Del cielo estrellado a una tormenta dañina. Así fue el primer capítulo que jugó Estudiantes ante River por la ida de los cuartos de final de la Copa Sudamericana. Un rival que, como todo millonario, tiene innumerables recursos para florear el paladar negro como lo viene haciendo hace 29 encuentros, pero que en La Plata no pudo desplegar todo su esplendor. Sin embargo, ganó 2-1.

No le falta nada a este River. Es el último campeón argentino y es aún mejor equipo en este semestre, invicto desde el ciclo de Ramón Díaz y con buen fútbol desde la asunción de Marcelo Gallardo como DT. No, a este River no le falta nada. Esta noche demostró que también tiene la fortuna de su lado.

Estudiantes lo tuvo a punto del KO y no lo pudo quebrar. Jugó un partido excepcional en el primer tiempo, como aquel del 2009 ante Barcelona, cuando supo asfixiar a Messi y compañía. Con la misma sensación se deben haber retirado los hinchas del Ciudad de La Plata que, pese a la rotura del techo, lució un campo extraordinario en medio de semejante temporal.

Un temporal que arrancó con luna llena para el Pincha. El planteo de Mauricio Pellegrino, de ejercer la presión en campo rival sobre las salidas de Funes Mori y Maidana, más la presión del triple cinco Martínez-Damonte-Gil Romero sobre Ponzio y Mercado -y la soltura de Joaquín Correa- le dieron aire al León para neutralizar el juego dinámico de los de Nuñez.

Así, Estudiantes conquistó el terreno ajeno y la confianza ante el equipo que temen todos. Llegó la ventaja para el Pincha en los pies de Diego Vera, luego de un error en la salida visitante, y merecidamente se fue al descanso ganando 1-0; con una polémica que podría haber sido penal y alguna otra chance de aumentar la diferencia.

La presión de Estudiantes sobre la salida del conjunto de Gallardo fue la principal virtud del equipo para desconcertar a los intérpretes de River. Pero luego de una etapa inicial formidable, el conjunto Pincharrata se desmoronó en lo físico y como consecuencia, llegó el desorden y la desconcentración en una jugada aislada pero preparada por parte del Millo, que derivó en el gol de Mora.

Los platenses no pudieron sostener la intensidad del primer tiempo y le cedieron terreno a River. Desde entonces, Pisculichi manejó los hilos de un equipo que sumaba en ataque a Mercado por derecha, Vangioni por izquierda y Sánchez desde el centro hacia ambos laterales.

Increíble pero real la disimilitud de Estudiantes entre el primer tiempo y el segundo. Además, tuvo que lidiar con la lesión de Román Martínez en una jugada dividida con el arquero Barovero. El del Pincha salió del campo reclamando penal con un corte profundo tras un golpe fuerte en el peroné. Según el árbitro Diego Abal, el capitán de River disputó la pelota lícitamente.

Tras el empate de Mora, River creció y Pellegrino erró en los cambios. Lo sintió el equipo. La lucidez del técnico ante Quilmes no fue la misma con River esta noche. Ingresó Auzqui en lugar del lesionado Martínez y en el complemento, el '7' volvió a salir suplantado por Ezequiel Cerutti, quien fue forzado como volante derecho cuando el partido lo pedía como delantero por un cansado Vera.

Previamente, cuando el partido estaba igualado, Benítez reemplazó a Damonte en el momento que llegó el segundo gol Millonario. La variante la venía meditando el entrenador con el partido 1-1. Y una vez que se concretó la fatalidad de Schunke, ya era tarde para poner un jugador con tenencia cuando había que ir en busca del resultado.

Como contrapartida, en la formación visitante se caía de madura la salida de Teófilo Gutierrez, de bajo rendimiento. Pero cuando Gio Simeone se preparaba para ingresar se produjo la expulsión de Sánchez. Así, el técnico retrocedió sobre su decisión, sentó al hijo del Cholo y mandó a la cancha a Solari. Contención, triunfo con fortuna y alegría para River. Desazón, derrota inmerecida y a ir por el milagro al Monumental, las sensaciones en Estudiantes.