Palabra de Krzyzewski

Porque hay mil formas de entender el baloncesto, pero muy pocas alcanzan la capacidad de abstracción del genuino Mike Krzyzewski.

Palabra de Krzyzewski
Foto: FIBA
alvalladolid
Por Álvaro García San José

La exigencia es máxima. No es para menos. Y es que, a pesar de contar con el mejor combinado del campeonato, al menos en lo que hombre a hombre se refiere, Mike Krzyzewski no se anda con chiquitas. A la mínima que alguno de los suyos muestre un atisbo de relajación se van a ir al banco, por muy bien que se le esté dando el encuentro.

Todo en esta vida tiene alguna razón de ser, y el porqué de la alta implicación que demanda el entrenador de la Universidad de Duke se encuentra en el verano de 2006. Siendo más explícitos, en el Mundial de Japón. Aquel que coronó a España como campeona del mundo por primera vez en la historia.

Fue en esa misma cita donde el baloncesto estadounidense hizo una introspección y se puso de acuerdo para limpiar la bochornosa imagen que se había dado en los Juegos Olímpicos de Atenas, donde apenas se consiguió la medalla de bronce y se perdieron hasta tres encuentros. El encargado de comandar semejante tarea sería Mike Krzyzewski, un laureado entrenador universitario que contaba con tres campeonatos de la NCAA a sus espaldas.

La intensidad habría de subir y ganar debería ser contemplado como una obligación

Con este pretexto los elegidos por Krzyzewski abordaron su compromiso en el país nipón. Un compromiso que, a la postre, se vería interrumpido por un organizado combinado heleno, que bajo la maestra dirección de Vassilis Spanoulis y la polivalencia en la pintura de Schortsanitis, sacaron a relucir las vergüenzas y la falta de compenetración de los norteamericanos. Esto no gustó en el seno de "Coach K", que desde entonces decidió cambiar la forma de trabajar y afrontar este tipo de compromisos. La intensidad habría de subir y ganar debería ser contemplado como una obligación.

Cambio de mentalidad

Esta nueva filosofía no tardó en hacerse notar. Para adentrarse en ella, los jugadores estadounidenses tuvieron que pasar por cuantiosas sesiones de charla y alguna que otra visita a los cuerpos militares del estado. En definitiva, el equipo técnico quería recargar el orgullo patriótico de cada uno de sus hombres y hacerles entender que no había nada como defender la bandera estadounidense.

Lograda la motivación, a la frecuente concentración en Las Vegas le siguieron entrenamientos cargados de intensidad y dureza. De ellos se llegó a comentar que los propios preparadores les pedían a sus pupilos que no forzasen tanto para evitar posibles lesiones. Se empezaba a dar con la fórmula del éxito.

Avalado por los dos últimos oros en los Juegos Olímpicos y la notable victoria en la Copa del Mundo de Turquía hace cuatro años, Mike sigue fiel a su seña de identidad. Y sin intención de modificar su exitosa fórmula, volvió de nuevo a concienciar a sus jugadores de la importancia que tiene ganar y lo necesario que es.

Asentados en España

Con esta premisa entre ceja y ceja, llegaban los norteamericanos a Bilbao. Pasito a pasito, y sin apenas despeinarse, iban avanzando en este campeonato. A pesar de que su juego no acababa de alcanzar su zénit, la contundencia de los hombres de Krzyzewski era sencillamente imparable.

No fue de hecho hasta las eliminatorias, cuando en verdad entró en juego la potencia de este combinado. La máquina comenzaba a rodar y... ¡qué manera tenía de hacerlo! Con una estrategia basada en romper los partidos en el tercer cuarto, el preparador de Duke comenzó a mostrar al mundo de lo que eran capaz sus elegidos.

La calidad de su baloncesto no pasaba desapercibida para periodistas y rivales, que veían prácticamente imposible competir 40 minutos ante tal despliegue físico y técnico. Las victorias se sucedieron y conforme su potencial seguía dejando huella, los que se auguraban como principales rivales perdieron sus zapatos.

Llega la hora de la verdad. La delgada línea entre éxito y fracaso no parece ausustar a los concienciadísimos hombres de Krzyzewski. El único objetivo es el oro, de no conseguirlo las críticas abrumaran a una más que apta generación de jugadores. Toca confirmar lo que parecía evidente. Pero no lo olviden, hasta que no suene la útima bocina, nada habrá acabado.