimiento del Club Necaxa tuvo al señor Emilio Azcárraga Milmo, ‘El Tigre’, como principal protagonista. El reto, levantar de las cenizas a uno de los mayores símbolos la tradición futbolística del país, perfilado con una nueva identidad de cara al fin del siglo. En 1982 se oficializa la compra del Atlético Español para que volviera a ser el Necaxa; ahora, con un añadido que se convertiría en el elemento caracterizador por antonomasia del club: el Rayo.

Este nuevo Necaxa, el de ‘Los Rayos’, encarnó un proyecto que tardó más de una década en concretarse, al levantar el Título de Liga de la temporada 1994-1995, después de años de navegar en aguas turbulentas, en ocasiones, en demasía (destaca la Liguilla por el no descenso en 1985 contra Zacatepec, que desembocaría en una batalla campal de antología). A partir de este momento la historia del Club daría otra vuelta en la rueda de su destino, pero esta vez para bien, puesto que entre los años 1994 y 1998 volvieron a ganar todo lo que un club de la capital podía ganar en ese momento: de nueva cuenta fueron ‘El Campeonísimo’ (y esta vez, el último en la era de los torneos largos) y otra vez, ahora de manera completamente reconocida, fueron ‘El Equipo de la Década’.

El tercer lugar en el Mundial de Clubes de 2000 y el subcampeonato de 2002 fueron los remanentes de la época más recordada del equipo hasta la fecha, así como los eventos que sellaron una nueva desaparición del equipo, pero esta vez no se trató de una ausencia institucional, sino de un cambio de sede. En 2003 finalizan las gestiones para la mudanza efectiva del Club Necaxa al estado de Aguascalientes, bajo la premisa de encontrar allí la tierra prometida que les brindaría, en primera instancia, la afición que se perdió con la desaparición de 1971, que el Atlético Español terminó de sepultar, y que ni con la gloria alcanzada en los noventa pudieron recuperar. A partir de ese año, Necaxa comenzó a jugar de local en el Estadio Victoria de la colonia Héroes de Aguascalientes.

Poco hay que contar desde ese año en adelante, a no ser situaciones penosas y dolorosas. Una participación a medias en la Copa Libertadores de 2007, dos descensos consecutivos, en 2009 y 2011, así como un campeonato copero en 2018, son los eventos más relevantes en la estadía de los rojiblancos en el Bajío mexicano. Si examinamos puntualmente los hitos que marcaron la historia del Club, cabría suponer que tiempos mejores se avecinan para el también conocido como ‘Equipo de los Niños’, todo es una cuestión de ciclos que se repiten, de viajes de ida y de vuelta para el equipo que es siempre visitante desde 1982.

El filósofo Ruiz de Santayana dijo que ‘aquellos que no pueden recordar el pasado, están condenados a repetirlo’. En el Club Necaxa esto podría no tener validez en cuanto al deseo de todos los aficionados de ver triunfar de nuevo al equipo de su corazón, después de años de vacas flacas, sin embargo, tampoco es posible dejar pasar estos noventa y seis años de historia y tradición, que sin duda han sido todo un referente en el balompié nacional, tanto en los aspectos positivos como en los que no lo son.

Probablemente la mayoría, que a su propia vez es minoría, de los seguidores del Necaxa en México conozca a grandes rasgos lo referente a la historia del equipo, pero es una suerte de ética necaxista reiterarlo año tras año, en una suerte de tradición oral que se transmite con todo aquél que esté dispuesto a escuchar, quizá con el afán de atraer a los espíritus del pasado, para que se dignen estos a regresar la bonanza futbolística que los caracterizó en sus mejores años, ahora, de la mano de un proyecto nuevo y optimista, alejado de la zozobra de la multipropiedad y el descenso a los infiernos de la Segunda División.

Noventa y seis años del Necaxa, una institución que quiere dejar la intermitencia para ocupar eternamente su merecido lugar en la gloria del futbol mexicano.

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